espanyol | Málaga c. f. · la crónica

La leyenda de Tamudo hace imposible la de Tapia

  • Frustración El capitán, del que muchos dicen que se prescindirá el año que viene, dijo adiós a Montjuïc con un 'hat-trick' que evitó el sueño de mejorar el listón de Peiró Ausentes Los suplentes se vieron desbordados

Fiel a su forma de ser, la despedida de Tapia del Málaga fue discreta y familiar. Se dio un abrazo con Fernando Sanz en el hotel donde descansaba el equipo y así le dijo que no estará el año que viene. Se irá triste porque aquí tiene todo lo que le enriquece humana y profesionalmente. Y también porque se quedó a un bocado del récord de Joaquín Peiró. Él, como pocos entrenadores, sabe lo que habría supuesto mejorar lo que durante muchos años se ha considerado insuperable en Martiricos. Pero la del mítico madrileño no era la única leyenda contra la que jugaba ayer.

Estaba Tamudo en el campo, dicen muchos que por última vez con la camiseta del Espanyol porque a muchos directivos le pesan sus lesiones, su edad y, sobre todo, su alta ficha. Si fue una despedida de verdad, no pudo ser mejor: el capitán se recuperó in extremis de una lesión muscular, se congració con el gol seis meses después, firmó un hat-trick digno del futbolista ratonero que siempre ha sido y se marchó en el minuto 78 secándose las lágrimas entre una ovación que premió lo que es, historia viva del Espanyol.

Toda esa carga emocional capitalizó el encuentro, perdido oficiosamente desde el minuto 1 y confirmado ya al descanso (2-0). Y es que el Málaga dijo adiós a la Liga casi sin decir hola a Montjuïc. Se vistió de corto y saltó a jugar o, mejor dicho, a ver jugar al Espanyol, que se tomó el choque como la celebración de la permanencia confirmada una semana atrás en Almería. Hay un mundo entre acabar la competición como local o como visitante si no hay nada en juego.

Desde el pitido inicial quedaron claras las ganas de uno y otro. El claro reflejo de lo que fue el Málaga estuvo en su relajación zonal. Si los periquitos llegaron al área en continuas y repetitivas embestidas fue porque ningún malaguista se preocupó de vigilar los espacios entre líneas, donde Rufete, Nené, Luis García, De la Peña y Tamudo encontraron corredores magníficos para dar el último pase. De no ser por el cuerpo de Arnau y por el desenfoque de varios de los remates blanquiazules, el resultado al descanso habría sido escandaloso.

Pocos de los elegidos ayer para el último once del año evitaron acabar descompuestos. Arnau preparó el choque como hace siempre, con la tensión de quien vive un examen cada vez que juega y, como siempre, Weligton, permaneció en pie. Pero hasta el brasileño fue preso de la distensión del encuentro. Una subida de Luis García a su espalda al estilo de Pepe con Casquero (sin voluntariedad, según el madrileño, a traición, en consideración del brasileño), le sacaron del encuentro. Su mente voló, como su patada a Tamudo minutos después para forzar el penalti del 3-0, y entre su posición de último hombre y sus protestas despidió el curso expulsado. No pareció ser él. Tampoco el equipo. Se contaba con ello: el final llegó realmente en el penalti de Apoño ante Aranzubia.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios