Olimpismo l Vancouver 2010

La llama no luce en la apertura

  • La inauguración, marcada por la tristeza tras la muerte de Kumaritashvili y el fallo al encender el pebetero

Los Juegos Olímpicos de invierno de Vancouver 2010 se inauguraron ayer con una ceremonia de homenaje al espíritu canadiense y marcada por la trágica muerte de un deportista georgiano y un penoso fallo en el encendido de la antorcha.

"Otra vez aquí en Canadá, por tercera vez en la historia de los Juegos", dijo el presidente del COI, Jacques Rogge, en uno de los momentos culminantes de una noche en la que el recuerdo del luger Nodar Kumaritashvili, de 21 años, fue inevitable. En el último instante, el grandilocuente espectáculo montado para encender el fuego falló. Dos llamas arden desde ayer en Vancouver, toda una novedad en la historia olímpica, con cinco deportistas y cinco pebeteros en cada caso, pero las cosas no salieron como los organizadores esperaban.

Una de las columnas que debía emerger desde el piso del BC Place Stadium nunca lo hizo, sumiendo en el desconcierto al público y los protagonistas. Minutos después del tropiezo en el estadio, Wayne Gretzky, leyenda histórica del hockey sobre hielo, encendió en soledad la llama en el exterior.

La ceremonia fue oficialmente dedicada a la memoria de Kumaritashvili, muerto por la mañana en un entrenamiento, e incluyó un minuto de silencio y las banderas olímpica y canadiense a media asta. Tras ciertas dudas, la delegación de Georgia decidió finalmente permanecer en los Juegos y asistir a la fiesta en el BC Place Stadium, un desfile de 82 países, récord en la historia de los Juegos invernales. "Compitan con el espíritu de Nodar en sus corazones", pidió John Furlong, jefe del comité organizador (Vanoc).

El ingreso de la delegación georgiana al estadio puso un nudo en la garganta de muchos. Tras Francia, y antes de Alemania, los representantes del país caucásico vieron cómo la organización les dejaba, en señal de respeto, la escena en soledad.

Ninguno de los 11 georgianos con crespón negro lloró. Las lágrimas estaban probablemente agotadas para los representantes de un país que hace un año y medio, en Pekín 2008, libraba una guerra con Rusia el día de la ceremonia inaugural.

La delegación española estuvo encabezada por la snowboarder Queralt Castellet, que portó la bandera de España. Tras ella marchó todo el resto del equipo español, 23 personas más entre deportistas y oficiales que vistieron el uniforme compuesto por pantalón rojo, chaqueta blanca, y bufanda y gorro blanco. Los 24 desfilaron bajo la atenta mirada de las autoridades presentes, encabezadas por la Infanta Doña Pilar de Borbón y el presidente del COE, Alejandro Blanco.

"Declaro abiertos los Juegos de Vancouver, celebrando los vigésimo primeros Juegos de invierno", dijo la gobernadora general de Canadá, Michaëlle Jean. Después llegó el momento más esperado: ¿quién encendería el fuego olímpico en el estadio tras el recorrido de 45.000 kilómetros, el más extenso en la historia de los Juegos invernales? Todos y nadie, podría decirse, porque LeMay Doan se quedó mirando ante un mecanismo que nadie esperaba que fallara. Pero falló, el fuego se encendió a las 5:00 (hora española) del sábado como se pudo y en ese tropiezo, pese a la felicidad que había en las calles, se resumió un primer día de los Juegos que nadie querría repetir.

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