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Otro naipe para el castillo

  • Relato El Málaga desatasca un partido de poder a poder con dos tantos en un minuto nacidos desde la banda izquierda Oportunos Salva (2) y Antonio Hidalgo, desafortunados toda la noche, aparecieron para rubricar un triunfo un mes después

El poso es de júbilo, siempre fue así en el fútbol cuando se venció de forma extemporánea y ostentosa un partido que vivía atascado. Debe serlo también porque el Málaga arrancará 2008 oteando a su persecutor más cercano a siete puntos de diferencia. Hoy sabremos si defendiendo o no liderato, pero de todos modos una Navidad feliz cuatro años después. Se analice por donde se analice, lo de ayer multiplica las endorfinas.

La lectura más inmediata enjuaga las dudas el entorno. Yermo de victorias en un mes, ahora el Málaga invierte la estadística: puede presumir de 31 días sin derrota tras un calendario complicado. Una magnífica noticia para esa política con la que se ha disfrazado la lucha por el ascenso y que no es otra cosa que la colocación de naipes hasta construir el castillo que lleve a Primera. Hablamos ya de 36 puntos, justo la mitad del cálculo que se hace para volver a la élite y aún quedan tres jornadas para cerrar la primera vuelta. Este presente es ideal para canjear el sueño en junio.

La retrospección también invita a la felicidad, pues el escuadrón de Muñiz facturó al Sevilla Atlético como lo hacía en las primeras jornadas. Recuperó su pegada letal para ajusticiar en un solo minuto cuando en 76 vivió abonado a la paciencia y combatiendo a un filial que, a la calidad y el desparpajo que se le presuponía, incorporó un valor añadido: la picaresca, esa falta disimulada, cortar el juego para frenar el ritmo rival. Algo inusual en un segundo equipo, pero es que hasta en eso ha sabido grabar su marca Manolo Jiménez.

Casi siempre, eso de esquivar el descenso u obsesionarse con retornar a Primera esconde el objetivo primigenio: jugar al fútbol. La enseñanza sigue viva en los filiales, para quienes el futuro depende de dribles y regates, no del palmarés corporativo. Si la semana pasada Goikoetxea invitaba a Muñiz a un reposado duelo de estrategas sobre el tablero, ayer los chicos de Galeote ofrecían un cuerpo a cuerpo a Muñiz, tornar el terreno de juego en los callejones del barrio, la escuela primera.

La juventud sevillista gobernó en ese escenario desde el arranque hasta los 20 minutos. El césped se lo permitió. La intensa lluvia no sólo no pasó factura, sino que al fin el tapete pareció ser eso y permitió combinaciones a más kilómetros por hora que de costumbre. Hubo más en los rojos que en los blanquiazules, pero tanta falta de puntería en un ataque como en otro.

La línea de paciencia que zurcían el resultado y el reloj fue intercalando detalles que compusieron un bonito partido. Como un eslalon de Helder con dos regates y zurdazo final de esos impropios en un central pero que tanto le gustan a él; el trabajo aéreo al que obligaba la referencia de Juanjo y el que proponían a ras de césped Pablo Sánchez, Lolo y Alfaro merced a sus buenas individualidades; la velocidad de crucero de Jesús Gámez en la primera mitad, cuyo tren muscular le hizo rey de la banda, y las veces en que Paulo Jorge sacó el pincel. Tan lastimoso es su carácter guadianesco -sorprende con controles o pases precisos y se atranca en regates previsibles- como encomiable su entrega. 18 jornadas después, parece que lo segundo causa lo primero.

Tras un intercambio de ocasiones marradas, llegadas al culmen con la extraordinaria parada a contramano que Goitia abortó en el 69, el Málaga encontró el pasadizo por la banda izquierda. Justamente el día que Muñiz rompió el guión de los cambios. Esta vez Eliseu no suplió a Calleja, sino que se convirtió en su aliado. Desde su zona de influencia martillearon hasta agujerear el partido.

El golpe estrella llegó en ese minuto 77, que fue cuando el Málaga se extrapoló a la máquina de los primeros encuentros. Calleja hizo lo que mejor sabe, centrar; el luso cortó el viento de forma imparable. Entre ambos desatoraron el choque y la torpe noche de Antonio Hidalgo y Salva, muy fallones hasta entonces. El catalán firmó su desagravio con una ejecución digna de una jugada de tiralíneas; Salva empujó a la red el trabajo de Eliseu para asestar la puntilla. Sólo había pasado un minuto.

La erupción del volcán blanquiazul apocó al Sevilla Atlético y pareció engullir a un protagonista que para nada pasó desapercibido a pesar de que no marcó: Nabil Baha. Parece quedársele pequeño el Málaga. Asistió a Hidalgo de cabeza en el gol inicial y habilitó a Eliseu antes del segundo.

El de Granollers y Salva le superaron ayer como máximos goleadores. Seis enarbolan cada uno; el franco marroquí se queda con cinco junto a Peragón. Tanto gol ayuda a entender por qué bastan unos minutos de alineación en las piezas clave del Málaga para resolver tan claramente los encuentros.

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