Liga bbva

Son obreros, son magos (0-1)

  • El Málaga anula a la Real Sociedad con un juego sólido y solidario, se sobrepone a las lesiones y se lleva los puntos en una recta final con otro recital de Amrabat y gol de Juanmi

Javi Gracia y sus jugadores se mirarán las manos y encontrarán hollín y oro a partes iguales. Porque para encontrarlo hay que pasar mucho tiempo picando en la mina. En eso ha convertido el navarro a este equipo. Una sociedad con la solidaridad de una ONG y la voracidad de tiburones de oficina. El aficionado puede disfrutar de la entrega y el compromiso y de sus chispazos arriba, hay para elegir. Cómo ganó el control de las emociones a la Real en todo momento, cómo dio el zarpazo del triunfo en un tramo final espectacular. Ahí emergió Amrabat, con sus dos tanques de gasolina, con sus carreras imparables, con su ojo en la nuca. Abonado al carril derecho, donde se vuelve superlativo. Esa zona tenía dueño, era la calle Joaquín. Pero el duende del gaditano le ha hecho hueco al tiranosaurio que lleva dentro el holandés. Cuatro victorias seguidas, con el hocico asomado a Europa y Javi Gracia metiendo el culo donde se sentaba intocable Pellegrini con sus números históricos.

El Málaga ha renamorado a su gente, con Gracia hay un flechazo inesperado. Será una gran racha, pero que empieza a vestirse de esqueleto. Ya es el mejor arranque histórico. El equipo fue otra vez reconocible, ambicioso, dispuesto y predispuesto. Bien por el equipo desde el inicio, que no permitió a la Real dibujar el arranque en tromba trabajado durante la semana. Se plantó a jugar como en La Rosaleda. Como en cualquier campo, porque el equipo ya se ha instalado en la competitividad. Adelantó líneas, absorbió la mayoría de la posesión, mordió sin balón, los cuatro de arriba empezaron a jugar a los indios. Faltó algún susto para haber sumido a los donostiarras en el miedo, pero no ofreció ninguna grieta en ninguna de las facetas del juego. Y al atisbo de alguna, emergió titán Sergio Sánchez para enseñar la placa de sherif. Se está haciendo mayor el equipo de Javi Gracia, que quiere y puede, que sabe y hace. La alineación es de memoria en los últimos tres partidos, la intensidad también.

Ver a Vela amargado en la punta del ataque reforzaba el modus operandi. El Málaga ha aprendido a desparramar las fichas con sentido sobre el césped y a agruparlas en acordeón cuando el rival tiene la bola. Así es difícil meterle mano.

Por si quedaban dudas, el inicio de la segunda mitad vino con el equipo buscando la yugular de la Real, hacer daño en otro momento sicológico. Pero, a falta de fútbol, el cuadro donostiarra le hizo budú al Málaga. En el minuto 50. En esa horquilla de segundos Samu Castillejo se quedó sin gol y sin penalti, no pitado por Jaime Latre, tras servicio a pedir de boca de Amrabat. Y Sergio Sánchez se sentó en el suelo con una rotura fibrilar y un mosqueo de caballo. Llegó un frenesí de torpezas y desgracias. Weligton se llevó un codazo en una pugna, se cortocircuitó, se lo devolvió a Vela, con la suerte de que lo convirtieran en amarilla, y luego sufrió la venganza del mexicano, aunque quedó impune. Sin tiempo para reaccionar, Antunes amplió las quitas de la zaga con otra lesión muscular.

Rosales, Miguel Torres, Weligton y Duda, con ese fortín pasó a jugar el Málaga. Pero ya era otro Málaga. Los cambios, además, impidieron a Gracia desarrollar su guión con las sustituciones, llamadas a ser cada vez más punzantes para hurgar en las urgencias locales contra el reloj. 

La magia negra donostiarra le dio, por primera vez, el mando en el choque. Por eso entró Recio, para poner cordura y apretar un ojal más el cinturón. El empate, en Málaga no se dudaba, empezaba a oler a buen potaje. Pero faltaba lo mejor. Y una varita vale mucho más que un conjuro. El Málaga tiene una. O varias, una por cada uno de sus integrantes. No hubo opción a arenas movedizas. El buen aura resurgió cuando el balón volvió a los de arriba. Samu Castillejo robó y tiró un balón a Amrabat como el que le tira una pelota a su perro en la playa. El holandés, que no es perro sino búfalo, corrió y corrió para sumir a Yuri en la impotencia que suele regalar al que tiene el infortunio de marcarle. Parecía en visión túnel, aunque otra vez tiró de retrovisores para dibujar un pase quirúrgico que recogió el único capaz de porfiarle la carrera a Amrabat: Juanmi. El coineño llegó, que era lo importante. Que nadie le pregunte con qué parte del pie definió, porque remató con el alma. Salió a la escuadra, definición precisa para una contra de primero de carrera. Sensacional gol, dolorosa puñalada para una inerte Real que tuvo la suerte de que Darder no sentenciara. Fue uno de esos fallos de programa televisivo. Lo del equipo es de película de culto.

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