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Nada que perder

  • Despojado de la presión de estar entre los cuatro mejores, el Unicaja afronta sin miedos el partido ante el Barcelona, el más importante en la historia de la entidad desde 2009

En los sótanos del Gran Canaria Arena, en la pista auxiliar donde se ejercitan los equipos, se respira ambiente de trabajo, de normalidad. En los últimos minutos de la sesión, Golubovic realiza movimientos para acabar ganchos, los jugadores meten los tiros libres rutinarios antes de irse a descansar y hay algún pique desde el triple. Podía ser un entrenamiento cotidiano en el Martín Carpena, nada hacía parecer que el Unicaja había ganado en la víspera su primer partido de Copa desde el año 2009. Lo que debía ser frecuente se había vuelto en un imposible. Y aunque el mérito es innegable, el viaje no se detiene aquí.

En el cuartel general de los equipos, poco antes de que el Unicaja se entrene, el Barcelona atiende a la prensa, prefiere reposar y después ejercitarse por la tarde. Pascual decide hoy a quién descarta de los 13 jugadores a disposición. El jueves fue Edwin Jackson. Como Hezonja ocupa plaza de vinculado, no es necesario dar altas o bajas. El croata desborda carisma, habla en español y no tiene pelos en la lengua. "Los jóvenes estamos demostrando que tenemos personalidad y que estamos listos para coger responsabilidad". Lo dice por él y Abrines, que le disputan el escalafón a un Navarro al ralentí y al importantísimo Brad Oleson. En el recuerdo, el sensacional partido liguero de hace un mes. Y ese triple de Abrines aún sin borrar.

Es el partido más importante de los últimos seis años del Unicaja. No se ha visto en lo que va de década una final a una sola victoria. El play off del año pasado ante el Madrid despertó sensaciones ocultas en Málaga, ese tuteo a los grandes que fue tan frecuente. Los partidos de este año ante los dos transatlánticos han prolongado esa sensación de que no están tan lejos, que son algo más terrenales.

En el Hotel Santa Catalina hay corrillos de directivos, agentes y periodistas. Desde el entorno catalán hay mucho respeto al Unicaja, se teme el poderío físico de los de Joan Plaza, algo que le choca públicamente bastante el entrenador barcelonés. Y en el Unicaja hay satisfacción por devolver al club al estatus que se merece. Pero no hay sensación de conformismo. "La presión que podíamos tener por estar en semifinales hay que trasladarla ahora a ilusión por estar en la final", resume Carlos Jiménez, la voz de este Unicaja.

Los partidos de cuartos de final de los dos equipos fueron atípicos. Ambos anotaron más y con mejor porcentaje de tres que de dos. No es usual para los jugadores malagueños, que suelen producir más cerca del aro. Se vislumbra cierta carencia de intensidad en los interiores azulgranas, todavía en ese proceso de cuajado en el cambio de estilo que ha desarrollado Xavi Pascual esta temporada. Pero el mecanismo del técnico de Gavá hace que bajo su batuta exista una fiabilidad altísima de final.

Llegados a este punto no hay nada que perder para el Unicaja, inmerso en la ola buena en el último año y medio. Una semifinal ante el Barcelona, el eterno rival de los mejores tiempos del Unicaja, significa que el equipo malagueño ha vuelto a los mejores escenarios. Sólo por eso ha merecido la pena el viaje a Las Palmas. Pero un equipo ganador de verdad no se conforma con eso. No hay nada que perder pero mucho que ganar. Qué topicazo. Pero qué verdad en este caso. El Unicaja está ante el partido de su década. Mañana puede haber otro.

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