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El pozo no tiene fondo

  • Caída libre El Unicaja se engancha al partido tras perder por 19 puntos, pero suma su sexta derrota consecutiva y las alarmas ya están totalmente disparadas

El Unicaja está completamente desnudo con su realidad. En el fondo de un pozo al que no se le adivina suelo. Lesiones, rivales complicados, visitas a canchas difíciles... Ayer se acabó el último resquicio, la última probable excusa que podía existir. En un partido en casa contra uno de los colistas, el Unicaja exhibió de nuevo todas sus miserias. Sumido en una espiral autodestructiva tras la canasta de Mirotic, con cinco derrotas por más de 10 puntos desde entonces, el equipo de Chus Mateo languidece tras verse superado por el Blusens (54-69).

Si quedaba alguna alarma por saltar, ayer se activó en el Palacio. La caída es libre y el paracaídas no funciona. Un primer tiempo de museo de los horrores, 18 puntos, menos de uno por minuto. No hay confianza, no hay ritmo, no hay circulación de balón. El nerviosismo se transmite, se palpa el temblor de manos y los porcentajes son ridículos (24% en tiros de dos, 18% en triples y 33% en libres). El Unicaja pena y encuentra comprensión, salvo al descanso y al final, de un Carpena que detecta que su equipo está enfermo. La última manta que le protegía ya no está y, efectivamente, es algo serio.

En ese primer cuarto, el Unicaja tardó cuatro minutos en anotar, un tiro de Fitch desde seis metros. Los dos únicos puntos del escolta norteamericano, especialmente señalado ayer por varios detalles. Jugó menos, fue cambiado por Chus Mateo poco más de un minuto después del descanso tras un par de malas decisiones. Fitch es la fotografía de este Unicaja, despojado de toda confianza, constantes malas decisiones. Una pena. Fue más grave en el segundo cuarto, seis minutos sin anotar. Tuvo que ser Zoric, a 3:27 del descanso, quien rompiera la baraja. Después de recoger un rebote tras dos tiros libres fallados por Garbajosa. Es especialmente preocupante contemplar al madrileño y a Berni, hombres con experiencia fuera de toda duda y compromiso probado, atravesar un estado de ofuscación como no se les conoce. Ellos son la sabiduría, la pausa y el cerebro de este equipo. A ellos también les azota la falta de confianza y fe, contagiados por esa espiral destructiva.

Cinco puntos, cinco, en un segundo cuarto horroroso. El Blusens, equipo bastante limitado, se encontró en una situación propicia, en una de esas pistas en las que los equipos de abajo no cuentan con vencer en sus cuentas previas. Además, se vio despojado un rato de Ere, con un mareo. Suele ocurrir en estos partidos crueles, el verdugo es un viejo conocido. En esta ocasión, Alberto Corbacho, mallorquín que en la cantera de Los Guindos descollaba por su tiro superlativo, fue el máximo anotador rival (17 puntos), a un solo punto de su tope en la élite. Jugador habitualmente unidimensional, incluso metió alguna canasta fuera de su catálogo. A otro mallorquín, Abrines, se encomendó Chus Mateo al final del segundo cuarto, seguramente en una llamada de atención a sus compañeros de posición.

La situación era asfixiante al descanso (18-36), el margen de error se había reducido al mínimo. Andrés Rodríguez anotó un tiro libre y colocó la máxima. El Unicaja, al menos, sí llevaba puesto el orgullo y las ganas tras el descanso. Y se enganchó al partido. Buenos minutos de Darden, que tiene ganas de jugar y la mente menos cargada que sus compañeros. Rowland elevó el nivel defensivo, aunque no siempre tome buenas decisiones en ataque y abuse del bote. Pero en este marasmo es de los últimos a los que se puede señalar. A cinco puntos (37-42) rebajó el búlgaro aún en el tercer cuarto.

Pese a la remontada, el margen de mejor del Unicaja era amplio. Físicamente no está sobrado el equipo, pero recobrará energía con la recuperación de todos los lesionados. Esa remontada tuvo un punto de inflexión. Con 44-47, tras canasta de Rowland, Peric robó en media pista a Washington. Se disponía a machacar y comprimir a sólo un punto la distancia cuando de la nada emergió el norteamericano para colocar un soberano tapón al croata. Simbólicamente, ahí frenó la sangría el equipo gallego, ahí se creyó definitivamente que de verdad podía ganar en Málaga. Y el Unicaja empequeñeció, volvieron los fantasmas y el aro menguó. Seis puntos consecutivos de Junyent y un tres más uno de Corbacho, una suerte de Tripkovic, un tirador puro, un especialista, que le puso las banderillas a un Unicaja ruborizado por la situación, de nuevo en unas cifras impropias. Pero no hacía falta acudir a los números para constatar que el Unicaja está enfermo y que quizá sea el momento de tomar alguna medida. Tras el partido, en el vestuario hubo reuniones. En el horizonte se ve otra casi segura derrota en Siena y la visita a Valladolid antes de la Copa del Rey. La cuenta de protección sigue y va por seis. Seis derrotas consecutivas.

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