Brasil

La 'torcida' da la espalda

  • Soldados por si acaso y carteles de protesta ayer en la concentración.

El éxito tiene muchos padres, pero el fracaso es huérfano. Eso se hizo evidente ayer en el búnker de Brasil en Teresópolis, donde los jugadores y el cuerpo técnico debieron vivir en total soledad la histórica goleada de 7-1 recibida ante Alemania en la semifinal del Mundial.

De los cientos de aficionados que desde el 26 de mayo se congregaban todos los días en la entrada de la concentración de Granja Comary, quedaron ayer sólo cinco adolescentes, que argumentaron que "sería injusto abandonar a Brasil en razón de una derrota".

"Somos fieles. Yo vengo acá todos los días desde que llegaron los jugadores y lo seguiré haciendo", aseveró la estudiante Desirée, de 15 años, aún esperanzada en que le permitan ingresar en el búnker para seguir un entrenamiento del equipo. Tras la "catastrófica" derrota en Belo Horizonte, como la calificó el seleccionador Luiz Felipe Scolari, hubo temor a actos de hostilidad al equipo verdeamarillo. Y las autoridades optaron por reforzar la seguridad de los jugadores y enviaron a soldados del Ejército a la concentración.

Sin embargo, apenas tuvieron trabajo ante la ausencia de aficionados. Los militares se limitaron a asumir posiciones estratégicas para impedir que los jugadores vieran los carteles de protesta colgados cerca de Granja Comary, uno de los cuales resumía el sentimiento de la hinchada frente a la humillación en el estadio Mineirao: "¡Vergüenza!".

Cuando los jugadores llegaron a Granja Comary, durante la madrugada, sólo los aguardaban seis aficionados que, tal como Desirée, seguían fieles a la seleçao pese a todo y recibieron al equipo cantando "Soy brasileño, con mucho orgullo, con mucho amor".

Dentro de la concentración, el ambiente es de luto total. Las rejas que separan el búnker del vecino conjunto de elegantes viviendas también están desiertas, a diferencia de lo que ocurrió a diario en las últimas semanas, cuando cientos y hasta miles de personas se concentraban allí para ver entrenar a los ídolos de la selección nacional.

Los jugadores tampoco aparecieron: la única actividad de ayer en el marco de la preparación para el partido del sábado que definirá el tercer y cuarto puesto de Brasil 2014 fue una sesión de regeneración muscular realizada al final de la tarde en la piscina de la concentración, lejos de los ojos de la prensa.

La peor derrota de los cien años de historia de la selección brasileña tuvo un efecto muy distinto al del Maracanazo del Mundial de 1950, cuando la pérdida del título en casa ante la selección de Uruguay sumió a todo el país en una profunda depresión.

Ayer, sin embargo, ya no había en las calles señales de tristeza ni tampoco de enojo. La sorpresa y la decepción ante la goleada histórica parecen haber hecho que la torcida decidiera sencillamente seguir su vida y darle la espalda a la seleçao. Otra cosa podría ser el sábado cuando salten de nuevo al césped para jugar la consolación.

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