El diario de Próspero

Causa de rebeldía para el teatro de un siglo

  • Dentro de la reedición de su obra, Penguin Random House reúne en un volumen cuatro textos teatrales esenciales de Albert Camus: ‘El malentendido’, ‘Calígula’, ‘El estado de sitio’ y ‘Los justos’

Producción de ‘El estado de sitio’ estrenada por el Centro Andaluz de Teatro en Cádiz en 2012.

Producción de ‘El estado de sitio’ estrenada por el Centro Andaluz de Teatro en Cádiz en 2012. / CAT

Preguntado en cierta ocasión sobre qué dedicación habría escogido de habérselo permitido la salud, si el fútbol o el teatro, Albert Camus (Mondovi, 1913 – Villeblevin, 1960) respondió de manera tajante: “El fútbol, sin duda”. Ya para entonces había afirmado el Premio Nobel que todo lo que había aprendido “sobre la moral y las obligaciones de los hombres” se lo debía al fútbol; y es interesante considerar todo cuanto el teatro, como labor de equipo y creación en equilibrio entre los talentos individuales y la coordinación colectiva, tuvo para el escritor de sucedáneo, acaso la más afortunada versión posible, del balompié. Como le sucedió con el periodismo, Camus entró y salió del teatro en fases intermitentes, llevado tanto por la pasión en unas ocasiones como por el hartazgo en otras, más allá de la poderosa influencia de su relación con María Casares en su vínculo con la escena. Pero, precisamente por esta consideración entre el anhelo y el desconsuelo, entre la convicción de las posibilidades del drama como mecanismo de transformación en un tiempo singularmente complejo y la insatisfacción que el mismo instrumento llegó a dejar en Camus así como en no pocos autores (no hay gran escritor que no haya echado de menos en algún momento el control absoluto sobre su obra), el teatro es en el autor francés una cuestión todavía por hacer o, al menos, por debatir. Independientemente de que Camus dejara para el repertorio del siglo XX algunas de sus obras más poderosas y significativas, cabe mantener viva la sospecha de que el escritor dijo lo que quería decir con más decisión, lucidez, claridad y alcance en el teatro más que en ninguna otra disciplina, por más que el propio Camus, empeñado hasta la médula en la batalla de ideas que aconteció antes y después de la Segunda Guerra Mundial, hubiera preferido, tal vez, la posición hegemónica del filósofo o el articulista a la hora de poner el dedo en la llaga. De cualquier modo, siempre es recomendable, oportuno y saludable volver al teatro de Camus, en el patio de butacas o en la lectura. Ahora, Penguin Random House, dentro de la reedición de la obra completa del autor en la colección Debolsillo, acaba de servir en bandeja otra oportunidad de lujo con la reunión en un solo volumen de cuatro títulos capitales del Camus dramaturgo: Calígula (1944), El malentendido (1944), El estado de sitio (1948) y Los justos (1950).

Pablo Derqui y Mónica López, en el ‘Calígula’ dirigido por Mario Gas en 2017. Pablo Derqui y Mónica López, en el ‘Calígula’ dirigido por Mario Gas en 2017.

Pablo Derqui y Mónica López, en el ‘Calígula’ dirigido por Mario Gas en 2017. / Teatre Romea

A estas alturas, tal vez lo más oportuno sea recomendar la lectura de estas piezas en paralelo con otras obras narrativas y ensayísticas de Albert Camus con tal de comprobar que, efectivamente, los matices puestos en juego a la hora de depositar el discurso en el trabajo de los intérpretes resultan más reveladores y estimulantes; y no está de más recordar que nos referimos a un tótem intelectual sin mucho parangón, tan cuestionado en vida por su radical oposición a la violencia y la crueldad en todas sus formas como reivindicado después a la hora de darle la razón. Así, es interesante comprobar cómo en 1944 Camus vuelve a los asuntos esenciales abordados en El extranjero (1942) en una obra tan fascinante y digna de reivindicación como El malentendido, en la que el alcance de lo absurdo como condición existencial del hombre es, si se quiere, más veraz y al mismo tiempo mucho más terrorífica, quizá por ese extraño humor que impregna la pieza y del que carece sin remedio El extranjero. Calígula merece un nuevo tiento a cuenta de los populismos, guiados también por el deseo de una nueva lógica en el ejercicio de la política; al mismo tiempo, la lectura complementaria de El mito de Sísifo (1942) estimularía un debate sobre la frustración como sesgo inevitable de la experiencia humana que hallaría en Calígula (así como en determinados líderes contemporáneos) su máxima acepción. Camus expresó en El estado de sitio buena parte de sus preocupaciones respecto a España y se apresuró a dejar claro que no se trataba en modo alguno de una adaptación de La peste, publicada un año antes. Su aclaración fue más que oportuna, si bien la obra teatral, muy a pesar de la radical revelación de la novela, parece alumbrar con más eficacia acontecimientos como los vividos en el último año a cuenta de la pandemia. Los justos nace de la impresión que dejaron en Camus Los demonios de Dostoievkski (de la que hizo también una adaptación teatral) y brindó la premisa perfecta a El hombre rebelde, publicado en 1951: ya entonces decir no fue cuestión de vida o muerte. De vida propia y muerte ajena. Una y la misma.

Tags

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios