Tribuna Económica

carmen pérez

Contenedor, 'blockchain' y contaminación

Los países han mantenido relaciones comerciales entre ellos desde tiempos remotos. Pero la gran expansión comercial se experimentó en la década de 1960. Por entonces el comercio internacional representaba el 20% del PIB mundial; hoy en día llega al 50%. Un sencillo invento, una caja de acero ondulado de 2,44 metros de ancho, 2,89 de alto y 12,19 metros de largo, provocó en gran medida este cambio: el contenedor de mercancías. Tim Harford, en su delicioso libro 50 innovaciones que han cambiado el mundo cuantifica el ahorro que supuso el uso del contenedor estandarizado: de los 420 dólares que costaba que un barco transportara una tonelada a través del Atlántico en 1954, con contenedores pasó a costar menos de cincuenta. Ahora Hardford tendría que añadir a su lista un nuevo invento que va a volver a revolucionar el comercio internacional: la tecnología blockchain.

El ahorro de tiempo y dinero fue lo que impulsó al joven camionero estadounidense, Malcom McLean, a diseñar los contenedores. Con el blockchain la revolución vendrá por los mismos motivos. Especialmente beneficiará al transporte marítimo, que mueve el 80% del comercio mundial. Las estimaciones que se barajan señalan que digitalizar el comercio, sustituyendo el complicado y lento papeleo actual por plataformas neutras y abiertas, mediante las que el intercambio de información se haga de forma rápida y segura, reducirá espectacularmente los costes administrativos del transporte, que suponen el 20% de los costes reales del transporte físico. Así, los costes de transporte de muchísimos productos serán prácticamente nulos. Además, la documentación, que ahora tarda días en llegar a su destino, podría llegar en cuestión de minutos.

Esta transformación digital seguirá impulsando el comercio internacional, haciéndolo crecer un 15% más. Y, como todas las innovaciones, provocará nuevos ganadores y nuevos perdedores. En su día, los poderosos sindicatos de estibadores y los burócratas que manejaban el antiguo sistema no estuvieron muy a favor del cambio hacia el uso del contenedor. Del mismo modo, la aplicación del blockchain nos les hará ninguna gracia a muchos. Pero más allá de los colectivos particulares afectados, todos perdemos con el comercio internacional, y más mientras más intenso sea: por la contaminación que produce.

El transporte de mercancías es uno de los sectores que más contamina. En concreto, sólo la industria naviera genera más del 2% de las emisiones de CO2 totales. Hace unos días, los 173 países integrantes de la Organización Marítima de las Naciones Unidas (OMI) se comprometieron a reducir las emisiones del transporte de carga marítima para que en 2050 sean al menos un 50% menores que en 2008, y poner así al sector en línea con los objetivos propuestos en el Acuerdo de París de 2015. Pero este acuerdo quedará en nada si esos países no descienden a adoptar medidas obligatorias para controlar las emisiones. Y no será fácil. Así que, mientras se imponen o no, mejor será que seamos nosotros los que, cuando pidamos algún producto a otra parte del mundo, contemos no sólo con su coste sino también con lo que afecta a nuestros pulmones.

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