Análisis de José María O'Kean

José María O’Kean

Catedrático de Economía de la Universidad Pablo de Olavide

Andalucía: dos problemas, una solución

La comunidad autónoma necesita más empleo y más población activa, pero también una productividad mayor. Resolver estas dos cuestiones corresponde a las emprendedores

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EL  tiempo. Dicen que el tiempo pone a cada uno en su sitio. Puede ser. Los economistas se enfrentan al tiempo unas veces con la visión del adivino y otras con la perspectiva del historiador. Dividen el tiempo en el corto, el medio y el largo plazo. Mirando hacia el futuro, en el largo plazo, todo es posible, todo puede cambiar. Observando el pasado, reflexionan sobre lo conseguido, sobre lo que pudo haber sido, las ocasiones perdidas, las ilusiones olvidadas, dibujan expectativas contra los hechos. El largo plazo son veinte años.

El cambio de Gobierno en Andalucía nos hace reflexionar sobre este largo periodo de nuestra economía. El periodo de gobierno socialista en Andalucía ha sido casi de cuarenta años, dos largos plazos; entonces todo era posible mirando al futuro. Ahora, observando el pasado, vemos que se alcanzaron unas metas y otras han quedado pendientes para el próximo futuro. Para el siguiente largo plazo.

Cuando se inició el gobierno andaluz al inicio de la década de los 80 del siglo pasado, preocupaba el subdesarrollo andaluz, la pobreza existente, la elevada tasa de paro, la carencia de infraestructuras, servicios y bienestar social, el diferencial de renta por habitante entre un andaluz y un vasco, un catalán o un madrileño.

En estas cuatro décadas de gobierno socialista se consiguieron muchas metas: infraestructuras físicas de todo tipo –autovías, alta velocidad, puertos, aeropuertos–, nuevos hospitales, escuelas, universidades, centros de investigación, parques tecnológicos, servicios sociales, ayudas a personas que necesitaban protección, se estructuró el territorio… sin duda han sido muchos los logros. Todo ello se financió con unos insuficientes recursos propios que se completaron con fondos europeos y transferencias del Estado español.

En el entorno del 92 parecía que la economía andaluza iba a iniciar un ritmo de crecimiento propio basado en el cambio tecnológico que ya se vislumbraba. Pensábamos que su crecimiento iba a superar la media de la economía española y terminaría convergiendo y aproximándose a aquellas regiones más ricas del país. En la dinámica del crecimiento a largo plazo, medio punto de crecimiento acumulado adicional sobre lo que crecen los demás es la clave para alcanzarlos, para ser como ellos, para que no te miren por encima del hombro y dejes de tener que justificar y legitimar las transferencias que te siguen enviando.

El autogobierno, las infraestructuras creadas, el proyecto común, todo venía a sumarse a lo que siempre hemos tenido, unos recursos naturales abundantes y variados, un peso cultural y patrimonial como pocos tienen, una posición geográfica estratégica… como solemos decir: “Andalucía lo tiene todo” y bastaba un impulso definitivo para alcanzar un futuro mejor para todos.

Pero no lo conseguimos. Los demás siguieron creciendo y nosotros con ellos, pero sin alcanzarlos. Seguimos recibiendo fondos que quizás nos ayudaban a no divergir, pero no convergíamos. Tras dos ciclos expansivos y un ajuste largo tras la crisis de 2009, hemos vuelto a estar entre las regiones con menor renta por habitante y hemos divergido con la media nacional y europea, nuestra tasa de paro sigue siendo muy elevada y los indicadores de prestaciones sanitaria y educativa se han ido deteriorando tras los años de crisis económica y del ajuste sufrido. Año tras año nos hemos ido convirtiendo en una sociedad conformista y un gobierno protector fue alimentando este conformismo.

Hemos conseguido mucho, pero siempre cabe preguntarse si en el pasado se nos ha escapado el futuro que es hoy nuestro presente. El tiempo, siempre el tiempo, tan difícil de recuperar, tan fácil de perder.

No necesitamos un Estado protector, sino un Gobierno que impulse a la sociedad a actuar

Hoy con el cambio de partidos en el Gobierno autonómico es el momento de reflexionar sobre lo que nos ha faltado y enfocar el esfuerzo de la acción política en una acción que, sin dejar de proteger a quienes lo necesitan, nos saque de nuestro conformismo, nos haga ver que los responsables de lo que somos, somos nosotros; que no tenemos que buscar culpables externos sino mirarnos al espejo dejando de lado tantas justificaciones falsas.

Si lo hacemos y no confundimos los problemas con sus efectos, si atendemos a las causas de nuestra situación y diseccionamos los problemas sin que nos distraiga la coyuntura del corto plazo, ni la narrativa al uso, mitad demagógica mitad populista, podemos convenir que tenemos dos problemas y tenemos una única solución.

Sabemos que la economía Andaluza tenía en 2017 un PIB por habitante de 18.557 euros, frente a los 25.064 euros de la media española, los 33.824 euros de Madrid, los 32.969 euros del País Vasco o los 30.064 euros de Cataluña. Sin duda, esta diferencia explica nuestra menor financiación de la educación, la sanidad y las prestaciones sociales que con frecuencia se vienen denunciando. Pero el bajo nivel de PIB per cápita no es el problema. El primer problema que debemos afrontar radica en que tenemos menos personas en edad de trabajar y que desean trabajar –población activa– que la media española y que las regiones más ricas. Nuestra tasa de actividad es del 56,6% de la población, mientras la media española es del 58,61, Madrid tiene un 62,94% y Cataluña un 61,67%. Pero, además de tener menos personas en la población activa, tenemos muchos más parados: un 21,26% a finales de 2018, frente al 14,45% de la media española y en torno al 11% de las regiones más ricas españolas. Así pues, necesitamos más empleos y que nuestra población activa sea mayor.

Pero esto no es suficiente para explicar nuestra situación. Si analizamos lo que producimos en un año y lo dividimos por la población ocupada, la productividad por persona ocupada (52.474 euros) es también más reducida que la media española (61.390 euros) o lo que produce una persona ocupada en Madrid (70.581 euros), País Vasco (78.026 euros) o Cataluña (67.543 euros).

Así pues, hay menos personas trabajando y producimos menos por ocupado. Una mayor tasa de paro y una menor productividad por persona. Estos son los dos problemas radicales de la economía andaluza y de los que derivan muchas de las carencias sociales que denunciamos. De nada sirve atacar estas carencias sin resolver los problemas de fondo, porque resolviendo los problemas de fondo tendremos los recursos financieros suficientes para abordar las necesidades sociales que se demandan y si no los hacemos seguiremos igual otros cuarenta años.

Andalucía lo tiene todo, menos la ambición de terminar con el conformismo

Y la solución es única. Apunta a nuestro tejido productivo, a nuestras empresas –grandes, medianas y pequeñas–, a nuestros empresarios, emprendedores y autónomos, a todas aquellas personas que deseen tomar la iniciativa para enfrentarse al futuro. La solución no viene directamente de los gobiernos, pero ellos tienen que ser conscientes de lo que necesitamos y canalizar los recursos, los incentivos, las señales, los mensajes, los cambios normativos y todo su esfuerzo a que este tejido productivo sea mayor y genere un empleo con una más elevada productividad.

En lugar de un Estado protector, necesitamos un Gobierno que impulse el cambio de una sociedad conformista que tiene que pasar a tomar la iniciativa. Andalucía lo tiene todo, menos esta ambición.

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