Economía

De la euforia al temor a la deflación

  • Para el BCE el riesgo no es la inflación, sino el posible aborto de la recién concebida recuperación. La rebaja de tipos puede contener el alza del euro, que resta competitividad a las exportaciones.

ANTE la inesperada bajada del tipo de interés de referencia hasta el 0,25% aprobado por el Banco Central Europeo (BCE), los mercados financieros en tan sólo unos minutos pasaban de la euforia instantánea al temor a la deflación. A medida que Mario Draghi explicaba, con su oratoria vaticana, las razones de la decisión (no unánime) del consejo del organismo, los mercados financieros se desinflaban. La lectura que estaban haciendo es que el BCE ve la recuperación de la Eurozona extremadamente frágil y rodeada de un campo de minas.

Mario Draghi niega que en Europa haya riesgo de deflación, pero afirma que la inflación será muy baja durante un periodo largo de tiempo. La señal de alerta ha sido la brusca caída de la inflación en la Eurozona desde el 1,1% hasta el 0,7%. Detrás de este dato está la persistente debilidad de la demanda interna, la fragmentación financiera, la debilidad de la banca y el atasco del crédito. Tal afirmación es más dudosa en el caso de algunos países del sur, como Grecia y España, que ya están con inflaciones negativas. Ante esta situación, Draghi, con la oposición de los gobernadores de los Bancos Centrales de Alemania y de los países del Norte, ha cortado por lo sano, bajando el tipo de interés y anunciando que será por un largo periodo de tiempo, además de anunciar barra libre de liquidez hasta mediados de 2015 y reducir hasta el 0,75% la facilidad de crédito a los bancos, con el objetivo de animarles a que den más créditos.

Para el BCE el riesgo no es la inflación, sino el posible aborto de la recién concebida recuperación. Desde este punto de vista una reducción de los tipos de interés puede contener la revalorización del euro, que está restando competitividad a las exportaciones de la Eurozona. Aunque Draghi ha negado que la decisión del consejo de gobierno del BCE pretenda incidir en la cotización del euro, de todos es sabido que una bajada del tipo de interés y el anuncio de que se tomarán las medidas que sean necesarias, es el mejor antídoto contra la revalorización de la moneda, como así ha ocurrido, en la misma mañana en que se adoptó la decisión. Este argumento se refuerza con los temores existentes sobre la próxima retirada de liquidez de la Reserva Federal y su previsible impacto sobre el alza de los tipos de interés a corto y a medio plazo en EEUU. Sea como fuere, la medida ha sido acogida favorablemente por las empresas europeas. La percepción negativa de esta medida, y su segunda lectura, es la duda que tiene el BCE sobre la fragilidad de la recuperación europea, sobre la solvencia del sistema bancario y sobre la voluntad política de avance en la integración bancaria.

Sorprende la euforia y el exagerado optimismo que manifiesta algún ministro del Gobierno ante el dato del 0,1% de crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) español en el último trimestre. Es cierto que la situación económica de España está mejorando, que estamos recuperando la confianza de nuestros acreedores como consecuencia del progreso en la consolidación fiscal y en la ejecución de las reformas estructurales, pero sólo hemos recorrido la mitad del camino, con el alto costo de una devaluación interna y la mayor tasa de desempleo de la Eurozona, y con el fruto de una recuperación incipiente y frágil. No cabe por lo tanto la complacencia, cualquier contratiempo, externo o interno puede dar al traste con la débil recuperación. La mejor manera de apuntalar y dar sostenibilidad al cambio de ciclo es ultimar las reformas estructurales para mejorar nuestra competitividad, factor clave para una recuperación sostenible.

Celebrar la recuperación, soltando las campanas al vuelo, anunciando el fin de la recesión, que no de la crisis, puede resultar paradójico ante las previsiones económicas de la Eurozona que la Comisión Europea ha divulgado esta misma semana para el próximo año 2014 (1,1% de incremento del PIB). En estas previsiones se describe el pelotón de países que encabezan la recuperación. Un pelotón de corredores encabezado e impulsado por Alemania e Irlanda, cuyo PIB crecerá un 1,7% en 2014, seguido de cerca por Francia (0,9%), Portugal (0,8%), Grecia (0,6%), y en la cola de la recuperación España (0,5%) y Holanda (0,2%). Según las previsiones de Bruselas los países más enfermos y débiles en el inicio de la crisis, los países rescatados, recuperan posiciones por delante de España.

La Comisión Europea nos dice que vamos por el buen camino, pero que el Gobierno no puede caer en la complacencia y debe continuar tanto con el esfuerzo de consolidación fiscal, como con las reformas estructurales. Es más, contempla que serán necesarios nuevos ajustes en el gasto público, de lo contrario el déficit se volverá a disparar hasta el 6,6% y la deuda hasta el 104,3% en 2105. Y lo más grave, con una tasa de desempleo del 25,3%. Es muy probable que, como afirma el Gobierno, en el año 2014 empecemos a crear empleo y reducir el paro, pero muy lentamente. No podremos decir que hemos superado la crisis hasta que el paro no haya descendido por debajo de los dos dígitos.

Necesitamos que se reactive la demanda interna, sin ella no podremos salir de la crisis, a pesar del buen comportamiento de las exportaciones. Para que esto ocurra es necesario y crucial que el crédito a familias y empresas se reactive. De las anunciadas medidas que iba a tomar Europa para solucionar la fragmentación financiera de la Eurozona y reactivar el crédito nada se ha decidido, ni en el Consejo Europeo, ni en la última reunión del BCE. Rebajar el tipo de interés de la facilidad de crédito a los bancos y reducir la ponderación del crédito a las pymes en el consumo de recursos propios de la banca son medidas que van en el camino de la reactivación del crédito, pero es insuficiente. Está pendiente la definición de una línea de liquidez especial a través del Banco Europeo de Inversiones, y la posibilidad de promover titulizaciones de créditos a pymes que sirvan como garantía a la liquidez que solicitan los bancos al BCE. Alemania está frenando estas iniciativas. El temor que subyace es el de la mutualización de los riesgos y las pérdidas a nivel europeo.

El BCE ha anunciado que, antes de que asuma en noviembre de 2014 las funciones de Supervisor Único Europeo, va a realizar una evaluación global del 85% del sistema bancario europeo y el 87% del español. El BCE quiere curarse en salud y conocer lo bueno y lo malo de los balances bancarios antes de asumir su responsabilidad. El examen va a durar todo un año, hasta noviembre de 2014, y va a ser exhaustivo, tanto en su alcance (85% del sistema) como en su profundidad. La banca española ha superado recientemente este examen bajo los criterios de la troika, muy parecidos a los que pretende el BCE. En principio, como dice el Banco de España, nada debemos de temer. España ha sido el primer laboratorio de evaluación de Europa. Se pretende hacer frente a la persistente desconfianza de los mercados financieros sobre la solvencia de la banca europea. Hasta que esto no se resuelva, ni la fragmentación financiera de Europa, ni el retorno del crédito estará asegurado. Como la evaluación se va a hacer con el cierre de balances de 2013, hasta esa fecha, el crédito va a estar prácticamente congelado. La esperanza es que a lo largo de 2014 empiece a activarse, aunque existe la duda de que así sea por las dudas sobre el resultado de la evaluación global, que no se conocerá hasta finales de 2014, y sobre todo porque todavía no se han acordado cuáles van a ser los fondos nacionales y europeos que harán frente a las nuevas necesidades de capitalización bancaria no cubiertas por el bail-in. Lo cual puede mediatizar el rigor y la independencia de la propia evaluación del BCE. Circunstancias todas ellas que dificultarán la reactivación del crédito en el próximo año, frenando la recuperación.

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