Tribuna Económica

La nueva demografía andaluza

  • En 2015, Andalucía experimentó una ligera recuperación de su población gracias a un crecimiento vegetativo de 8.546, frente a un saldo migratorio negativo de 6.404. Se ha mantenido el flujo de emigración al resto de España.

SEGÚN Dolado y Vázquez (Fedea, 2008), España fue el segundo país del mundo, tras Estados Unidos, en inmigración extranjera entre 2000 y 2008. Eran los años de la burbuja inmobiliaria y tanto la construcción como la agricultura o el turismo conseguían a duras penas y a base de buenos sueldos, sobre todo si se comparan con los actuales, satisfacer sus necesidades de mano de obra. A principios de siglo, de los 7.344.608 residentes en Andalucía, 128.916 eran extranjeros. En 2007, los primeros se habían incrementado en un espectacular 9,7%, hasta los ocho millones, pero los residentes extranjeros lo hicieron en un 412%, es decir, que más de la mitad del crecimiento, en concreto el 56,4%, fue consecuencia de la inmigración extranjera. La cifra siguió creciendo durante algún tiempo y en 2012 llegó el momento cumbre con cerca de 750.000 extranjeros residentes en la comunidad, pero por esas fechas el patrón demográfico de Andalucía había iniciado el camino de una transformación radical.

El número de empleos, que antes de la crisis había superado los 3,2 millones, descendió hasta 2,6 y el de parados llegó a superar los 1,4 millones. El aumento de la dificultad para encontrar empleo frenó el crecimiento de la inmigración y provocó las primeras decisiones de retorno entre extranjeros que habían quedado en paro, así como la inversión del saldo migratorio en 2013 y la reducción neta de la población residente en Andalucía. También dio lugar a la emigración selectiva de jóvenes andaluces, en general con elevada formación, pero sin expectativas profesionales, circunstancia que hasta el momento no parece haber provocado demasiada inquietud política.

Durante 2015 Andalucía experimentó una ligera recuperación de su población (2.142 personas), gracias a un crecimiento vegetativo de 8.546, frente a un saldo migratorio negativo de 6.404. Los andaluces hemos mantenido el flujo de emigración al resto de España (49.744 en 2015) como estaba al comienzo de la crisis, pero la corriente de entrada se contrajo significativamente desde 2012. En cambio, las salidas al extranjero (42.720 en 2015) se incrementaron en un 62% desde 2008, hasta prácticamente equilibrase con las entradas.

Madrid se ha convertido en el destino preferido por los nuevos emigrantes andaluces (25,3% del total), pero Cataluña sigue conservando el colectivo más numeroso. Del 1.434.439 andaluces que en 2015 residían en el resto de España, 606.611 permanecían en Cataluña, frente a 260.181 en Madrid. La predisposición a cambiar temporalmente de residencia por motivos de formación o de experiencia profesional puede ser considerada una bendición para Andalucía y un valioso atributo personal de los jóvenes andaluces, siempre que sepamos satisfacer el posible deseo de retorno futuro y seamos capaces de ignorar que, en muchos casos, la principal razón para marcharse ha sido la falta de oportunidades de trabajo. Otras partes de España, pero sobre todo Madrid, se encuentran repletas de jóvenes profesionales andaluces sobre cuyas expectativas de retorno alguien debería estar reflexionando en algún departamento de la Junta de Andalucía.

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