Elecciones

Guía del indeciso

  • Abstenerse, votar en blanco o efectuar un voto nulo no tiene la misma importancia para los partidos políticos

Cerca de un millón de personas están llamadas a ejercer su derecho al voto mañana domingo en la provincia gaditana. 962.260 concretamente. Aunque haya quien desprecie este privilegio, el camino hasta tener el poder de elegir a los representantes no fue fácil y sus bordes están sembrados de cadáveres, malos recuerdos y hechos heróicos. El sufragio universal era uno de los sueños de aquella revolución francesa que acuñó ese lema de libertad, igualdad, fraternidad que en los últimos días ha vuelto a ser portado en las protestas de la plaza del Sol o la gaditana del Palillero. Una vez conseguido el voto masculino, le tocó el turno de las protestas a las mujeres, a aquellas conocidas como sufraguistas que se movilizaron en EEUU e Inglaterra durante los primeros años del siglo XX para reclamar un derecho que inexplicablemente se les negaba. Nueva Zelanda fue la pionera a finales del XIX y luego le siguieron Australia, Finlandia, Dinamarca... En el Reino Unido no se logró hasta 1928, aunque desde el 18, coincidiendo con la recta final de la I Guerra Mundial podían hacerlo las mayores de 30 años. En estos momentos de dudas y crisis, en esta jornada de reflexión, puede que muchos indecisos se pregunten qué hacer si no están por la labor de entregar su voto a uno de los partidos mayoritarios. A continuación les ofrecemos una pequeña guía para que conozcan sus posibilidades.

Abstención

Esta opción sería efectiva si dejara de ir a votar de un 60% del electorado en adelante, y aún así, estaría por ver si la clase gobernante se daría por aludida. Es difícil probar la abstención activa y con conciencia y suele camuflarse con el simple pasotismo del ciudadano por todo lo que huela a política. Una alta abstención hace que sean necesarios menos votos para conseguir un escaño, pero afecta por igual a todos los partidos, sean grandes o pequeños. En la capital gaditana la abstención en las últimas elecciones municipales superó el 52%.

voto nulo

Se considera un voto inválidamente emitido, es decir, un voto que no se ajusta a ninguna de las opciones posibles y disponibles. En los albores de la democracia en nuestro país el voto nulo era relacionado con personas que se equivocaban al votar por desconocimiento del proceso. En las últimas décadas se ha identificado también con un voto de protesta de corte radical, frente al voto en blanco que representaba al voto de protesta políticamente correcto. El voto nulo, a diferencia del voto en blanco, se queda en la primera fase y sólo se cuenta como voto emitido, pero no perjudica a nadie con el reparto de porcentajes, ni siquiera juega, rompe las reglas, no las acepta, y lleva así por tanto implícito el mensaje de protesta. Es la abstención, pero es activa y clara y no se confunde con la desidia o el pasotismo, expresa una discrepancia formal con las normas, con la manera de hacer de la clase política y en definitiva con el sistema que nos gobierna. El voto nulo no quiere un pequeño cambio, quiere un cambio sustancial, quiere otra manera de hacer las cosas.

voto en blanco

Este es el voto de los más indecisos, de los que no encuentran partido que los represente pero no cuestionan ni critican el sistema. Es un voto de descontento políticamente muy correcto. Hasta ahí todo está bien, es lo que casi todo el mundo sabe. Pero hay más sobre el voto en blanco, ese famoso mito de los que dicen que votar en blanco favorece a la mayoría. Lo dicen pero nadie se para a explicarlo, a ver la influencia que tienen los votos en blanco en el reparto de escaños, que es mucha, aunque no lo parezca a simple vista. Y para saberlo, nada mejor que imaginar un hipotético plebiscito con sólo 20.000 personas con derecho a voto, y de esas, sólo 10.000 han votado. Hay pues un 50% de abstención, similar a lo que sucede en muchos plebiscitos en muchos lugares del mundo. Los 10.000 votos han quedado repartidos así: Partido A: 4.000 votos; Partido B: 3.600 votos; Partido C: 1.000 votos y Partido D:450 votos. Votos en blanco: 950 votos. Para que un partido cualquiera pueda acceder al reparto de escaños es necesario que acceda a un porcentaje mínimo de votos con respecto al total de votos emitidos, el 5%. Los escaños que se reparten son un total de 40. 40% para el Partido A, 36% para el Partido B, 10% para el partido C, 9,5% para los votos en blanco y 4,5% para el Partido D. ¿Qué ha ocurrido? Pues que el Partido D no ha alcanzado ese 5% y se queda fuera del reparto de escaños. ¿Y qué pasa con el voto en blanco? Pues pasa que sí que se cuenta, su 9,5%, porque es un voto válido y así está contemplado en la Ley Electoral, pero no computa, esto es, no entra en la segunda fase, en la del reparto de los escaños, aún cuando pase del 5%. ¿Qué nos queda? Un parlamento con 40 escaños a repartir entre tres partidos de la siguiente manera: Partido A: 4.000 votos (19 escaños). Partido B: 3.500 votos (17 escaños). Partido C: 1.000 votos (4 escaños). ¿A cuantos votos les sale el escaño a cada partido? Lo sabremos con una sencilla operación que resulta de dividir los 8.500 votos computables entre los 40 escaños, de lo que nos da un resultado de 212 votos. 212 votos voto arriba voto abajo es lo que le cuesta a cada uno de los tres partidos un escaño. Así pues hay un partido que ha sacado 550 votos y no ha obtenido ningún escaño, cuando el escaño sale a poco más de 200 votos. Un poco injusto parece ¿verdad? Así es. Esto mismo le sucedió a un partido en Canarias en las últimas elecciones autonómicas: con más de 50.000 votos no superó el 5% y se quedó sin escaño, cuando el escaño a los partidos que sí pasaron el corte del 5% les había salido por entre 12.000 y 14.000 votos.

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