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De pastelero a alcalde

  • El sueño de un muchacho criado en un obrador y golpeado dos veces con la mayor de las crudezas se hace realidad con una imagen campechana y alejada del profesional de la política.

Días después de quedar orillado del poder municipal en las elecciones de 2007, el presidente Rajoy visitó Sevilla para protagonizar un acto de los que montan los partidos para subir la moral de los suyos cuando se han tenido que conformar con oler la miel del poder. Juan Ignacio Zoido acudió a recoger a la estación de Santa Justa a su líder nacional. Ambos se sentaron en el asiento trasero del coche en dirección a la sede regional en la calle San Fernando.

–Oye, Juan Ignacio, ¿y ahora qué vas a hacer, chico?

–Quedarme donde los sevillanos me han puesto, Mariano.

–Pues te felicito, porque entonces es cuando vas a ser alcalde.

El hombre nacido bajo el cielo de Montellano, criado en la sierra extremeña de Fregenal, sevillista a contracorriente en una familia colchonera, golpeado dos veces cruelmente por la vida, que saluda hasta a los caballos y que dicen que es capaz de conversar con una máquina de tabaco, cumplió anoche un sueño. Y de qué manera. El sueño de su vida. Hace mucho tiempo que no se imaginaba el futuro sin ser alcalde de Sevilla. Por eso se empecinó en la empresa, desechando incluso los cargos que Rajoy le ofreció en su momento para abandonar el duro banco de la oposición. Resistió y ganó, al estilo de Cela.

El muchacho que estaba destinado a dirigir la producción de pasteles del negocio familiar del pueblo terminó siendo juez. A los pocos años de aprobar la oposición, abandonó su vocación para ser político. Y ahora ha llegado a alcalde de Sevilla. La suya no era una vida predestinada al estudio, sino a heredar el know how de un obrador centenario, proveedor de la Real Casa. La muerte prematura de su padre, paradojas de la vida, le mantuvo en las aulas y lo condujo hasta la Universidad. Era demasiado pequeño como para tomar las riendas del negocio. Desde muy joven conoció los baches de la vida y tuvo que hacer frente a ellos con tesón. No ha sido la suya una trayectoria propia de un niño pijo, con todas las comodidades y lujos. Ni mucho menos. Educado en una casa en la que no se hablaba ni de la Guerra Civil ni de política, pero que sí le transmitió unos valores cristianos-católicos que han sido su asidero a la hora de recibir el zarpazo más duro que la vida puede reservar a un ser humano: el fallecimiento de un hijo.

"Tu padre no está. Tú ahora eres el espejo de tus hermanos". Esta indicación de su madre fue desde la prematura desaparición de su padre el lema que guiaba todos sus pasos. No podía permitirse concesiones. Había que aprobar la carrera a la primera. Y las oposiciones a la primera. No podía perder un minuto. No había margen de error. Aquellos años, un alumno llamado Javier Arenas ya hacía sus primeros pinitos en la política en una Universidad marcada por el ambiente de la Transición. El muchaho de Fregenal, hospedado en casa de sus tíos en la Avenida de Reina Mercedes, se aplicaba para no fallar en unos estudios que tutelaba su tío Miguel, fiscal del profesión. Dormía la siesta en la bañera, para no tener que salir de la habitación y que su tío creyera que seguía hincando los codos.

Hizo una oposición exprés. Su debut como juez fue en Canarias. Después vinieron Utrera, otra vez las islas y por fin... Sevilla. La experiencia como juez de Familia le afectó emocionalmente, sobre todo las caras de los niños de padres en proceso de separación sentados en el sofá de su despacho. Fue juez decano muy joven. En 1996 saltó a la política como director general de Relaciones con la Administración de Justicia. Una experiencia bonita junto a la ministra Mariscal de Gante. Después, sendos períodos como delegado del Gobierno en Castilla la Mancha y Andalucía, apadrinado ya directamente por Javier Arenas. Y fue víctima del batacazo del PP en las elecciones de 2004 tras el atentado del 11-M. Desde entonces no ha vuelto a realizar funciones de gobierno. Han sido seis años repartidos entre la secretaría general del PP andaluz (en tiempo de convulsiones internas en Almería) y la dirección de la oposición en el Ayuntamiento sevillano, volcado en la micropolítica y en las denuncias de diversos escándalos que han acabado en el juzgado y con varios miembros del gobierno local como imputados en distintos casos escandalosos.

Su éxito ha estado en mantener el ritmo de campaña durante cinco años, en centrar su discurso político, desligarse de las siglas del PP, potenciar su perfil más campechano y subrayar siempre su profesión como juez para dar a conocer también su perfil institucional. A su lado como director de comunicaciónha ha estado Santiago Martínez-Vares, al que el PSOE teme como a las varas verdes.

El comienzo del recuento le pilló en misa

Zoido almorzó este domingo en un restaurante italiano del barrio del Arenal en compañía de Javier Arenas, Antonio Sanz, Santiago Martínez-Vares y algunos familiares. Visitó varios colegios electorales. En algunos fue especialmente ovacionado, pese a que se trataba de distritos tradicionalmente afines al PSOE. Por la tarde, fue a misa a la iglesia de San Buenaventura, de tal forma que el comienzo del recuento le cogió en el templo de la calle Carlos Cañal, desde donde se desplazó a pie hasta la sede regional de la calle San Fernando. Durante el paseo ya supo de las primeras victorias en número de votos en mesas del distrito Este, Alcosa y Torreblanca, donde el centro-derecha siempre había pinchado en hueso.

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