Elecciones Andalucía

El repartidor de juego

  • Pérez Navas es el novio que todo padre querría tener para su hija Su tiempo ha vuelto y llega con las fuerzas intactas De luchas fratricidas y zancadillas absurdas ha salido indemne

ETiene cara de bueno. Parece que nunca ha roto un plato. Es el novio, -sentido figurado-, que cualquier padre querría para su hija. Como diría Joaquín Sabina en "como te digo una co, te digo la o", excelente canción que cerraba el no mejor disco "19 días y 500 noches, hablando del Príncipe, hoy Rey. "¿Y el príncipe azul? Figúrate tú,de los nervios todas y él no quiere boda, tan rubio, tan fino, tan tieso, tan alto, tan cachas,qué agobio, hija". Pues algo así le sucede al candidato socialista si de política hablamos: "tan serio, tan blanco, tan pulcro, tan elegante, tan negociador, tan siempre en su sitio..."

Es Juan Carlos Pérez Navas, cabeza de lista del Partido Socialista a la alcaldía de Almería. El secretario de Organización y senador ha regresado con fuerza -no han podido con él- al primer plano de la vida política en la capital.

Nunca ha necesitado más apoyos que los necesarios para permanecer en primera línea. Maneja los tiempos como pocos, agrupa como casi nadie y ejecuta con la mesura de aquellos que se saben dotados de una "fuerza" especial, que en el caso que nos ocupa no es otra cosa que capacidad de liderazgo. Lidera y distribuye juego como en ellos mejores partidos de Xavi, aunque se sacrifica en defensa como el mejor Sergio Ramos.

Pérez Navas llegó a la política muy joven. El Ayuntamiento de la capital ha sido su hábitat casi permanente, con un breve paréntesis de cuatro años en los que dio el salto a Sevilla como parlamentario andaluz. Su imagen de "niño bueno" lo persigue donde va, aunque trabaja como el que más, empuja como los más preparados y gestiona con la diligencia que le dan casi dos décadas de experiencia. También ejecuta con la frialdad de aquellos que saben lo necesario que es ejercer y actuar, en paralelo al entendimiento, la negociación y el criterio

Ha estado en la oposición municipal. Vivió mayorías absolutas o gobiernos de coalición del Partido Popular. También ha saboreado las mieles del gobierno. Durante la última legislatura de Santiago Martínez Cabrejas (D.E.P) fue concejal de Obras Públicas. Un tiempo con sabor agridulce, en el que ser mezclaron, a partes iguales, los buenos momentos con la zozobra de saber que el poder en el Ayuntamiento para los socialistas tenía fecha de caducidad, bien por la ola conservadora que se inició en el Levante y que abrazó con fuerza hace dos décadas la provincia de Almería, bien porque sus propios compañeros de partido -en el poder provincial- se encargaron de minar el camino. No se arrepiente de muchas cosas, aunque la travesía del desierto ha sido dura y compleja. Aún así nadó y guardó la ropa, como un excelente político, para permanecer siempre dentro, arropado, sabedor de que fuera hace mucho frío. Su tiempo ha vuelto y llega con las fuerzas intactas. Con la misma capacidad de siempre, acrecentada por la serenidad de los años. Su pócima, el transcurso de la vida, no tiene poderes milagrosos, pero si lo dota de la sabiduría que le da peinar ya algunas canas y haberse levantado de alguna que otra caída, a nivel profesional, a nivel político y a nivel personal. Un conglomerado diverso, que mezclado le permite mirar el frente con la certeza de que cualquier tiempo pasado no fue mejor, sino que el éxito está por venir y comienza ahora.

Un éxito no exento de luchas fratricidas y compañerismos; zancadillas absurdas y trabajo en común; caza de brujas y apoyos incondicionales. Un coctel tan explosivo que puede provocar el mayor de los daños el día 25 o, como el espera, un castillo de fuegos artificiales (luz, color y sonido) para celebrar una victoria largamente trabajadada. Lo mejor, parece, está por llegar.

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