Chema Vera | Director ejecutivo de Unicef España

Un tercio de la infancia en España se encuentra en riesgo de pobreza y exclusión social

Chema Vera, director ejecutivo de Unicef España.

Chema Vera, director ejecutivo de Unicef España. / M. G.

José María Vera Villacián (Madrid, 14 de junio de 1965) atesora una larga trayectoria en el mundo de la cooperación y el tercer sector. Químico industrial de formación, desarrolló labores de voluntariado en Perú, trabajó como ingeniero de proyectos en Técnicas Reunidas y, muy pronto, se incorporó a Oxfam Intermón (Oxfam España) como director de Campañas y Estudios, y de su sede en Madrid. Fue director de Programas de Cooperación de la Cumbre Iberoamericana de Jefes y Jefas de Estado y de Gobierno en la secretaría general Iberoamericana. Regresó a Oxfam Intermón en 2012 para ocupar el puesto de director general; y en 2019 fue nombrado director ejecutivo de Oxfam Internacional. Es director ejecutivo de UNICEF España desde noviembre de 2021.

¿Vivimos en una sociedad en la que no dejamos que los niños sean niños?

Vivimos en una sociedad que no protege bien a su infancia. Hay muchos niños y niñas que no pueden serlo plenamente y cuyos derechos son vulnerados, sea por privaciones materiales, falta de oportunidades, violencia o nuevos riesgos asociados con lo virtual y con el cambio climático. Hay que escucharles en sus espacios de participación para entender bien qué quieren y por qué.

Aunque muchos se sorprendan, España es un país que cuenta con una tasa muy elevada de pobreza y desigualdad infantil.

Sí, así es. Un tercio de la infancia en España se encuentra en riesgo de pobreza y exclusión social. Y lo que es, si cabe, más grave, un 10% vive en situación de privación material severa. Son cifras inaceptables que nos sitúan a la cola de los países europeos. Hay pobreza infantil que es fruto de la desigualdad, del empleo precario de padres y madres, de los precios de la vivienda o de la débil protección social que tienen las niñas y niños más vulnerables. La pobreza infantil además se vuelve crónica y se reproduce entre generaciones si deja de funcionar el ascensor social.

Con motivo del Día Mundial de la Infancia de 2022 han lanzado un mensaje muy claro: nos preocupa la salud mental de la infancia y adolescencia. Las cifras son terribles... ¿Qué se puede hacer?

Es indispensable cerrar la brecha de atención para los casos que ya existen, y que hay que tratar a tiempo, de forma adecuada y accesible para toda la infancia, no sólo para quien puede pagar. Al tiempo hay que poner más énfasis en la detección temprana y en la prevención. Para ello es esencial el papel de la sanidad y también de las familias, los centros educativos, los servicios sociales municipales y los medios de comunicación. Es bueno que se estén abriendo espacios para hablar de la salud mental, hay que seguir haciéndolo. Ahora hay que conducir ese diálogo hacia lo que puede ayudar a los adolescentes, dotar mejor el sistema sanitario y educativo y apoyar a las familias. Las niñas y niños no pueden quedarse solos en su conversación sobre su salud mental.

¿Cómo afectan las situaciones de conflicto a los menores?

Las guerras destrozan a la infancia. Lo estamos viendo en Ucrania. En UNICEF lo sabemos bien porque estamos allí y cerca de las niñas y niños en todas las guerras, de Siria a la República Centroafricana, también en las olvidadas. Los conflictos no son sólo entre ejércitos, cada vez afectan más a la población civil y de forma especial a la infancia que es herida, muere y sufre el trauma de la violencia y la huida de su casa y su tierra. Los ataques a infraestructuras esenciales para la vida, como centros sanitarios, escuelas o infraestructuras de agua y energía tienen un impacto terrible sobre los niños que no pueden seguir sus estudios, beber o calentarse. En demasiadas ocasiones a las organizaciones humanitarias no nos permiten acceder a lugares donde está la infancia más afectada por la guerra. Todo lo anterior vulnera el Derecho Internacional Humanitario que debe ser respetado por las partes en una guerra.

Las nuevas tecnologías han supuesto un cambio de hábitos importante en los niños y adolescentes. ¿Cuál es su impacto y qué recomendaciones hacen?

Las nuevas tecnologías tienen impactos positivos si se utilizan bien. Lo hemos visto por ejemplo durante la pandemia, y en otras ocasiones, al facilitar el acceso a la educación de quienes pueden conectarse a internet. No así para quienes no acceden o tienen conexiones frágiles que ven cómo se amplía la desigualdad educativa. Las nuevas tecnologías también hacen mucho daño a niños y niñas si no se hace un uso adecuado de ellas. Es necesario reforzar la protección de la infancia en las redes frente a situaciones de acoso y abuso, regular mejor los contenidos y dar más herramientas a la infancia y a las familias.

¿Es necesario que los padres ejerzan un mayor control a la hora del uso del móvil o de los videojuegos?

Sí, pero no se trata solo del control. Hace unos días hemos lanzado, junto con la AEPD, una guía de consejos básicos para padres en relación con el uso de móviles y otros dispositivos. Hay que establecer filtros, hay que racionalizar el uso, también el que los adultos hacemos, y hay que entender y conversar en la vida familiar sobre lo que les ocurre en ese otro mundo virtual. Hubo una campaña de UNICEF que tomó el lema de Sé su mejor influencer. Creo que esta es la forma de acercarse a los desafíos que nos trae lo virtual y que reconocemos que son muy retadores.

¿Cómo es la solidaridad de los españoles en tiempos de crisis?

Gigante. Sea durante crisis en España como la financiera de 2008 o la pandemia, donde tantas personas y organizaciones se volcaron en la ayuda. Sea en crisis internacionales como Afganistán o la guerra de Ucrania donde vimos una oleada de solidaridad, que en algunos casos hubo que reconducir hacia las instituciones y organizaciones expertas, pero que supuso un apoyo económico que nos permite responder rápido y a escala a lo que necesita la infancia en este país. Hay que decir que España es un país que destaca también por su “solidaridad estable”. Sólo UNICEF España cuenta con 432.000 socios, el cuarto país del mundo con más dentro de la organización. Su aliento nos estimula y contribución económica es esencial para que podamos actuar rápido cuando más se necesita y para que también estemos cerca de las niñas y niños que no son foco de las cámaras ni las noticias, en cualquier lugar extremo del mundo donde la infancia sufre.

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