Gervasio Iglesias. Productor de 'La isla mínima'

"Estoy deseando hacer una peli de ciencia-ficción en Andalucía"

-¿Qué hace en el 87, cuando se crean los Goya?

-Yo empecé a hacer cortos con doce años. Antes de estudiar Filosofía hice dos años de Física. Empecé con Alberto Coder y Martina Heredia a montar un cine-club universitario en el Pabellón de Uruguay, como el que hubo en los sesenta. Martina tenía una sobrina en Ecuador con la que después hicimos una película.

-¿Producía ilusiones?

-Algo parecido. Recogíamos la película en el autobús de Damas, nos encargábamos de las entradas, la llevábamos al autobús para que fuera a otros pueblos. Con el dinero de las entradas alquilábamos películas. Allí conocí a Juan Bollaín, que me contrató para un programa de Canal Sur, Dime una mentira, que iba de cine.

-¿Le metió el gusanillo?

-Saqué las oposiciones de realizador para Televisión Española en 1989. El mismo año que Alex Catalán, director de fotografía de La Isla Mínima. Nos llevábamos todo el tiempo hablando de cine. Un compañero, Alberto Rodríguez Burgos, el padre de Alberto Rodríguez, quería que conociéramos a su hijo, que estaba terminando la carrera y le había regalado una cámara de 16 milímetros.

-¿Qué película hizo en Ecuador?

-Qué tan lejos. Fue en 2006. Es la película más vista en toda la historia del cine de Ecuador. Cuando Correa sale elegido presidente, llamó a Tania Hermida, la directora, para que formara parte de la Asamblea Constituyente.

-¿Qué le dijo Enrique Cerezo en la gala?

-No coincidimos. Lo conocí y lo saludé en Panamá, en los premios Platino que organizan los productores. Íbamos con Sigo siendo, una película peruana que dirigió Javier Corcuera. Fue unos días antes de la final de la Copa de Europa.

-¿Hizo las Américas?

-Muchas veces. La primera, en 2001, en Colombia. en un momento muy delicado del país. El presidente Pastrana había roto el diálogo con Tirofijo. La Embajada nos dijo que no podía garantizar la seguridad. Contratamos un equipo de allí, pero yo fui. Tuvimos que salir del sitio, un sitio maravilloso muy cerca del Macondo de García Márquez, en avioneta.

-¿Qué película era?

-Las dos orillas. Una historia de la Semana Santa entre Osuna y Mompox, que era como se llamaba el pueblo, cerca del río Magdalena. Lo fundaron colonos andaluces, con importante presencia de gente de Osuna, aunque había árabes, negros, de todos sitios.

-Cine y revolución...

-Hemos hecho cine en Nicaragua y en Cuba rodamos Juan de los muertos. La invasión de zombies en La Habana como metáfora de cincuenta años de socialismo. Fue el Goya a la mejor película latinoamericana.

-Todo empezó con Benito Zambrano...

-Y antes con Bollaín, Gonzalo García Pelayo, Pilar Távora. Pero Benito Zambrano pega un salto. Lo conocí antes de hacer Solas en casa de Mercedes Cantero, montadora nuestra y socia de la empresa. Fui con la tele a hacer un reportaje la noche de los Goya en un pub de Lebrija.

-Lebrija y La Isla Mínima. El río tiene algo. ¿Pensaron llegar tan lejos?

-Para nada. La idea surge hace siete u ocho años. Es después de Grupo Siete cuando empezamos a moverla. Y con la idea de situarla en 1980, un año muy crítico en la historia de España, creció muchísimo. La estimación más optimista pasaba por llegar al medio millón de espectadores. Nos la teníamos que jugar al prestigio y San Sebastián fue clave. Cuando nos sentamos y le dimos al play, que suele bajar la moral, vimos que tenía algo.

-Fue el último en hablar en la gala. ¿Se vio como Roberto Bodegas, Dibildos, Andrés Vicente Gómez, Agustín Almodóvar?

-Mi gente son mis colegas y amigos. Podíamos habernos ido a Madrid, pero era demasiado acartonado. Decidí montar la productora, yo que no era productor ni sabía nada de empresa. Tuvimos la suerte de dar con José Antonio Félez. Dicen que somos la pareja que más películas ha hecho en el cine español.

-¿Una empresa de cuántos trabajadores?

-En la película han trabajado unas cuatrocientas personas.

-¿La mejor película el mejor año del cine español?

-Se ha producido una reconciliación del cine español con su público. Se había producido un agotamiento de las historias y una politización excesiva, muy pastosa, que me desagradaba profundamente.

-En año electoral, ¿teme que los políticos quieran rentabilizar su éxito?

-Somos muy respetuosos con las instituciones. Nos halaga cuando la presidenta de la Junta nos recibe, o el alcalde de nuestra ciudad o el ministro viene. Es la gente que representa a los ciudadanos, a nuestros espectadores. Si viniera alguien a aprovecharse de esto, no nos gustaría.

-¿Qué cambió en el cine?

-Hace cuatro años nos reunimos con el consejero de Cultura, en plena crisis. La prioridad eran los hospitales y los colegios, pero con cifras en la mano le demostramos que por cada euro que recibíamos, aportábamos cinco. En los últimos años se han creado en Andalucía gracias al cine treinta mil puestos de trabajo. Existen equipos técnico-artísticos que permiten que vengan producciones como Juego de tronos.

-¿Han dejado sin argumetos a los que les critican por las subvenciones?

-La subvención que recibimos representa un diez por ciento de la película, una semana más de rodaje, de posproducción, redunda en la calidad de la película y la devolvemos por anticipado porque siempre llega dos años después.

-¿Habló con Wert?

-No hubo ocasión. Lo saludé en los premios Feroz y en el festival de Donosti.

-¿Su género favorito?

-Estoy deseando hacer una peli de ciencia-ficción en Andalucía.

-Se refirió a Silvio y a Camarón...

-En mi familia todos son músicos, pero yo tengo un oído nefasto.

-¿Una sesión continua?

-Stalker, de Tarkowski. Amarcord, Tiburón y Arrebato, de Iván Zulueta. Y de las más recientes, las dos Carminas de Paco León. Reflejan la poética underground andaluza.

-¿Vio Se acabó el petróleo?

-De niño. Un primo mío hacía de moro.

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