Inés Ceballos | Escritora

“Ya hay perspectiva para volver a la España del siglo XIX”

Inés Ceballos.

Inés Ceballos. / María Rosa de Isasa

Inés Ceballos (Madrid, 1974) es periodista y politóloga, aunque ahora está entregada a la literatura tras publicar La perla de Las Antillas (Caligrama), dedicada a la figura real de Mercedes Santa Cruz y Montalvo, condesa de Merlin, y consagrada a la Cuba de criollos y esclavos previa a su independencia. Se llevó más de cinco años investigando, remontándose a la propia genealogía y a su conexión con la isla para alumbrar el primer título de una trilogía para la que sigue indagando hasta llegar a Fidel.

–¿Mercedes Santa Cruz es una perla entre la perla de Las Antillas?

–El título de mi novela trata de recoger ese doble significado: de la protagonista, que decían de ella en Europa que era la perla de Las Antillas, una señora muy distinguida pero con la gracia criolla; y de Cuba, perla de Las Antillas, que a pesar de todos los avatares históricos lucha por su esplendor. La idea era tratar de La Habana colonial, en su doble faceta de esplendor y de tragedia por la esclavitud, que tiene un papel muy importante también.

–La protagonista nace en La Habana, viaja muy joven a Madrid, acaba en París y al final vuelve a Cuba. ¿Es ese periplo vital el que le da riqueza al personaje?

–Exacto. A ese origen criollo añade una educación a la europea, y el lanzamiento estelar lo tiene cuando se traslada a Francia y logra hacerse dueña de los salones de París. Lo que es muy interesante es que ella luego escribe sobre los problemas de la isla con una perspectiva mucho más ilustrada de lo que podía tener cualquier mujer criolla en aquel momento, por su educación y por su posición social. Mi novela no reivindica la aristocracia criolla ni las clases sociales elevadas sino cómo una mujer en esos momentos de la historia aprovechaba su posición para divulgar conocimiento.

–¿Y se le puede considerar la primera escritora latinoamericana aunque escribiera en lengua francesa?

–Esa ha sido siempre una de mis reivindicaciones y de otros muchos estudiosos, en el sentido de que ella es la primera escritora cubana latente. Pero los propios cubanos han distorsionado mucho su figura: era una cubana escribiendo sobre las cosas de Cuba pero para ellos era una extranjera porque con 12 años se había ido y pensaban que no tenía suficientes conocimientos de la isla como para hablar de ella.

–Sufre también el estigma del desarraigo.

–Tenía siempre esa sensación de patria perdida, porque echa de menos La Habana y por eso escribe sobre sus vivencias de infancia. Cuando la Guerra de la Independencia, no quería tomar partido por los franceses pero se casa con un general francés y no le queda más remedio que ir con los afrancesados. Ya en Francia encuentra el reconocimiento que igual no podría haber adquirido nunca ni en España ni en Cuba; encandila a la gente y llega a ser un personaje de fama.

–Hay en su historia una lucha evidente por la libertad: de los esclavos, de Cuba, de la mujer, ángel del hogar en la sociedad criolla.

–Es una expresión muy bonita, muy alegórica, pero, en el fondo, Mercedes no se conforma. Desde niña se da cuenta de que la mujer tiene que luchar también por tener su propia significación en la sociedad. La meten en un convento con 8 años, se escapa y siempre se rebela a ese papel subordinado. Y esa subordinación atribuida a la mujer creo que también le hace tener empatía y sensibilidad especial hacia los esclavos, con el mismo papel subordinado en la sociedad.

–Antes decía que en su narración hay un lugar destacado para la esclavitud.

–No quería resaltar sólo el esplendor de La Habana colonial y por eso la esclavitud tiene una significación muy importante, por esa lucha por la libertad. Mercedes, ya en edad adulta, es una de las primeras en favorecer reformas para que se ponga fin a la trata, como dice, “de una manera gradual y sin sobresaltos”, porque eran conscientes de que si las cosas no se hacían con cierta armonía podrían venir las insurrecciones de esclavos y poner la isla patas arriba, como luego sucedió.

–Hubo en la época esclavos muy importantes que usted incorpora a su novela.

–La manera que tenían los esclavos de acceder a la libertad era a través del conocimiento. Como le pasa a Mercedes, que se hace una mujer libre e independiente porque accede a los conocimientos y tiene su propio criterio. Juan Francisco Manzano es un personaje real, el primero que ya con diez años aprende a leer y a escribir, escribe sus poemas y su testimonio del maltrato que reciben, y eso es lo que a él le va a dar la libertad. Y Plácido, al que llaman el mártir de la libertad, porque fue el mulato que pagó con su fusilamiento toda esta denuncia que ya hacían ellos y esas ansias que tenían de que Cuba llegara a ser una nación independiente, que era por lo que ellos implícitamente luchaban ya.

–España quedaba lejos.

–A España ya la veían muy lejos y sentían que sólo se aprovechaba de ellos. Si España no les concedía representación en las Cortes, querían separarse, como luego iba a suceder. Y esa es la segunda parte de la novela que estoy preparando ahora. Creo que eso es muy interesante porque explica de dónde nace la independencia de Cuba.

–Lo suyo ha sido también un viaje interior al retomar una investigación de su bisabuelo, que escribió Nobiliario cubano.

–Me dijeron que siempre hay alguien que toma en la familia el testigo del trabajo de otro de una generación anterior, y en mi caso me sirvió mucho como inspiración, porque también mi bisabuelo había puesto el acento en Mercedes en su libro y la menciona por la relevancia que ya tenía en su momento. Luego me encontré con un grabado de ella que llegó a mi poder cuando yo apenas sabía de su vida, y todo fue el cóctel perfecto para adentrarme en la investigación.

–¿Tenemos que revisitar la España del XIX?

–La España del siglo XIX siempre se ha dicho que es la gran desconocida, quizá porque estaba todavía muy reciente y no había una perspectiva del tiempo. Ahora ya creo que hay perspectiva, se ve con cierta lejanía y sí que es un buen momento para volver y sacar conclusiones. Y en este caso el escritor tiene que hacer una leyenda justa de cómo han sucedido los hechos, o lo más objetiva posible, y que sea el lector el que haga sus propias reflexiones.

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