Jordi Sánchez | Actor y dramaturgo

"No entiendo el negacionismo"

Jordi Sánchez.

Jordi Sánchez. / M. G.

El actor y dramaturgo Jordi Sánchez (Barcelona, 1964) se ha hecho muy popular interpretando a Antonio Recio en la serie televisiva La que se avecina. Diplomado en Enfermería, una profesión que abandonó pronto, es autor de numerosas obras de teatro y, tras pasar 24 días en coma en la UCI por el Covid-19, presenta su segundo libro de narrativa, Nadie es normal (Planeta).

–Jordi Sánchez, el actor. Por no confundir con...

–Sí, sí, el actor que también escribe desde el principio.

–Es muy polifacético.

–No crea, sólo actúo y escribo. En todo lo demás soy muy malo: me quedan los cuadros torcidos cuando los cuelgo, conduzco mal, no me oriento bien...

–¡No se venda tan mal, hombre! Antes de seguir, ¿cómo está?

–Para lo que fue, estoy bien. Estuve 24 días en coma inducido, durmiendo, y mi familia esperando a que me despertaran. Me recuperé muy rápido, porque cuando me desperté no podía escribir, ni andar, ni nada. Estaba hecho una cataplasma, no entendía la felicidad del entorno.

–¿Ni escribir?

–La única vez que me pidieron un autógrafo en el hospital fue al tercer día y le dije a la señora, una auxiliar: "Mire, creo que no le voy a poder firmar porque no puedo escribir". Pero luego cogí el boli y lo pude hacer. Fue el autógrafo que he firmado con más alegría. Me ilusioné muchísimo.

–¡Qué situación tan extraña estamos viviendo!

–Pues sí. Nunca piensas que te va a pasar a ti y, sobre todo, tan fuerte. Yo estaba en mi casa con un trancazo grande. Al octavo día seguía con fiebre, me mandó una ambulancia una médico conocida y cuando llegué al hospital me dijeron: "Le vamos a intubar, si quiere hacer una llamada...".

–Y hasta hoy.

–Sí, estuve así hasta que me desperté, no me enteré de nada. Bueno, de algo sí, porque tuve unas pesadillas horribles, las llaman alucinaciones de UCI o algo así. Todas eran negativas, no había nada bueno. Moría parte de mi familia y me desperté confuso, fatal, hecho una mierda, deprimido. Pensé que había muerto mi hijo. Todo muy desagradable.

–¿Le ha llamado mucha gente?

–Me ha llamado muchísima gente y me han mandado muchos mensajes escritos. Aparte de los mensajes de los amigos que te dejan con la nuez en el cuello durante dos semanas, he recibido muchos mensajes de seguidores de la serie –La que se avecina–. Son muy bonitos y te arropan mucho. Hay gente que ha puesto una vela o ha rezado por mí.

"Qué obsesión por decir al prójimo cómo tiene que ser. Déjennos en paz, que seamos lo que queramos"

–¿Ha podido comer ya algún manjar contundente?

–Sí. Como comía por sonda nasogástrica, cuando me la quitaron tuve que comer papillas durante una semana. Pero cuando pude, me comí una tortilla. Y ya me he comido unos cuantos arroces. También unos huevos fritos, muy a gusto. Me cuido, pero me gusta comer.

–¿Si hubiera tenido la vacuna a mano, se la hubiera puesto?

–¡Hombre, y tanto que me la hubiera puesto!

–¿Astrazeneca, la que llaman la mala?

–Bueno, no soy científico. A mí los números me parecen muy pocos. Igual es más mala la fanta de limón, pero no puedo hacer una valoración sobre eso. Yo me la pondría, seguro.

–¿Ha visto la entrevista de Évole a Miguel Bosé?

–Sí, la he visto. No comparto el negacionismo, porque no lo entiendo. He visto cosas tan evidentes como esa foto del Palacio de Hielo de Madrid, con todos los cadáveres en fila encima del hielo porque no se podían enterrar... Eso es una pandemia como una catedral. Da igual el nombre. Si no le quieres Covid y le quieres llamar gripe 2 o gripe más fuerte... Lo de menos es el nombre.

–Pues sí.

–Es evidente que hay una pandemia, que ha muerto mucha gente y que mucha está enfermando. A mí me parece innegable.

–¿La vida es un regalo?

–No lo sé. A mí me gusta. Es un regalo si te va bien; si no, puede ser una pesadilla.

–¿Nadie es normal?

–El libro hace referencia a esa obsesión para encontrar la aceptación del entorno. Hay unas edades en que eso nos preocupa mucho y nos lleva a la inmovilidad. Mi abuelo me decía siempre: “Tú intenta que no se te vea, intenta no destacar, que no se te corten ni por arriba ni por abajo”. Es un consejo que vale para la guerra, que es lo que le tocó a él.

"Hay gente que ha puesto una vela o ha rezado por mí. Los mensajes me han arropado mucho"

–¿Vale para estos tiempos?

–En el mundo actual es contraproducente. Con esto de no ser diferente, en mi barrio todo el mundo quería ser o médico o mecánico y yo quería ser actor. A la gente le parecía eso algo marciano. El libro se podía llama Todo el mundo es normal, a pesar de cualquier cosa. Hablo de muchas cosas, siempre desde el punto de vista de la comedia.

–¿Cuándo dejamos de ser normales?

–Nunca. Cada uno se tiene que hacer el bocadillo como le dé la gana. Su relación de pareja tiene que ser como le dé la gana y escoger el trabajo que le apetezca, le guste o pueda hacer. El mundo diverso está muy bien.

–¿Quién da el carné?

–La educación, la religión y la moral ponen las normas. Y qué obsesión por decir al prójimo cómo tiene que ser. Déjennos en paz, que seamos como queramos.

–¿Por qué escribe?

–Para mí es muy liberador. Siempre le digo a la gente que, cuando tenga un problema, lo escriba. A mí me da mucha sensación de paz.

–Tiene en el horizonte dirigir una película, Alimañas. ¿Ha perdido el juicio?

–[Risas]. Bueno, yo no la produzco, sólo la codirijo con Pep Antón Gómez. El cine está como está, pero han aparecido las plataformas, que están dando mucha vida. La profesión está muy lastimada porque hay mucha gente en el paro. Hay muy poca gente que puede vivir del oficio.

–¿Al paso que vamos quedará algo de la cultura?

–Es muy difícil. Pero yo voy al teatro y, al menos, las plazas que te dejan ocupar están llenas.

–La gente tiene ganas.

–Soy optimista con las vacunas. En las residencias se está viendo. La gente tiene unas ganas de que le dé el aire y salir increíbles, poder tomarte una caña con un amigos sin pensar que lo tienes a metro y medio. Y poder tomarnos un arroz.

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