Luis Marcos | Farmacéutico

"Los egipcios ya se lavaban las manos"

El farmacéutico Luis Marcos.

El farmacéutico Luis Marcos. / M. G.

–No hay nada más viejo que una epidemia.

–Hay registros desde la Antigüedad. La plaga de Atenas, seguramente de fiebre tifoidea, está documentada gracias a Tucídides, un historiador al que le tocó vivirla. Fue alrededor del 430 a. C. y le costó la vida a un tercio de la población, incluida la del famosos Pericles. Desde antiguo, cuando aparecía un gran brote, la gente huía de las ciudades siempre que le era posible. El hacinamiento y la falta de higiene convertían las ciudades en un escenario ideal para las enfermedades infecciosas.

–¿Y los confinamientos?

–Siempre han sido frecuentes. Aunque no se tenían muchos conocimientos científicos, había sentido común. Lo lógico era mantener alejados a los enfermos. En la pandemia medieval de peste negra, las ciudades se cerraban para evitar que nadie entrara y saliera. Las medidas no eran tan diferentes de las actuales.

–¿Particularidades en algún encierro?

–En el medievo se produjo el primer empleo de armas bacteriológicas conocido. Los mongoles asediaron la ciudad de Caffa (actual Feodosia, Ucrania) y lanzaron al interior los cadáveres de personas contagiadas de peste con bastante mala intención, aunque el vector de la enfermedad es la pulga de las ratas, no los cadáveres. Los genoveses, que defendían Caffa, expandieron la peste por toda Europa cuando volvieron a su hogar.

–No hay nada más viejo que taparse la boca o lavarse las manos.

–Desde hace mucho se sabe que la higiene previene las enfermedades infecciosas. En Egipto ya lo tenían claro y ya se lavaban las manos. Los egipcios eran más limpios que los europeos medievales. En Roma también lo eran más que aquí hace un siglo.

–En el siglo XV empiezan a sucederse epidemias de nuevas enfermedades, como la sífilis. El misterio de los contagios empezaría ya a tratarse...

–Fracastoro, un médico de Verona de entonces, dedujo que había algo muy pequeño relacionado con las enfermedades infecciosas, lo llamó seminaria contagiosis. Pero el célebre Avicena ya usó el concepto del contagio cuatro siglos antes y los romanos se refirieron a pequeñas criaturas aéreas relacionadas con lo invisible que entraban en el cuerpo y provocaban enfermedades.

–Sin embargo, en el pasado remoto la tendencia era pensarse que las enfermedades eran ocasionadas por los demonios.

–En Mesopotamia, por ejemplo, se creía que la enfermedad se debía a espíritus malignos que se introducían en el cuerpo. Los tratamientos intentaban expulsarlos. Un método consistía en administrar heces al enfermo, pensaban que se irían de asco.

–Hasta hace poco ha habido quien ha achacado la enfermedad a un castigo divino.

–La enfermedades eran difíciles de entender. No se conocía su origen, así que buscaron en lo sobrenatural. Siempre ha habido dioses relacionadas con la salud. Los griegos tenían a la diosa Hygea, que se representaba con una serpiente y un cuenco o copa, que es el origen del símbolo farmacéutico más conocido.

–En Egipto fueron unos maestros de la cosmética.

–Era un lugar soleado y polvoriento y se cuidaban los ojos. Los rodeaban de color negro para protegerse de la luz. Los egipcios eran muy coquetos. También en Roma, donde el maquillaje era de lo más común, o en Grecia, donde hacían una especie de perfume con el sudor de los atletas.

–La Ilíada y la Odisea mencionan el cannabis, el opio y el beleño, un surtido con el que hoy se podría acabar en el calabozo.

–Los griegos, que eran unos grandes comerciantes, fueron muy prácticos en la adaptación de los saberes de las civilizaciones con las que entraron en contacto. Egipto, Mesopotomia, Persia, India, China… El comercio no sólo trajo nuevos remedios sino también ideas y conocimiento.

–De aquellos paraísos artificiales a los tocinos de cielo. La dieta es algo que los árabes aplican para lograr el corpore sano.

–En al-Ándalus se pensaba que si te alimentas bien, vives bien y no tienes preocupaciones, tendrías menos enfermedades, algo que es muy contemporáneo. El médico sevillano Avenzoar, también el sefardí cordobés Maimónides, recurrió a remedios dietéticos antes que a los fármacos.

–El descubrimiento de América supuso una revolución farmacológica.

–Desde luego. Llegaron nuevos remedios como la quina, pero también nuevos alimentos. De América llegó la patata, que salvó muchas vidas durante las frecuentes hambrunas que se sucedieron en Europa.

–¿Qué plantas de América fueron boticas plantadas en la selva?

–Hay muchas de las que se obtienen grandes cantidades de medicamentos, como la corteza de quina, un producto que era monopolio de la Corona de España. Los embajadores españoles la empleaban como regalo en sus visitas oficiales. Aún hoy se siguen buscando plantas en el Amazonas de los que sacar fármacos.

–Hubo siglos en los que la ciencia del fármaco avanzó por el extendido uso de los venenos en las intrigas palaciegas. Encontrar el antídoto era capital y los poderosos le dedicaron grandes gastos en I+D...

–El medicamento más importante de la historia, el que permaneció vigente más tiempo, la triaca magna, se usó inicialmente como antídoto frente a venenos y acabó siendo una panacea para todas las enfermedades. El más importante de sus 70 ingredientes era la carne de víbora. Pensaban que todo el animal era venenoso y serviría, en dosis adecuadas, como antídoto.

–El veneno está en la dosis.

–Eso lo estableció Paracelso, quien plantó cara a las tesis de Galeno, inamovibles desde Roma. Hoy se está probando si el veneno de una avispa, adecuadamente modificado, puede emplearse como antibiótico.

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