Entrevistas

"Los médicos añoramos a veces dos palabras: muchas gracias"

-Ustedes son el parachoques del sistema sanitario.

-Los médicos no somos el parachoques del sistema, sino los guías del sistema.

-Por si hay dudas, ¿qué hace un internista?

-Nuestro sistema sanitario está pensado para situaciones agudas, pero ahora, esencialmente, nos enfrentamos a situaciones crónicas. Un enfermo no suele tener un solo diagnóstico, tiene varios, y hay que actuar de manera personalizada. Los internistas aportamos la visión global del paciente. Repartimos juego. Intentamos diseñar trajes a la medida y para eso hace falta tiempo, que es nuestra gran limitación.

-¿Están valorados por la Administración?

-En el sueldo, como todos los profesionales sanitarios, no mucho y eso que somos rentables. Apenas necesitamos una mesa y una silla y damos más del 10% de las altas de los hospitales de España.

-¿Y les valora la clientela?

-Hemos pasado de la medicina paternalista de usted se toma esto y punto, al señor que llega y dice quiero que le hagan un TAC a mi padre. Un caso: una mujer de 84 años que tiene el Farreras (un libro de Medicina) entero, padece de todo y la familia rodeándonos y exigiéndonos, hasta que uno de los hijos salta y dice: "oigan, y pónganle células madre".

-Soportar malos modos, el "yo le pago a usted"...

-Se está produciendo un cambio muy importante en la relación médico-paciente y eso me preocupa mucho. La gente no es consciente de que la medicina es muy cara en tiempo, esfuerzo y también en dinero. Y no se valora. A veces añoro dos palabras mágicas en medicina: muchas gracias.

-¿Les piden milagros?

-Los milagros no existen. Los pacientes vienen por la pastilla que le quite los males, pero no se trata de una pastilla, sino de cambiar hábitos de vida y ya sabemos que es más difícil cambiar de hábitos que de religión.

-Los andaluces nos morimos mucho.

-(Ríe). Bueno, no. Los andaluces nos morimos antes. El triángulo Sevilla-Cádiz-Huelva tiene altos índices de mortalidad por enfermedades cardiovasculares. A la cabeza está hoy la insuficiencia cardiaca.

-El asesino invisible.

-Claro, porque al principio no duele. Pero también podría serlo la diabetes, la obesidad... hay muchos asesinos invisibles, pero el peor es la ignorancia. Necesitamos alfabetización sanitaria. A alguien le dices que tiene un cáncer y le destrozas; le dices que tiene insuficiencia cardiaca y dice "ah, bueno". Con una insuficiencia cardiaca tienes las mismas esperanzas de vida, o menos, que con un cáncer. Hay estudios recientes de prevalencia y podríamos decir que es una epidemia.

-¿Qué hacemos mal?

-Más tabaquismo, comemos mal... ¿usted come de cuchara, come fruta?

-Poco.

-La dieta mediterránea cada vez se practica menos. Tendría que estar en las escuelas no como un asunto sanitario, sino como un asunto de Estado.

-Nuestros niños están cada día más gordos.

-Cada vez se hace menos ejercicio, están encerrados en las casas. A principios del siglo XX la esperanza de vida en Europa era de 40 años y acabamos el siglo con una esperanza de más de 70. Siempre creciendo. Bien, por primera vez los niños nacidos en el Reino Unido en 2003 tienen menos esperanza de vida que la que tuvieron sus padres y la causa es la obesidad.

-¿Qué nos depara sanitariamente la crisis?

-Depresión, tabaquismo y alimentación barata con mucha grasa: comida rápida. Más obesidad, más accidentes cardiovasculares... Y, claro, con limitación de recursos.

-Es jefe de estudios de los residentes del Hospital de Jerez. ¿Qué les enseña?

-Lo mismo que en cualquier hospital y, además, en Andalucía se les enseña un plan común: ética, investigación, a comunicarse con el paciente...

-Que el paciente ayude...

-El paciente tiene que implicarse, conocer su enfermedad. Luego, él decide. Al fin y al cabo, no se trata de vivir a cualquier precio, sino de vivir lo mejor posible. El paciente decide, pero tiene que saber y nosotros tenemos que explicarle. También ese es nuestro deber.

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