Carlos Taibo. Profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid

"El paro del 34% lo ha causado la economía del crecimiento"

  • Es uno de los principales referentes españoles de la teoría del decrecimiento: en un mundo de recursos finitos, no es posible el crecimiento económico de manera indefinida.

La cita tiene lugar entrada la noche en la terraza de un bar del barrio de Isla Chica, en Huelva. Profesor titular de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Autónoma de Madrid, es uno de los principales referentes españoles de la teoría del decrecimiento: en un mundo de recursos finitos, no es posible el crecimiento económico de manera indefinida. Reside en Vallecas, pero se mantiene fiel a sus orígenes coruñeses: "Este año sube el Dépor, seguro".

-En Andalucía, con un paro del 34%, ¿cómo se vende el decrecimiento?

-El mensaje del decrecimiento nos dice que podemos vivir mejor con menos si distribuimos la riqueza de manera adecuada. Más allá de esto, debemos repartir el trabajo, cosa que a un parado le parecerá una buena noticia en la medida en que esto implicaría generar puestos de trabajo. El desempleo superior al 34% lo ha generado la economía del crecimiento, no la del decrecimiento.

-¿Cómo repartir el trabajo?

-Hay que cuestionar la lógica del capitalismo, buscar otro tipo de prioridades, donde el objeto de satisfacción sean las necesidades sociales, no el beneficio privado. Eso implica un cambio drástico de mentalidad y cuestionar todo el esquema de organización empresarial existente en este país.

-¿Le ha comprado algún empresario la idea?

-En Francia parece que hay empresarios interesados en el decrecimiento, pero sospecho que sólo en algunas de sus vertientes y no en el proyecto conjunto.

-¿No se parece el modelo que usted defiende al que se trató de poner en marcha en la vieja Europa del Este?

-Creo que el comunismo nunca se puso en práctica. El sistema soviético fue una forma de capitalismo burocrático de Estado, pero me gustaría creer que hay opciones diferentes al comunismo de los países del Este y al capitalismo. La posibilidad de que la sociedad se autogestione desde abajo es un horizonte respetable al que hay que dar una oportunidad.

-Usted crítica la adquisición imparable de bienes, muchos de los cuales salen de fábrica con una obsolescencia programada.

-Ese es un retrato cabal del sistema en el que estamos. En EEUU hay una bombilla funcionando desde hace más de cien años, pero no se fabrican más de ese tipo porque no son interesantes para las empresas. Lo mismo le digo sobre los teléfonos móviles o los coches. Lo que importa es el beneficio privado y no las necesidades sociales, menos aún atender a deberes ecológicos elementales. En los países en los que se han tomado medidas para hacer frente a la obsolescencia programada, la presión de los lobbies empresariales ha operado desgraciadamente en sentido contrario.

-Más de seis horas de viaje en tren y autobús entre Granada y Huelva. ¿Es un mal menor o hubiera preferido viajar en AVE?

-La degradación de la mayoría de las infraestructuras tiene que ver con dos circunstancias: una apuesta irracional por el AVE, un tren de alta velocidad para los ricos, que ha hecho que muchos recursos económicos fuesen ahí en vez de a modernizar la red de ferrocarril convencional y, en segundo lugar, una apuesta descarada por el transporte privado.

-¿Mejor los trenes convencionales?

-Mucho mejor porque requieren inversiones mucho menores que el AVE sin haber grandes diferencias en el tiempo de transporte. Además, esta obsesión por viajar rápido es un retrato fiel de un problema social. La prisa por llegar rápido a todas partes me produce estupor.

-¿Se avanza más yendo más lento?

-Pues sí. El modelo social actual aniquila otras formas de vida más acordes con el medio en el que vivimos. Se está aniquilando la vida rural, con sus valores, y es un proceso al que debiéramos prestar más atención crítica.

-¿Y usted, qué coche usa?

-No sé conducir. Si supiera sólo habría leído una tercera parte de los libros que he leído porque viajar en transporte público me permite leer. Y me da para mucho.

-¿Le parecen alcanzables los Objetivos del Milenio marcados por la ONU para 2015? Reducción de la pobreza, del hambre, de la propagación del sida...

-Hace muchos años que sabemos que no se van a cumplir. Esos objetivos nacieron desde un modelo que no cuestionaba la lógica del sistema, que aceptaba, por ejemplo, que el FMI siguiese dictando las reglas del juego y que, en un planeta donde hay recursos para todos, el objetivo fuese simplemente reducir la pobreza y el número de muertos por el hambre. Esos puntos de partida anticipaban la derrota.

-Uno de los grandes problemas del planeta son los recursos energéticos, limitados y en pocas manos. ¿Confía en las renovables?

-Me temo que los avances tecnológicos en energía renovable lleguen tarde. El riesgo del colapso ya está ahí. Y al margen de eso, debemos preguntarnos si el estilo de vida que llevamos es lo suficientemente saludable como para que aparezcan nuevas tecnologías que nos permitan seguir con él.

-Como experto en política internacional, sobrevolemos el mapamundi:  Oriente Próximo.

-Sigue siendo la zona de unión de tres continentes y el recinto más rico en materias primas energéticas, lo cual es paradójicamente una mala noticia para la inmensa mayoría de sus habitantes por la codicia desmesurada de sus dirigentes y de las grandes potencias que las gobiernan.

-¿Es la hora de América Latina?

-Soy bastante escéptico sobre los procesos de cambio que se están dando, aunque dibujan una realidad claramente preferible a la de hace unos años. Venezuela, Bolivia, Ecuador, son proyectos muy marcados por la lógica del Estado, con dirigentes carismáticos que reproducen muchos vicios del pasado.

-¿Qué futuro le augura a la Primavera Árabe?

-Es la zona del mundo donde se desarrollan los conflicto bélicos más duros, más ahora cuando el petróleo y el gas se están agotando y el pastel hay que repartirlo entre pocos agentes. Creo que depositamos demasiadas esperanzas en la Primavera Árabe, aunque pueda dejar un poso de cambio.

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