Entrevistas

"En la vida diaria, tan importante es olvidar como recordar"

-En el momento de ponerse a recordar, como decía aquél, ¿el secreto está en saber elegir lo que debe olvidarse?

-No sé si hablamos de mí o de la novela. El personaje de la novela narra unos cuantos recuerdos que, de alguna manera, están enlazados unos con otros. Fue trabajoso porque yo quería que estos recuerdos deslavazados conformaran la historia de la niñez y la juventud de la protagonista, que el lector acabara conociéndola íntimamente. En cuanto a la vida real, creo que tan importante es olvidar como recordar. Cuando se tiene el pasado demasiado presente es porque hay un dolor no superado. El resentimiento o el rencor pueden convertirse en una enfermedad, incluso la nostalgia es a menudo engañosa y dañina.

-A ver, ¿qué teníamos ayer, bueno o malo, que no tengamos hoy?

-Si se refiere al país, me resulta imposible hacer un análisis y, además, me estoy quitando de opinar. En cuanto a mí, lo que tenía en los ochenta era juventud, y no la echo de menos para nada. No soy nostálgica. Sólo añoro el tacto, la voz, el olor de mi hijo cuando era pequeño, pero ya llegarán en el futuro más niños a casa y nos dedicaremos al puro disfrute de esos nuevos niños, como es propio de los abuelos.

-Pues démosle la vuelta a la tortilla. ¿Qué tenemos ahora, bueno o malo, que no tuviéramos en los años 80?

-Ya le he dicho que me estoy quitando... Tal vez entonces teníamos la sensación de que el futuro nos ofrecía más posibilidades y eso nos hacía más temerarios, más valientes, quizás más solidarios, pero no me pongo ninguna medalla; entonces era más sencillo.

-¿Qué le ha dado usted a Antonia, la protagonista de Lo que me queda por vivir, además de una circunstancia y unos recuerdos similares a los suyos?

-Le he dado vida. He creado a una mujer de carne y hueso. La he hecho trabajar, ser madre, vagabundear por el Madrid de los ochenta. Le he dado toda mi vulnerabilidad de entonces, también un carácter nada dócil, que se parece al mío.

-¿Y le ha dado ella algo a usted? ¿La ha ayudado a ajustar cuentas con algo o con alguien?

-Yo no necesitaba este libro para ajustar las cuentas con nada ni con nadie. Me pareció que esa madre joven en esa época concreta era un gran material literario. Una joven profesional en el Madrid de los ochenta que vive intensamente, pero que no habla de la Movida. Esto tiene mérito si se tiene en cuenta que nuestra generación se ha encargado de proclamar que la Movida ha sido lo más importante que pasó en aquella España. Pues mira, no. En España cambió de la aldea más pequeña a la ciudad más grande. Fue una transformación de la que no se escapó nadie.

-¿Y en lo de llamarla Antonia hay algún homenaje encubierto?

-Antonia era el nombre de mi madre, ése es el homenaje.

-John Lennon decía algo así como que la vida es lo que te va sucediendo mientras tú estás empeñado en realizar tus sueños…

-Estoy completamente de acuerdo. Pero es que además mis sueños siempre han sido a muy corto plazo, se lo aseguro: escribir el próximo artículo, el próximo libro, o cuando era muy joven: dirigir un programa de radio. Procuro no perderme en sueños lejanos, entre otras cosas, porque no quiero que pase el tiempo.

-En su novela, a veces, la sensación de pérdida es muy acusada. ¿Cuántos y cuáles trenes se le han escapado o ha dejado escapar?

-Se me escaparon algunos trenes, sí, pero creo que no merecían la pena. También yo dejé escapar otros, y bien perdidos están.

-La novela empieza con una cita de Emily Dickinson: "Sólo el amor puede herir. Sólo el amor puede aliviar la herida". ¿Es así, el amor es lo único que nos salva?

-En mi caso, sí, por eso elegí esta cita de Emily Dickinson. Si no viviera con el hombre que quiero, podría sobrevivir, pero no hay nada comparable a sentirse querido a diario.

-La novela habla del pasado, pero el título apunta al futuro. Dígame lo que le queda por escribir…

-Espero que algunas novelas más, tal vez algún guión de cine, y artículos de prensa, aunque estoy deseando bajar el ritmo. Lo necesito.

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