La rapidez es un activo en la vida, imprescindible en la política, aunque lo habitual es que con tanto acelerón nuestros campeones de la fórmula del poder se acaben estampando en las curvas de la incoherencia, lo que no es óbice para que al final de la carrera les puedan sacar el placebo de la bandera ajedrezada, que lo de más vale honra sin barcos que barcos sin honra es un rollo moralista que reina melifluo en las hemerotecas, que es como decir polvo en el viento.

Una obligación de un hombre para no perderse el respeto es pensar. Por sí mismo. Si se deja llevar por las ideas y axiomas (temporales, claro) de los líderes políticos más afines a sus ideas, corre el riesgo de volverse majareta. El rey de la baraja no es Felipe VI, sino el cortoplacismo, que a éste no lo destrona ni Cristo. Lo ha expuesto certero Toni Roldán, uno de los críticos de Cs pies en polvorosa. "¿Cómo vamos a superar la dinámica entre rojos y azules si nos convertimos en azules?".

En la carrera de espejos deformes en la que Pablo Casado circuló en paralelo a Vox, el piloto novato no comprendió a tiempo que esta ya no es la España de su referente (Aznar) y que el ala dura del PP da para lo que da de sí, que no es mucho a tenor de lo visto en Murcia: si esa gente no tiene un portavoz mejor que ese individuo que insulta sin más cual tuitero grosero agazapado en el anonimato seguro que más de uno de sus votante se maldecirá por haber votado a eso.

Rivera ha pasado de la gloria de sus números electorales al infierno de sus numeritos con Vox, que lo ha vuelo a dejar con las vergüenzas a aire, al exhibir los ultraderechistas el papelito que firmaron con el PP, socio preferente de Cs, al que los populares han metido en un lío con  su juego a dos barajas, cerrando un pacto con unos y otro con los otros, pero en distintos términos. Con los unos (Vox) el PP contemplaba la cesión de parcelas de poder: con los otros (Cs) se ignoraba a los de Abascal, que han montado en cólera. 

Lo que deriva en el papelón del ofuscado Rivera, que en su subidón quiere tomar el pelo no sólo a Vox y a los españoles, sino hasta al mismísimo Elíseo. Y a todo esto, Casado recupera el pulso en su genuino giro al centro ¡del brazo de los extremistas! ¡Olé! ¡Viva el Rey!

¿Quién es el rey de esta obra? El que está a la bartola, Pedro Sánchez, por mucho teatrillo que gaste reuniéndose con todos. El mejor alumno de Rajoy. ¿Lo peor? Los guionistas. El final de la película será el previsible. La suma será con Cs. O a votar otra vez. ¿Con Rivera no? Ja, ja, ja.

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