España

El bombero-torero no deja la plaza

  • Otegi se empeña en negociar después de que ETA le pisoteara la rama de olivo

Filosofar es una de las ocupaciones favoritas de los que se empeñan en buscar argumentos hasta debajo de las piedras para justificar conductas o idearios nauseabundos y hasta el más ruin siempre se sacará razones de la manga para ir con la cabeza alta. Arnaldo Otegi, licenciado en Filosofía y Letras, bien sabe de esto y que es más sencillo escribir diez tomos sobre principios del ramo que aplicarlos. Mucho más en el caso del terrorismo etarra, ese proyecto totalitario que se desangra y que morirá, cómo no, matando. Nuestro hombre fue homenajeado ayer en Elgoibar, su localidad natal, donde le acabarán poniendo una calle como a todo difunto ilustre, en un proceso que se aceleraría a poco que sacara los pies del tiesto, extremo que certifica el caso Yoyes. Pero no habrá lugar.

Sólo hubo que ver el espectáculo del que estaba catalogado como número uno del aparato político y militar de ETA, Francisco Javier López Peña, Thierry, cuando fue apresado en mayo en Burdeos, ese tipo descompuesto que daba vivas a la organización terrorista como un poseso, pensando seguramente en la larga estancia que le aguarda entre rejas, un mal necesario para ciertos animales. Con esos líderes, que ni siquiera mantienen la compostura para mantener la moral de la tropa -cada vez más diezmadas-, no es de extrañar que la banda destile impotencia y que sus comandos caigan como moscas. Nada que ver la ruptura de la última tregua con la anterior (1999), cuando ETA desató una carnicería que dejó una marca (46 muertos) aún felizmente lejana de la media docena de vidas segadas desde que el enésimo proceso de pacificación saltara por los aires en el aeropuerto de Barajas. Si ahora mata menos no es por tacticismo, es sólo que está moribunda.

Thierry nació en la localidad vizcaína de Galdácano, donde algunos adolescentes cantaban en los 80 aquello de que te ha pillao el carrito del helao para referirse a las acciones terroristas, cuando la cosa tenía hasta cierto aura de rebeldía contra lo que sus mayores consideraban la opresión del Estado. Ahora, con la patraña al desnudo y archidemostrado que los que pasaban por libertadores del País Vasco sólo son una mafia de la que sus miembros nunca renegarán en público impunemente, el pacificador de Elgoibar se rebela contra el padrino, pero con la boca pequeña de los cobardes.

Quién te ha visto y quién te ve. Apostó por sacar el conflicto de las calles y por la negociación. Incluso recibió las bendiciones del presidente del Gobierno. Ahora ha salido de prisión apesadumbrado por el ostracismo que le dedicó la izquierda abertzale y parece amordazado. Todo un autista, no se da por enterado de que con ETA no se puede hablar ni de que las propuestas que lanzó en Anoeta rama de olivo en ristre (2004) -sendas mesas de negociación Gobierno-ETA y entre los partidos- han sido arruinadas por la banda. Y, erre que erre, llama a negociar. Y dice (veremos) que seguirá en la brecha. Mala noticia. Su tribu necesita un valiente, un bombero para apagar este fuego, o un torero que lidie con ETA, no a este bombero-torero.

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