Doble fondo

¡Viva España!

El presidente de Vox, Santiago Abascal, valorando los resultados electorales en la madrileña plaza Margaret Thatcher.

El presidente de Vox, Santiago Abascal, valorando los resultados electorales en la madrileña plaza Margaret Thatcher. / Juan Carlos Hidalgo (EFE)

No le queda otra a este aliviado que pedir perdón a sus compatriotas. Hasta el 28-A, engrosaba la legión de temerosos convencidos de que los españoles de bien -según se autodefinen los de bandera-, los españolazos -los del hiperbolismo caricato que deriva de acomplejados siglos de oscurantismo-, y hasta la gente normal, que diría Rajoy (desde aquí se le oye la risa mientras repite el inapelable otro vendrá que bueno me hará), iban a llevar en volandas a los guardianes de las esencias patrias que galopan clavando espuelas odiosas sobre los que llaman rompepatrias (todo el que no se envuelve en la manoseada tela), para irrumpir con aire marcial en el Congreso. Democráticamente, para variar.

Miles de españoles esperábamos entre el repudio, la irritación y el cerote el aluvión de salvapatrias de nuevo cuño, esos hiperventilados pasados de revoluciones y ebrios de aroma rojigualda que soñaban con un asalto en tromba y se van a conformar con ejercer una estéril vigorexia redentora a la par que vociferante (daba repelús ver como poseído a Ortega Smith la noche electoral en la muy propia Plaza Margaret Thatcher, junto a la Plaza de los Sueños Rotos, digo de Colón).

Han logrado 24 escaños, arruinando sus espectaculares expectativas y los miedos de la otra España, la que no pone banderas nacionales en los balcones y que, en algunos casos, osa identificarse hasta con la tricolor republicana que ondeaba hasta que un tipo bajito con vox, digo voz, atiplada se cargó el invento de la democracia por el bien de los buenos españolitos para rescatarlos de las garras de ese Frente Popular que, según Santiago Abascal, se ha reencarnado entre los neocomunistas, separatistas y terroristas.

Que me perdonen mis compatriotas, es que no me fiaba del grueso, pero han dado toda una lección al pintar el nuevo paisaje político y han puesto a cada uno en su sitio. El vendaval ultraderechista ya se ha hecho un hueco en el Congreso, pero tendrá una presencia casi testimonial, que les va a dar poco más que para llenar la Cámara Baja de soflamas. Y banderas, claro, que lo del bazar chino en plena Carrera de San Jerónimo es cuestión de (poco) tiempo.

Los españoles podemos presumir de que la ultraderecha sólo ha recolectado un 10,26% de votos, muy por debajo de la húngara del Fidesz (44,7%), del PIS en Polonia (37,6%), del FPÖ austriaco (26%), de la Liga de Salvini (17%) o del Frente Nacional en Francia y de Alternativa por Alemania (AfD), que doblan a los chicos de Abascal.

Así que brindo por mis compatriotas, que de paso han castigado al triste émulo, Pablo Casado, divorciado de medio electorado del PP. Y que para colmo han dejado a dos velas a los antiespañoles, que no podrán segur interfiriendo en las cosas de casa.

¡Viva España! (republicana).

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