España

El nuevo Rajoy

  • Al presidente del Gobierno se le ve más seguro, con prisas para tomar decisiones cuando antes se las pensaba mucho, más comunicativo y decidido a no quedarse callado en las reuniones internacionales

NO se llevaba excesivamente bien con Merkel, afirman quienes han tenido oportunidad de verlos juntos en el pasado. A pesar de pertenecer los dos al Partido Popular Europeo y compartir objetivos y adversarios, Angela Merkel nunca prestó más atención a Rajoy que la estrictamente necesaria, la que marca la cortesía, quizá porque pensó que jamás alcanzaría la Presidencia del Gobierno español y a la canciller le gusta codearse con quien tiene responsabilidades de poder y toma decisiones, como ella misma. Por eso ha sorprendido tanto esa escena cogidos los dos de la mano, así como el respeto y el afecto que se advirtió en el encuentro que mantuvieron en Berlín.

Decían en Bruselas hace pocas semanas que Merkel y Sarkozy se volcarían con Rajoy dada su satisfacción por perder de vista a Zapatero que se había convertido en un auténtico problema para la UE del euro. Pero los mismos que hacían esa reflexión afirman ahora que empieza a haber sintonía entre Merkel y Rajoy, y que se acrecienta la que tenía el presidente español con el francés. Por la desaparición de Zapatero de la escena política, pero también porque Rajoy ha tenido una buena entrada en Bruselas, tanto por su coraje al abordar la crisis como incluso por su forma de establecer las relaciones personales.

En el Rajoy presidente se perciben varios cambios respecto al Rajoy líder de la oposición. Sus ministros -ninguno se refiere a él como Mariano sino como presidente, mientras que la mayoría de los ministros socialistas llamaban José Luis a Zapatero- cuentan que se le ve firme en sus decisiones e implacable en el marcaje de los tiempos, cuando siempre tuvo fama de indeciso y de sentir excesiva tendencia a dejar que los problemas se dejaran sin resolver a la espera de que lo hiciera el transcurso del tiempo.

En la reunión que mantuvo el pasado lunes con los miembros de la dirección del PP sorprendió a todos con el calendario concreto de propuestas, insistiendo en que la presentación de determinadas leyes e iniciativas en los que había incidido en la campaña electoral tenían fecha límite para su tramitación. Pero no ha sido esa la cuestión en la que se advierte mayor cambio de actitud: ha aparecido un Rajoy cercano con los suyos, más dialogante y pendiente de los demás. Por ejemplo, en los días inmediatamente posteriores a que anunciara la composición de su primer Gobierno llamó a varios de sus colaboradores: los que habían aparecido en todas las quinielas y le constaba que se es sentían decepcionados por no haber sido invitados a formar parte de su primer equipo. Con alguno de ellos incluso se reunió en Moncloa. Les explicó uno a uno que no podía contar con todos, que les agradecía el trabajo realizado en estos años, que la vida da muchas vueltas y que con toda seguridad trabajarían juntos dentro de un tiempo.

Un Rajoy por tanto muy pendiente de los descolgados que ha sorprendido a quienes le han tenido siempre por una persona que no se preocupaba especialmente por la situación en que quedaban sus colaboradores una vez que eran apartados de una lista electoral o un cargo institucional, excepto cuando se trataba de amigos personales.

Ha recuperado lo que siempre fue norma no escrita en los gobiernos y que sin embargo no se cumplió en los tiempos de Zapatero: en las reuniones del Consejo, los viernes, los ministros se dirigen unos a otros llamándose ministro y tratándose de usted. Se hizo así incluso con Felipe González, y de nuevo el usted vuelve a sonar en la mesa del Consejo a pesar de las estrechas relaciones que unen a los ministros desde tiempo atrás.

En contra de lo que podría pensarse, mantiene una excelente relación personal con el rey Juan Carlos, quien siempre ha dicho que sus relaciones con los distintos presidentes han sido perfectas porque él siempre se ha empeñado en que lo fueran, pero para nadie es un secreto que sintonizó especialmente bien con el Adolfo Suárez de los primeros años y también con Felipe González, mientras que las relaciones con Aznar fueron simplemente correctas, como ocurrió con Rodríguez Zapatero aunque con este último existía más cordialidad que con Aznar. Ahora da la impresión de que tanto don Juan Carlos como el nuevo presidente se sienten muy cómodos en sus entrevistas, hablan en profundidad y en plena confianza de todos las cuestiones incluidas las más espinosas y el Rey empieza a encontrar las claves del peculiar sentido del humor del presidente.

El cambio de Rajoy lo advierten sobre todo los que estaban cerca de él y siguen estando en su nuevo destino. Se le ve más seguro, con prisas para tomar decisiones cuando antes se las pensaba mucho, más comunicativo y decidido a no quedarse callado en las reuniones internacionales aunque no se maneje bien en inglés.

Porque tiene dos objetivos: uno, poner en marcha el proceso que genere empleo en España y aleje la crisis. Dos, convertirse en un referente en la UE. Es el presidente europeo con mayor poder en su país -gobierno central y la mayoría de los gobiernos autonómicos y municipales- y quiere recuperar el terreno perdido. Su carta de presentación es precisamente su inmenso poder.

De momento, Merkel le coge de la mano, una imagen que echa por tierra la idea de que se trata de dos políticos distantes y con escasa capacidad de seducción.

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