Semifinal · Alemania-Turquía

Rustu-Lehmann: un duelo en la decadencia

  • El portero turco volvió a cometer un fallo decisivo en la recta final del partido, que esta vez sí le costó la eliminación. Su homólogo alemán pudo hacer mucho más en los dos tantos que encajó.

Esta vez no. Alemania no perdona y no entiende de milagros. Sólo de trabajo. Otro fallo crucial de Rustu, que protagonizó un duelo de porteros acabados con Lehmann, terminó por echar a Turquía de la Eurocopa. Ni siquiera 'el profeta' Senturk pudo convertir las piedras en goles en el esperado último minuto. Esta vez esa gloria fue para Lahm. Senturk no pudo rescatar el honor de su guarda. El alemán sí fue el salvador de Lehmann.

Los dos metas, el germano de 38 años y el turco de 35, dieron un espectáculo de reflejos lentos, malas salidas y miedo bajo los palos ante el empuje rival. Resulta difícil de creer que no haya dos cancerberos mejores en ambos países, pero para sus seleccionadores, parece que no los hay. Terim ni siquiera contó con Demirel, que fue expulsado contra Chequia y cumplió partido de sanción en cuartos. El 'emperador', pese a la mala actuación de Rustu ante Croacia, volvió a confiar en él y le salió mal.

Lehmann, cuya figura corpulenta, su calva en la coronilla y su eternidad para llegar a cualquier balón abajo recuerdan a Zubizarreta en el final de su carrera, dio el primer 'destello' del show. Corría la primera parte y el rechace de un remate desde la derecha le caía a Boral. No cabe duda de que la pelota le fue a parar al área pequeña, pero el remate fue ramplón. Casi sin fuerza. Pero ahí estaba Lehmann, tardando un siglo en caer al suelo. Otro en cerrar las piernas para que el gol acabara entrándole por debajo. 1-0.Pero afortunadamente, Schweinsteiger se compadecía de él y en unos minutos empataba el partido con un golazo. 1-1 en el marcador, pero, en el suyo particular con Rustu, ya se había ganado el mérito de aventajarlo en un error.

El portero turco no iba a ser menos. Guardaba su mejor bala para el final. El partido todavía estaba empatado. Faltaban diez minutos para la prórroga y un centro desde la izquierda anunciaba su oportunidad. No sólo para ponerse a la altura de Lehmann. No. Sino para superarlo. Una salida lenta, sin fuerza, en la que los puños no llegaban a la pelota. Klose sí, como no. Con la cabeza ponía el 2-1 en el luminoso. Hubiera jurado que entre la línea de meta y el punto de penalti había 20 metros en lugar de 11, pero fue sólo Rustu.

El turco miraba al cielo. Como la semana pasada cuando se lució ante Modric en la prórroga. Buscaba con su mirada a Senturk, su socio para convertir en hazañas las casi tragedias luego transformadas en hazañas. Y éste le respondió. En el 86, un balón desviado a penas a un metro de Lehmann entraba. Otra vez abajo. Otra vez una vida para tirarse y llegar, y encima mal colocado, pero se le puede perdonar. Estaba muy cerca.

El cancerbero otomano volviá a soñar. Esta vez con el cuarto milagro. La profecía que les conduciría a la final en un camino lleno de sorpresas. Quedaba tiempo, incluso, como en el día de la República Checa, para machacar a los alemanes. Pero Alemania es Alemania, y no hubo intervención divina. Lahm se plantaba sólo en el 90 ante el viejo Rustu, que no podía hacer nada ante el golazo del lateral. Turquía se marchaba como más duele, como ellos mismos echaron a Croacia y Chequia. Lehmann y Rustu habían empatado en su duelo particular. Del que no parece, y más les conviene, que vaya a haber reedición. Por el bien del corazón de los suyos. Por el bien del disfrute de los demás.

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