Felipe VI

Donde cabemos todos

U N Rey constitucional como Felipe VI no ha tenido ningún problema en poner la Constitución como santo y seña del reinado que ahora inicia. En su letra y en su espíritu. De la letra, al reconocer que la unidad y la diversidad de España, reflejada en sus lenguas cooficiales, caminan juntas. Del espíritu, con su llamamiento a no romper los puentes de entendimiento que ha sido el principio inspirador del consenso que tan buenos frutos ha dado a lo largo del reinado de su padre.

Su primer discurso como Rey ha sido una intervención de reconocimiento constitucional pero también pegada al terreno, cercana a las preocupaciones de la gente, a sus problemas y a sus esperanzas. Si se trata, como pretende Felipe VI, de que haya una monarquía renovada para un tiempo nuevo se precisa, igualmente, que aquellos que tiene la obligación de trabajar en la dirección apuntada por el nuevo Rey para seguir haciendo de España un lugar en el que cabemos todos se pongan manos a la obra con generosidad. Que el deseo regio no se quede en eso.

Felipe VI ha confirmado que sabe lo que se esperaba de él, que ha de dar ejemplo de cercanía a los ciudadanos mediante la observación de una conducta "integra, honesta y transparente", porque es consciente de que sólo así logrará ganarse el respeto de los ciudadanos y afianzar la Corona. Ha sabido mostrar sintonía con la mayoría social que ve en la necesidad de abordar los efectos de la crisis económica, una de las prioridades sobre las que han trabajar todos los responsables políticos y económicos. Luego, ha mostrado su preocupación por la desafección de la ciudadanía hacia las instituciones políticas y ha llamado a colaborar en la recuperación de su prestigio con espíritu constructivo y solidario; y por último, ha abordado el problema territorial desde la perspectiva constitucional que podía hacerlo, como símbolo de la unidad de España que representa pero también poniendo el acento en aquellos aspectos que no han sido abordados debidamente o que han sido voluntariamente olvidados. ¿Quién restaurará los puentes del entendimiento? ¿Quién está dispuesto a reconocer, con Felipe VI, que los sentimientos no se han de utilizar para enfrentar o dividir sino para convivir y compartir? Todos los actores que pueden contribuir a encarrilar el debate territorial se encontraban en el Congreso de los Diputados escuchando.

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