Feria de Málaga

Feriantes infatigables a cuatro patas

  • Los caballistas son un elemento imprescindible de la fiesta · Desde ayer desfilan por el Cortijo de Torres

Los primeros visitantes del real no fueron ayer los feriantes, que habían vivido en la pasada noche una intensa jornada de fiesta y aguantaron un poco más hasta volver al recinto, sino los caballistas y los enganches, que como cada Feria pasearon sus adornos por las calles del Cortijo de Torres durante la mañana.

Pasado el mediodía comenzaron a desfilar los primeros enganches y coches de caballos que estrenaban sus adornos en las calles del recinto. Se hacían notar a su entrada inconfundibles a lo lejos por las portadas de Tabacalera y Echegaray por el sonido de los cascabeles que adornan muchas de las cabelleras de los ejemplares. Los carros, la mayoría de madera, iban llegando cargados de los primeros feriantes que se disponían a pasar el día en el real de la Feria.

Los caballos que paseaban por las calles Antonio Rodríguez y Peñista Rafael fuentes brillaban pulcros hasta el más mínimo detalle. Las crines rubias de algunos de ellos lucían delicadas trenzas, mientras otros mostraban su impoluto pelo liso, que previamente habría sido peinado cuidadosamente.

El borlaje que adornaba la cabeza de los caballos, esas bolas de colores que se mueven al trote o al paso del animal, coloreaban a su paso las calles con todos los pigmentos del arco iris. Aun así las favoritas eran las de color rojo, amarillo y verde e iban a juego con los detalles de los carros y los fajines de los feriantes.

A bordo de los carros iban los cocheros que lucían trajes de campero grises y beige mientras agarraban las riendas de los caballos para guiarlos por el ferial. Algunos hacían honor a otros tiempos con sombreros de copa negros y trajes blancos hasta los pies donde calzaban las, sí imprescindibles, botas en su vestimenta, así como los pequeños adornos plateados que lucían con espuelas y pequeños detalles ecuestres.

De todos los tamaños eran los enganches que desfilaron por las calles del real. Un diminuto carro para dos personas tirado por un poni contrastaba con la altura de otro de los coches que era arrastrado por cinco caballos y en el que iban subidas unas diez personas. Caballistas de todas las edades montaban también con su traje de fajín característico sobre los animales.

Como explicaban algunos de los cocheros hay dos formas de decorar los caballos: a la vaquera, en la que se le colocan el borlaje y los cascabeles, o a la inglesa, cuando se cuida el aspecto sin colocar adornos externos. Engalanados de cualquiera de las dos formas, estos animales son sinónimo de feria e infatigables asistentes al Cortijo de Torres que no pueden refrescarse con una bebida con alcohol fría.

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