Punto de vista

Roberto Pérez Toledo

Roberto Pérez Toledo.

Roberto Pérez Toledo. / Ruben Gatto

Roberto Pérez Toledo era mucho Roberto. Se nos fue por sorpresa hace poco. A los 43 años. Justo la misma semana en que una pieza teatral hermosísima se representaba en la Sala Pequeña del Teatro Español, a la vez que la Academia de Cine había organizado una retrospectiva de sus cortometrajes a la que él no pudo asistir.  

Roberto supo radiografiar como nadie las relaciones personales. Las más auténticas, las más sinceras, las aparentemente más impúdicas. Mostrándolas con una sencillez que daban gato por liebre: tanto sus guiones como el modo en que dirigía a sus actores aparentaban una facilidad bajo la que se escondía un talento que su llorada ausencia va a colocar donde corresponde.  

El hueco que deja Roberto Pérez Toledo no puede ser sustituido tan fácilmente. Su intuición para hablar de los sentimientos más auténticos, de las leyes del deseo sin artificio alguno, para defender los derechos LGTB esquivando en todo momento el cliché, le convierten en un creador genuino y auténtico. Algunas de sus pequeñas piezas de cámara, de esos cortometrajes muy cortos, como es el caso de Los gritones, son para quien suscribe verdaderos clásicos.  

El Festival de Málaga estrena su obra póstuma, Lugares a los que nunca hemos ido, un largometraje construido con una serie de cortometrajes, el formato donde Roberto se encontraba más cómodo, y en el que encontró sus mayores éxitos, junto a Los amores raros, con un atípico metraje de 60 minutos.  

Dado que el pase llegará al final la penúltima jornada de Festival, cuando todos estaremos exhaustos, y con el riesgo de que se solape con noticias de peso como el palmarés y ciertos homenajes, valgan estas líneas como toque de atención. Lo último de Roberto Pérez Toledo merece mucho la pena

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios