Todos los acreditados veteranos sabemos que pasadas las cinco primeras ediciones del Festival las parrillas de la programación comenzaron a echar humo y se inició una carrera de solapamiento de actos que no ha hecho más que aumentar año tras año. A las secciones de Largos, Cortos y Zona Zine se fueron sumando otras muchas, de las que la dedicada a un país invitado, y las premières internacionales son las últimas, aunque seguro que habrá más en el futuro.

Que la ubicuidad es imposible lo supo cualquier invitado, invitado o asistente al Festival de Málaga prácticamente desde sus inicios. Así debe ser. Es el aliciente del evento. La enorme pluralidad de su oferta. Pero percibo que durante el primer fin de semana se tira la casa por la ventana. Dicho de otro modo, se concentra la mayor cantidad de eventos. Que se sitúen las películas más mediáticas, es algo comprensible (por un lado, las más apreciadas por los cinéfilos, Cinco lobitos o Alcarrás; por otro, las que agotan las entradas en cuestión de horas por su popularidad, como Camera café).

Pero es que además se concentra el concurso íntegro de la sección oficial Cortometrajes, con esos cuatro bloques con títulos temáticos tan contundentes. Además, dentro de la siempre interesante sección de Documentales, se exhiben en pase único los de tres figuras imprescindibles de nuestra cultura contemporánea: Julieta Serrano, Mario Camus y Miguel Ríos.

Comprendo que la atención mediática, en cualquier festival que se precie, tienda a acumular pesos pesados las jornadas de sábado y domingo. Pero agradeceríamos mucho que hubiese posibilidad de repescas para estos maravillosos docus o del caviar que presenta la sección de cortos, a lo largo de la semana, incluso después de que los jurados hayan visionado sus trabajos.