Festival de Cine Sevilla

Autopsia de un magnicidio con sombra de conspiración al fondo

  • Amos Gitaï presenta 'Rabin, the last day', un filme entre el documental y la ficción sobre el traumático asesinato del primer ministro israelí.

A Isaac Rabin lo mató un 4 de noviembre de hace 20 años después de un multitudinario mitin Igal Amir, un joven perteneciente a un grupo ultrarreligioso de extrema derecha que creía que, acabando con la vida del primer ministro de Israel que más cerca estuvo de alcanzar la paz entre los palestinos y el Estado judío, estaba sacrificándose por su pueblo al impedir la consumación de una traición de magnitud inconcebible. Son los hechos acerca de los cuales no cabe hoy ninguna duda razonable. Y además de eso, Amos Gitaï sostiene algo más; algo más terrible, más perturbador y al cabo mucho más triste aún: esos tres disparos -sobre los que Amir jamás ha mostrado el menor signo de arrepentimiento- ejecutaron el crimen definitivo, pero antes de éste, durante mucho tiempo -desde que los Acuerdos de Oslo crisparon hasta límites extremos a un sector de la sociedad israelí cuya punta de lanza fueron grupos de colonos y rabinos de intransigencia colindante con la demencia-, se produjo un implacable y meticuloso asesinato moral de la figura del primer ministro laborista, que desembocó no sólo en esa muerte sino en el recrudecimiento del bucle de la violencia que vive la región, de la que ustedes han tenido continuas noticias desde entonces.

Esa es la tesis de Rabin, the last day, una película que se esperaba con gran expectación en el festival, no sólo por tratarse del último trabajo de una de las figuras más prominentes e internacionales de la cinematografía israelí, sino también, obviamente, por el tema que aborda, siempre espinoso. "Hice este filme en calidad de ciudadano israelí que ama su país y que está preocupado por el rumbo que han tomado las cosas en los últimos 20 años", dijo Amos Gitaï, que compite con esta obra en la Sección Oficial cuyo palmarés se dará a conocer hoy. "Además, en España, donde ha habido inquisiciones y dictaduras, y en cuyas calles se pueden ver aún reminiscencias del franquismo, supongo que podrá entenderse mi propósito. Hago esta alusión al pasado franquista de España porque a veces es muy fácil convertir en exóticos los conflictos lejanos", añadió el director, sionista confeso, pero desde luego no de la cuerda del actual primer ministro, Benjamin Netanyahu, que en la película apenas aparece en persona pero es retratado, con un par de pinceladas, como un ser cínico y siniestro; tras la rueda de prensa, en la que no quiso hablar de él, ya sin micrófonos, se le oyó definirlo como "a piece of shit", en español literalmente "un pedazo de mierda". Y fue además herido durante la Guerra de Yom Kipur en 1973, episodio tras el cual Gitaï decidió dedicarse a hacer cine, en detrimento de los estudios de Arquitectura que había realizado.

"Creo que por desgracia la cultura no es la forma más eficaz de cambiar la realidad; la cambian mucho más, sin ir más lejos, tres disparos. Pero elegí ser cineasta porque creo en hacer cine como gesto cívico, en el cine que se confronta con la realidad, y en este sentido creo que ya es hora de que el cine abandone su derrotero de show business y retome su valor como forma de expresión política", afirmó Gitaï, que presume de decir "las mismas cosas aquí [en España] que en Israel". Allí, en el estreno de la película, el pasado día 4, en el aniversario exacto del magnicidio que sacudió los cimientos de la política en Oriente Próximo, convocó a más de 2.000 personas. "La reacción fue muy fuerte, la gente estaba muy conmovida", dice el cineasta sobre ese público en el que se encontraba Simon Peres, ex primer ministro y ex presidente de Israel y en su momento estrecho colaborador de Rabin. Y con Peres recordando la tragedia del asesinado y las circunstancias en que tuvo lugar se abre precisamente el filme.

Tras ese prólogo solemne con información de contexto, Gitaï viaja "hacia adelante y hacia atrás en el tiempo", siempre con los confusos instantes inmediatamente anteriores y posteriores al asesinato como eje, empleando material de archivo, imágenes en su mayoría impactantes, cargadas de tensión, que suponen, dijo, "el 10%" de la película. El resto es una recreación dramática, con actores pero "en todo momento" basada en documentos y testimonios reales, que gira en torno a la comisión de investigación que se constituyó. En el aire, flotando entre esos hechos verificados, se cuela una ominosa e imprecisa sombra de conspiración y patética negligencia por parte de las autoridades.

"Rabin sufrió ataques salvajes. Pero nadie es retratado en la película con un perfil angelical. En ninguno de los dos bandos. Justo cuando Rabin decidió retirar las tropas de los territorios ocupados de Cisjordania se produjo la peor cadena de atentados palestinos contra civiles en Israel, incluyendo múltiples bombas en autobuses. Y por eso en la película no hay nadie angelical, porque siempre hay, en los dos bandos, gente que no quiere la paz", lamentó Gitaï, quien sin embargo procura no caer en el "determinismo". Hoy no se dan las circunstancias, pero si hubiese un líder en el Gobierno de Israel afín a las ideas de Rabin, ¿se desataría la misma virulencia, habría manifestaciones de compatriotas clamando por su muerte y representándolo vestido con uniforme nazi como le pasó al primer ministro asesinado? "Cuando estás en medio de un conflicto lo más fácil es decir que no hay nada que hacer, pero yo creo que la historia es dialéctica, y que avanza. Creo que hay esperanza. Es más, tenemos que conservarla, porque la esperanza es necesaria para inyectar energía a la realidad".

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