Festival de cine de Sevilla | Balance del palmarés 2019

El jurado siempre tiene la razón

Hace ya tiempo, desde su crecimiento desproporcionado más orientado a las estadísticas de la supervivencia, las subvenciones, los patrocinios y el impacto turístico-económico que a las verdaderas necesidades de su público, incluso del cinéfilo, que decidimos no entrar en esa vertiginosa y extenuante carrera por querer verlo todo en este SEFF que ha cumplido dieciséis ediciones tras conseguir el ansiado objetivo de traer a Sevilla los inocuos Premios del Cine Europeo.

Seleccionamos así concienzudamente entre la maraña de la programación aun a riesgo de perdernos numerosas joyas, nombres emergentes o propuestas insólitas de la última temporada, sabiendo que más tarde o más temprano caerán en nuestras manos, llegarán a la cartelera o se las llevará el viento de la intrascendencia. Seleccionamos y cumplimos además con el trabajo de revisar íntegramente la nutrida Sección Oficial, escaparate para los pesos pesados del cine de autor previa sanción de Berlín, Cannes, Venecia, Locarno o Karlovy-Vary. Y ahí, cómo no, encontramos grandes películas como Sinónimos, del israelí Lapid, Tommaso, del maestro Ferrara, Technoboss, del portugués Nicolau, El traidor, de Bellocchio, Martin Eden, de Marcello, ganadora del Giraldillo de Oro, o la que probablemente ha sido el gran descubrimiento y también la gran olvidada del palmarés junto a Tommaso (supongo que era difícil de justificar o, sencillamente, que no han visto su grandeza), esa Longa noite del gallego Eloy Enciso que nos recuerda que el cine aún tiene mucho y hermoso que decir sobre la manoseada memoria histórica.

Fueron esas nuestras favoritas junto a los osos animados de Mattotti y Buzatti, el misterioso Souvenir de Joanna Hogg, que bien pudiera haber sustituido a alguna colega en el concurso, o la segunda entrega de los diarios de Angela Ricci-Lucchi que nos regala su viudo Gianikian. Pero también De una isla, un corto experimental de apenas 25 minutos en el que José Luis Guerin emerge literalmente como ínsula de lucidez, poesía y pureza entre tantas tendencias y discursos con fecha de caducidad.

Así las cosas, el palmarés de este año, cortesía de Alemany, Bozon, Purivatra, Siminiani y Solomon, no puede parecernos más ecuánime, repartido (huele a consigna) y sensato: casi todas las nuestras se llevan premio, y las que no, como Dios existe, su nombre es Petrunya, habían gritado bien alto su candidatura a la mejor actriz para Zorica Nusheva, aunque sea compartida con Marta Nieto por Madre.  

También parece sensato premiar a Zumiriki, de Oskar Alegría, en Las Nuevas Olas, aunque hayamos tenido que buscar “palingenésico” en el diccionario para entender las argumentaciones del jurado. A su lado, Arima, de Jaione Camborda, no desentona como propuesta insólita aunque irregular en busca de una voz original. Lo tenía fácil, pero el Jurado Asecan volvió a hacer de las suyas: El reflejo de Sibyl era, de largo, una de las peores películas de oficial. Y en la pedrea sectorial estaba claro que Petrunya también recogería algo de manos de las Mujeres Andaluzas de los Medios Audiovisuales. De lo premiado y no visto, mejor no hablar. Supongo que, por una vez, todos contentos.

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