Crítica 'Las mil y una noches 2: el desolado'

Gomes frena y disfruta del paisaje

Las mil y una noches 2: el desolado. sección oficial. Drama. Port-Fra-Alm-Sui, 2015, 131 min. Direcció: Miguel Gomes. Intérpretes: Crista Alfaiate, João Pedro Bénard, Margarida Carpinteiro.

La segunda entrega de Las mil y una noches de Miguel Gomes fluye más remansada, con menos nervio y los capítulos dejan de encabalgarse para mostrar límites claros. De las tres historias, la primera es la que parece más ajena a las maneras del director, quien mientras sigue la ambigua peripecia de este Simao "sin tripas" se confía a Monteiro y sus Veredas, a la que recuerda el breve episodio en las ruinas. El segundo cuento, sin duda el más gomesiano, el que más concentra la naturaleza de excedente anti-austero de este experimento fílmico, apila casos ante una severa jueza que asiste a cómo cada testigo del juicio público abre la puerta a un nuevo delito. No se pierdan aquí a Manuel Mozos como el "furioso da catana".

Por último, el tercer cuento sigue a las idas y venidas del pequeño perro Dixie en tanto cambia de dueño y manos en un depauperado edificio de vecinos que recuerda al de Tabú, suerte de rompeolas de ilusiones e historias, y en el que lo real-desapasionado coquetea con lo irracional y espectral a la manera del primer Brisseau y de Apichatpong.

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