Cultura

Viejas postales del cine sueco

Everlasting... EFA. T.O. : ‘Maria Larssons eviga ögonblick’. Sue-Din-Nor-Fin, 2008, 131 min. Dirección: Jan Troell. Intérpretes: Maria Heisken, Mikael Persbrandt, Jesper Christensen.

No sabíamos nada de Jan Troell desde que Hansum (protagonizada por Max Von Sydow) apareciera por las estanterías de algún videoclub allá por 1997. De hecho, tan sólo cinco películas del cineasta sueco han tenido estreno comercial en España, lo cual es realmente poco para un autor que goza de una importante reputación en su país natal, e incluso en los Estados Unidos.

Fue gracias al prestigio del que Bergman disfrutaba entre los intelectuales y cineastas norteamericanos en la década de los setenta lo que  disparó el interés por descubrir nuevos nombres de una cinematografía que tenía en Troell y sus bellas, pero algo huecas, imágenes (no en vano, casi siempre conjugó su antiguo oficio de director de fotografía con el de realizador) al candidato ideal para entusiasmar a la Academia de Hollywood, que lo nominó a varios Oscars (entre ellos mejor película y mejor director) por Los emigrantes, interpretada, forzando más el errado símil con el autor de El séptimo sello, por Max Von Sydow y Liv Ullmann. El éxito de Los emigrantes, que abundaba en la tradición paisajística sueca, alumbró una secuela (La nueva tierra) e incluso alimentó una breve y desastrosa aventura americana (La esposa comprada, Huracán), que junto a su exitoso díptico y su ya lejano debut (El fuego de la vida) fueron los únicos títulos que se dejaron caer por nuestros cines.

Su última obra narra una historia situada a principios del siglo XX en una Suecia inflamada por conflictos sindicales, y con la amenaza de la I Guerra Mundial alzándose en el horizonte. María, una joven de clase trabajadora, madre de seis hijos y con un marido bebedor y mujeriego, gana una cámara de fotos en una tómbola y decide quedársela. A través de la cámara, María logrará asomarse al mundo con otros ojos, al tiempo que poco a poco va conquistando mayores cotas de libertad personal, siempre lastrada por su fidelidad a un matrimonio imposible, el cual terminará por marcar toda su vida.

A pesar de su exquisita fotografía, cofirmada por el propio Troell, la cinta adolece de esa narración morosa y vetusta (algunos optimistas dirán clásica), que ya era vieja hace cuarenta años, y que hoy evidencia inocultables signos de esclerosis cinematográfica. Eso sí, la gran escuela sueca de actores demuestra que sigue en forma, y su pareja protagonista (Maria Heisken en el papel principal y Mikael Persbrand poniendo su rostro al esposo maltratador) brilla a gran altura.

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