Cultura

El baile de los alemanes

Jerichow. Alemania, 2008, 93 min. Dirección: Christian Petzold. Intérpretes: Benno Fürmann, Nina Hoss, Hilmi Sözer.

La deficiente y cutre Sección Oficial del SFC nos sirve hoy para rescatar e incluso sobrevalorar el cine del joven Christian Petzold, quien, como ya hiciera con Yella dentro de esta misma cita festivalera, regresa con otro largometraje digno y modesto que da más de lo que apuntan sus convencionales formas. Nunca estuvo mejor Petzold, en nuestra opinión, que en Gespenster (2005), mucho más misteriosa y errática que su último cine, pero el alemán, mientras tantea con timidez una mayor audiencia, no ha dejado por ahora de confiar en sus mayores. Hablamos del esencial ensayista (en palabras y en celuloide) Harun Farocki, quien ya mediante consejos ya mediante una participación directa en los guiones (cuando no le ofrece los cimientos documentales para un filme de ficción: así el par Nicht ohne risiko/Yella), parece guiar la carrera de Petzold dirigiendo sus bocados a la sociedad poscapitalista centroeuropea.

Como ocurriera en Wolfsburg (con Muerte de un ciclista o Un cierto día) o en Yella (Carnival of souls), también Jerichow se construye sobre un imaginario cinéfilo fuerte y concreto (El cartero siempre llama dos veces). Lejos del plagio, pues la rima es explícita, Petzold busca en estos argumentos de probada pregnancia un cimiento que se mueva poco: sobre él ejecuta un ejercicio de decantación que elimina el glamour cinéfilo y deja las estructuras desnudas, listas para ajustarlas a nuestros días. Así, Jerichow vuelve a ser un filme predecible, pero seco y silencioso.

El triángulo de esta película lo conforman un veterano del ejército de vuelta a casa sin honor, un turco que posee una cadena de locales de comida rápida y la joven esposa de éste, una mujer que detesta a su marido aunque le deba casi todo. El primero entra a trabajar como conductor en el entramado de negocios del segundo y no tarda en establecer la pertinente relación adúltera con su desencantada esposa. Pronto también empezarán juntos a planear el asesinato del turco. Sobre el esquema archiconocido, Petzold sigue la estrategia kieslowskiana (No matarás) de cargar al marido inmigrante de esos vicios tan perseguidos en nuestros días y que tanto dan que hablar en las tertulias televisivas: el turco es xenófobo con la minoría asiática, es celoso, maltrata a su esposa de vez en cuando y no duda en abusar del alcohol antes de coger el coche. Los blancos de piel no osan ser tan vehementes ni expresan sus opiniones de cualquier manera. Ellos sólo se dedican a calcular la mejor fórmula para exterminar.

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