LA OPINIÓN

Bárbara Yáñez Feria

El Festival, patrimonio cultural de Huelva

El origen del Festival de Huelva está en el seno del antiguo cine-club de la ciudad y en la iniciativa de José Luis Ruiz y su equipo. Surgió en un contexto cultural ligado a un proceso importante de la historia de España: la Transición democrática. En él se empezaron a mostrar y a denunciar, a través del cine, las injusticias cometidas por las dictaduras que asolaban Iberoamérica y que secuestraban la vida cultural de aquellos países. Se creó cierta empatía cultural por parte de los que habíamos vivido recientemente circunstancias parecidas. Fue una plataforma de lanzamiento de un cine con considerables dificultades de distribución y se convirtió, como apuntó el crítico argentino José Agustín Mahieu, en pionero en su temática, anterior incluso al Festival de Cine de la Habana (Cuba). Tal fue su éxito, que era, por esos años, el máximo difusor en Europa del Cine Iberoamericano. Consiguió labrarse un merecido prestigio con una selección exquisita de películas, que habitualmente se estrenaban aquí, y contó con la presencia de personajes de la cultura iberoamericana como Luis Buñuel, María Félix, Mario Moreno Cantinflas y una larga nómina de literatos, cineastas, guionistas, actores y productores que pertenecen hoy a la historia del cine.

Después de 38 ediciones, este Festival ha cambiado en su formato. Pasada la Transición, y después de llevar ya unos años instalado en la democracia, España y Huelva entraron en un proceso de globalización cultural que ha provocado la desaparición de algunos elementos que conformaron parte de su identidad.

Los festivales, por lo general, están ligados a determinados espacios donde tienen lugar muchos de los actos preparados para su celebración, por ejemplo, los hoteles. En San Sebastián es muy conocido, por alojar estrellas, el Hotel María Cristina, y en la Mostra de Venecia está el Hotel Excelsior, que guarda orgulloso el recuerdo de actores como Greta Garbo o Clark Gable. En los comienzos de nuestro certamen, el Hotel Tartessos acogía a gran parte de los participantes y allí se llegó a fraguar el llamado "espíritu de Tartessos", del que habló el que fuera jefe de prensa del Festival, Vicente Quiroga. Otros espacios muy importantes donde gravitaba el ambiente cultural de la muestra onubense eran los cines del centro de la ciudad: el Emperador y el Rábida, que ya hoy no existen. Su destrucción podemos asociarla, por un lado, como apunta el profesor José Vicente García Santamaría, al fenómeno del multiscreening, que comienza a darse a partir de la década de los noventa en toda Europa, y que consiste en la construcción de "macrocomplejos cinematográficos", para frenar la pérdida de público en las salas. La ciudad de Huelva además se niega al reciclaje de edificios históricos y con valor patrimonial, y eso ha afectado a estos dos viejos cines que perdieron su función original y su destrucción fue inevitable, a pesar de que, incluso, el cine Rábida está catalogado como obra señera de la arquitectura contemporánea en Huelva por el IAPH (Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico). La desaparición de estos cines parece innecesaria pues en Madrid, por ejemplo, se conservan cines como el Doré o Callao, y no por ello ha perdido esta ciudad su aire de modernidad. Su ausencia, ha marcado bastante el cambio en el Festival y ha difuminado, en gran medida, sus inconfundibles señas de identidad, ligadas a las calles del centro. Ahora Huelva cuenta con sus multisalas de cine, sitios impersonales e hiperclimatizados, en los que solo interesa vender. Estos espacios, afirma García Santamaría, nos dan una "sensación de seguridad". En Huelva, hemos sacrificado esos cines, que guardaban la memoria del Festival, para sentirnos protegidos. Parecen cambios nimios e insignificantes, pero no lo son sin tenemos en cuenta que son elementos patrimoniales que construían la identidad del Certamen.

He vivido el Festival durante muchos años, pero no comprendí la extraordinaria dimensión cultural y la huella que había dejado hasta el 2010 en que comencé mi investigación, sobre el mismo, en la Filmoteca Española. Viendo una película ganadora en el Festival en 1985: El beso de la mujer araña del director Héctor Babenco, me percaté de que conocía no sólo al actor William Hurt, sino a la actriz Sonia Braga, y pude comprobar, con cierta satisfacción, que mi escaso bagaje sobre cine iberoamericano había comenzado en 1997, cuando acudí a la rueda de prensa que ofreció la actriz en la Casa Colón. No creo que sea la única que guarde estos recuerdos, pero quizás sólo los miramos desde la nostalgia, porque el Festival es un acontecimiento cultural reciente que lucha por sobrevivir y nos cuesta, por esa inmediatez temporal, comprender la dimensión histórica y el alto valor patrimonial que éste tiene. Alejándonos del recuerdo y la nostalgia podemos preguntarnos ¿Siente el público al Festival como un patrimonio cultural de la ciudad de Huelva?

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