Festival Cine Málaga

Árbol va (con sudor y lágrimas)

Mirabilis. Zonazine. España, 2014. Dirección y guión: Clara Martínez-Lázaro. Guión: Manuela Moreno, Susana López Rubio. Reparto: Roberto da Silva, Sara Martín, Diego Fabiano, Iggy Rubín, Juanra Bonet, Daniel Piqueras, Raúl Navarro, Ángel Morenilla, Virginia Riezu, Esther Acevedo. 

Se escucha algo de Lynch sobrevolando las hojas de este Mirabilis.Pero es un viento seco y sin vida que le sirve de poderoso y efectivo herbicida. Esta cinta nace de un proyecto que comenzó siendo una webserie, formato que hoy día puede valerse de una audiencia radical (la que traga por un lado, y a la que le cuesta salivar por otro) para proyectar algo más que el nacimiento de una semilla. Ahí está la hilarante Malviviendo, con la que Mirabilis sólo puede presumir de compartir formato.

El tono de comedia surrealista no deja de estar en relieve durante la hora y media de metraje, y con dificultad podría disiparse; está subrayado por el sudor y las lágrimas del espectador. Uno por el aguante, y lo otro por el esperado final. Porque ante todo, es una película mal construida. El humor puede chirriarle a todo el mundo, ya que es un recurso universal, y debe valerse de cierto porcentaje de ese cáracter para acabar brotando. Y alguna carcajada retumbó en la sala, aunque no tardara en perderse.

Pero donde los engranajes pueden ser de acero o de hierro, el eje que alimenta la maquinaria no puede ser de madera. La conversión de webserie a largometraje implica la posibilidad de perder peso o ganarlo; el resultado final es impredecible dentro del canon. Y se nota. A la media hora Mirabilis quiere acabar, quiere dejar un cliffhanger al que le interese para retomarlo tal vez en un cuarto de hora, y dentro de su estructura, la irregularidad del ritmo es demencial. Después, es evidente que cuesta levantar el sopor de esa suerte de coitus interruptus que se extiende hasta el infinito, ya que expone una amplia batería de tramas, recoge algunas, y luego siembra otras. Después, abandona, y ya volverá a la carga en unos momentos. 

 

La trama emplea este letargo narrativo para después complementarse con un pretendido absurdo que se queda en el ridículo. Hay metáforas ecologistas, amorosas, existencialistas, y casi todas tratan de divagar sobre lo estática que puede llegar a resultar la vida del hombre (usando la planta como símil). O sea, sí, se puede llegar hasta este punto, hilando liana con liana hasta estamparse con esa secuoya que es, ay, la sobreinterpretación.

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