Festival Cine Málaga

Una ciudad vestida para la ocasión: primeros ambientes

  • La alfombra roja y la exposición de fotos de la Agencia Efe lucen ya en la calle Larios.

Si el Festival de Cine Español busca una mayor conexión con la ciudad (un empeño materializado en el ciclo previo Málaga de Festival, cuyas últimas actividades se celebran hoy, si bien algunas de sus exposiciones se mantendrán en los próximos días), la población cuenta con signos de sobra para caer en la cuenta de que la próxima edición está al caer. La quilométrica alfombra roja lució ayer en la calle Larios para el desfile general del respetable, el menos acostumbrado a los flashes; y en la misma vía se inauguró la exposición de fotografías de la Agencia Efe Detrás de la pantalla. Medio siglo de cine en Málaga (1950-1998), donde comparece un bonito ramillete de figuras, de John Huston a Antonio Banderas, de Stanley Donen a Tippi Hedren, pasando por el Fernando Fernán Gómez que recibió el homenaje de la primera edición del Festival de Málaga (en jubilosa ejecución del saludo anarquista), en estampas netamente malagueñas para variopintos rodajes y citas, desde la capital a Ronda, desde Marbella a Antequera (allí rodó Mario Camus La casa de Bernarda Alba). A partir de mañana llegarán los photocalls en el Muelle Uno, el glamour de las galas y la jauría de los fans en la puerta del Málaga Palacio. Todo forma parte, al fin y al cabo, de la exultante celebración de lo efímero que es el Festival de Málaga.

Tal y como apunta el director del certamen, Juan Antonio Vigar, el ritmo en la venta de entradas supera ya al de los últimos años, así que habrá que acostumbrarse a ver muchas colas hasta el domingo 26. Ayer quedaban pocas entradas a la venta tanto para la gala inaugural de mañana como para las que se celebrarán hasta la de clausura, el sábado 25. Esta respuesta del público responde, claro, a la calidad de la oferta, pero también a las facilidades en cuanto a precios y abonos, con compensaciones progresivas (más descuentos a mayor número de entradas adquiridas). Conviene apuntar, por tanto, que, al contrario de lo que sucedía no hace mucho, el festival ya no es un fenómeno ajeno a los malagueños, ni un festín servido únicamente para los artistas y los próceres de la industria. El interés por sus actividades crece cada año y esto, en consecuencia, debe tener como respuesta una mayor exigencia.

Sin una nómina excesiva de figuras televisivas (ganchos prioritarios para el gran público, de los que tanto se abusó en su momento) por exhibir, el Festival de Málaga ha demostrado que el mejor modo de ganar al público es el cine, sin más. Respecto a lo que pueda dar de sí el palmarés, la película ganadora de la Biznaga de Oro, 10.000 km de Carlos Marqués-Marcet, resulta representativa de la medida en que el ciclo alcanza a ayudar a una película pequeña y modesta en sus aspiraciones. Que no todo va a ser el fútbol, oiga.

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