Elecciones

Cabeza y demasiado corazón

  • Rajoy se enreda en su aire beligerante y es incapaz de alterar el ritmo del debate, que casi siempre fue marcado por Zapatero. Para colmo, la niña volvió de colofón

Misión casi cumplida. Mariano Rajoy salió bien librado ayer del segundo pulso ante un rival que se lleva infinitamente mejor que él con la cámara, un handicap difícil de sobrellevar en acontecimientos como el de un debate en televisión ante millones de ojos. El candidato del PP se manejó con más soltura que una semana antes pero se enredó en su beligerancia. Menos nervioso y más pausado, se le notó más suelto desde el minuto uno, en la presentación, cuando lejos de aparecer encorsetado y con aire acartonado se mostró más distendido, jugando con las manos, entrelazándolas, como diciendo aquí estamos, sin complejos... Pero, ¡ay! sólo pudo convencer a los fieles, a los que le votarán sin ningún genero de dudas el domingo pase lo que pase y digan lo que digan. Por eso se ha quedado a medio camino. Le pierde su vehemencia. Ese aire de suficiencia con el que corrige a Zapatero es su perdición. Esas coletillas de usted no se entera suenan a falta de respeto. Así no hay ninguna manera de pescar en caladeros ajenos, que era de lo que ayer se trataba.

Es una banalidad y todo juicio sobre vencedores y vencidos en el cara a cara depende del cristal con el que se mire, pero desde este grueso par (de cristales) que me acompaña esto suena, insisto, a dulce derrota del candidato popular. La cronología del debate muestra un equilibrio en los dos primeros tramos que fue dinamitado cuando saltó a la palestra la lucha antiterrorista. El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Rajoy es el hombre y la piedra es ETA. En el último tramo, nada de nada.

Vayamos por partes. El primer mandamiento de Rajoy es que "no se puede negar la realidad", justo lo que viene haciendo Zapatero en todos los órdenes, como el económico. Fue éste un eco puro y duro de los reproches y las cifras del encontronazo de hace nueve días. Catastrofismo contra la mirada positiva. Pero el guión lo alteró la referencia de Rajoy a la primera pregunta que le presentó a Zapatero en una de las sesiones de control al Gobierno. Aseguraba que era de economía. Zapatero lo negó. Y se sacó un conejo de la chistera. "Aquí la tengo señor Rajoy". Efectivamente, era una pregunta genérica. Patinazo del candidato del PP, cuanto más doloroso por su persistencia a lo largo del debate, pues la cuestión saltó de bloque en bloque.

En el segundo, el de las políticas sociales, Rajoy intentó llevarse el agua a su molino, el del "descontrol en la inmigracion", y cuestionó que haya tantos acuerdos con los países emisores como dice el Gobierno, diez. Seguimos esperando la respuesta.

El tercer bloque fue un curso magistral de Zapatero sobre cómo llevar la batuta y marcar los tiempos: ETA, Iraq, 11-M. Rajoy mezclaba sonrisas incrédulas con algún bajonazo de mirada a su interlocutor, agrupaba su labio inferior sobre el superior mientras movía la cabeza de un lado a otro. "Usted mintió a los españoles pidiendo más tropas en Iraq tras retirar las suyas", acertó a replicar.

Rajoy estuvo algo plomizo al abordar la política institucional -no se cansa de exprimir los males del Estatut- y en el de los retos de futuro se deshizo en guiños al profesorado aunque no trasladó ninguna propuesta de calibre para el ruinoso sistema educativo.

Y la niña sigue en su cabeza.

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