La jubilación de un veterano trabajador de los juzgados de Sevilla

El vigilante que paró al presidente

  • El guarda de los juzgados del Prado José Medina García se jubila tras dos décadas en el control de los accesos. En esta entrevista cuenta algunas de las anécdotas que ha vivido durante su labor.

El vigilante de los juzgados José Medina / ANTONIO PIZARRO

Todavía no habían dado las nueve de la mañana de un día cualquiera en los juzgados del Prado de San Sebastián de Sevilla. José Medina García se hallaba preparado en su puesto en el control de acceso para recibir a las miles de personas que cada día acceden a esta sede. Un hombre enjuto, con traje oscuro, muy moreno y semblante serio se dispuso a entrar. El vigilante se dirigió a este hombre, al que no conocía, y le comentó que “hasta las nueve” no podía acceder a los juzgados, porque a esa hora es cuando se abre al público el edificio.

Antes de que el hombre pudiera dar alguna explicación, su escolta apareció por detrás para comentarle al guarda de seguridad que había parado al entonces presidente del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) Augusto Méndez de Lugo, que venía de inspección a los juzgados de Sevilla. Ésta es una de las anécdotas que el veterano vigilante José Medina evoca tras dos décadas trabajando como vigilante de seguridad de los juzgados de Sevilla, puesto en el que se acaba de jubilar el pasado viernes.

José Medina, Pepe como lo conocen sus compañeros, ha visto pasar en estos 20 años “muchas autoridades y celebridades” por la sede judicial del Prado. Guarda buenos recuerdos de sus compañeros del servicio de vigilancia de la Junta de Andalucía, como de la seguridad privada y de la Policía y Guardia Civil.

El vigilante José Medina García, que acaba de jubilarse. El vigilante José Medina García, que acaba de jubilarse.

El vigilante José Medina García, que acaba de jubilarse. / Antonio Pizarro

Del público también, aunque de algunas personas que entran en los juzgados “no tanto”, precisa el vigilante, que recuerda cómo hace unos años eran muchas las armas blancas, navajas y tijeras que intervenían a personas que querían entrar con estos objetos prohibidos en los juzgados, alegando que eran un “recuerdo de familia y no querían dejarlos en el acceso”.

Así, recuerda cómo en el juzgado de guardia se intervino en una ocasión un “cuchillo jamonero” y otra vez “un hacha de cocina”, objetos totalmente inapropiados para acceder a un juzgado. Pero con el tiempo cada vez intervienen menos armas blancas porque, como dice, “los han acostumbrado” a no llevarlos.José Medina no vivió personalmente la célebre anécdota en la que una señora se colocó a cuatro patas en la cinta del escáner cuando los vigilantes le dijeron que debía pasar por el escáner, pero sí evoca otra situación que le pasó con una joven sudamericana que traía un macuto de tela a la espalda.

La mujer parece que no estaba muy dispuesta a hacer caso a la recomendación del vigilante, que seguía insistiendo en que los bolsos deben pasar por el escáner. Así transcurrieron unos segundos, hasta que la mujer se dio la vuelta y José Medina pudo comprobar que lo que a él le había parecido un bolso era en realidad un bebé totalmente dormido que llevaba colocado a la espalda.

El vigilante dice que siempre se ha llevado bien con la prensa, aunque reconoce que en algunas ocasiones, coincidiendo con la visita de algún famoso que iba a declarar como imputado, ha tenido algún pequeño rifirrafe con los reporteros gráficos, que se agolpaban en las puertas y bloqueaban el acceso, algo que no se podía permitir. Pero esos “enfrentamientos” luego han quedado en nada, porque José Medina siempre ha tratado muy bien a todos los periodistas que acceden a los juzgados y a los que cada día ha saludado con amabilidad y por su nombre, dado que se sabe el nombre de la mayoría de todos los que entran a diario en el juzgado.

El pasado viernes, a las tres de la tarde, Pepe dejó de vigilar los juzgados al llegarle la merecida jubilación. Ese mismo día recibió un almuerzo-homenaje al que asistieron unos 40 compañeros.

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