La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

Operación desescalada: no a una Andalucía a dos velocidades

Ni Granada ni Málaga podían ser el 'chivo expiatorio' para no autorizar la movilidad entre provincias con el traspaso a la Junta del 'mando único' 

Emilio Herrera nació en el seno de una familia burguesa, en plena calle San Antón, en la Granada de finales del XIX. Monárquico y profundamente religioso, hizo carrera militar y fue capaz de mantener su amistad con el rey Alfonso XIII tanto como su lealtad a la República. Fue ingeniero, piloto de globo y aeroplano (sería el primero en cruzar el estrecho de Gibraltar en avión) e incansable inventor. Se carteó con Einstein, predijo la llegada del hombre a la Luna y diseñó el prototipo del traje de astronauta; la "escafandra estratonáutica" en la que se basaría la NASA en las histórica misión del 69.

El Ministerio del Tiempo se sumerge esta semana en la polifacética vida de este ilustre granadino siguiendo la misión de rescate de cineastas, intelectuales, artistas y científicos que la serie de TVE está realizando en su cuarta temporada. Hace un par de semanas era Lorca quien nos recordaba desde un tablao la grandeza de la historia y esas aparentes contradicciones con que nos empañan las urgencias del presente. Porque si hoy recordamos sus poemas, si Camarón ese día cantaba La Leyenda del tiempo, si bisbiseaba sus versos "tanto tiempo después", la victoria al final no había sido de 'ellos'. ¡Había ganado él!

El viernes se cumplían 122 años del nacimiento de Lorca. Solo unos días antes, Pablo Lara, guionista de la serie, defendía en un seminario virtual ante unos estudiantes del Máster de Periodismo Multimedia de la UGR que no se puede ser "equidistante". Ni en la vida ni en la ficción. Pero tampoco talibán. Y advertía incluso del valor de la contradicción. Porque se puede ser coherente siendo religioso y científico, monárquico y republicano, como lo supo ser Emilio Herrera Linares durante toda su vida. Incluso cuando decidió exiliarse en Argentina (y se negó a regresar) llevando en la mochila la muerte de su hijo, poeta y comunista, amigo de Miguel Hernández, víctima (también) de la Guerra Civil.

Pero la discrepancia no es un valor que en España hayamos sabido cultivar. Y mucho menos dudar, opinar lo que no toque y cambiar de criterio. ¿Nuestra herencia ortodoxa católica tendrá algo que ver? Sigo sin entender por qué asumimos que podemos pecar y hasta en grado superlativo (y nos podemos redimir tranquilamente rezando unas avemarías) pero no podemos caer en la debilidad de alinearnos con el bando contrario, de apoyar una idea que no sea de los nuestros… El patriotismo partidista mal entendido.

Me pregunto si todo esto subyace en la maldición que parece acompañar en nuestro país a los partidos de centro. Lo que en los países luteranos europeos es un valor para la geometría variable de los pactos y la negociación aquí es un problema de chaquetas. Pasó con la UCD y lo estamos viendo en la era de los nuevos partidos con Ciudadanos. No estoy pensando en el Cs de Albert Rivera que naufragó escorándose a la derecha sino en el de Inés Arrimadas que parece querer recuperar el valor de dirigir un partido bisagra. Aunque ello signifique que en Madrid se convierta en salvavidas para el PSOE de Pedro Sánchez (desplazando a los independentistas) y en Andalucía se alinee con el PP de Juanma Moreno que tanto mima a Vox (confieso que la única explicación de que le hayan dado la presidencia de la Comisión de la Reconstrucción es la teoría de que era "lo único posible" -como escribía Teodoro León Gross- para abocarla al fracaso).

El Gobierno accedió el viernes a que Granada y Málaga pasen con el resto de Andalucía a la fase 3 a pesar de que sólo llevábamos una semana en la fase 2. Aunque la Junta lleva toda la desescalada acusando al Gobierno de "hacer política" a costa de los territorios y exigiendo un avance "en bloque" que permita la gestión de la crisis con cierta coherencia (coger el "mando único" que hasta ahora ha ejercido Pedro Sánchez con el estado de alarma), la evolución positiva de los datos sanitarios ha sido clave en la decisión de Sanidad pero también la presión política, económica y social. Marginar a Málaga y Granada en la reconstrucción, convertirlas en chivos expiatorios para impedir la movilidad entre provincias, hubiera sido un grave error político con consecuencias tangibles.

El propio presidente de la Diputación, José Entrena, se pronunciaba hace unos días a favor del paso a la fase 3 alineándose abiertamente con la petición del Gobierno andaluz. "¿Tu presidente no era socialista?", con esta perplejidad me han preguntado más de una vez por la rareza de que un alto cargo del PSOE opine como el bipartito del PP-Cs… y además se retrate en público. Tras las etapas personalistas y convulsas de Álvarez de la Chica y Teresa Jiménez, Pepe llegó a la secretaría provincial del PSOE para apaciguar las aguas y terminó poniéndose al frente de la Diputación para imponer consensos. Sin ruido. Tal vez sea uno de los políticos más coherentes (y eficientes) que hay en estos momentos en Granada y que menos se vendan... Pero que le guste el perfil bajo no significa que no tenga criterio; sabe perfectamente dónde debe estar, con quién y para qué. Lo ha practicado en los últimos años cuando el PSOE se ha abierto en canal entre pedristas y susanistas y lo ejerce con aplomo en el frente institucional.

Así que sí, el presidente de la Diputación de Granada es socialista y, sin aspavientos ni escenificaciones, tiene la mala costumbre de tener opinión propia, asesorarse bien y hacer lo que cree mejor. Como pedir (con la Junta) que Granada esté mañana en fase 3. Que no haya una Andalucía a dos velocidades.

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