La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

Ni huelgas ni barra libre

Madrid sólo es el kilómetro 0 de un efecto dominó de restricciones que terminará afectándonos a todos

En toda crisis, como en la vida, siempre hay quien gana y quien pierde. La diferencia tal vez sea la intensidad con que salen a flote las desigualdades y la nitidez con que nos exponemos ante el espejo. Uno cóncavo y deformante que nos recuerda, a modo de implacable retrovisor mcluhaniano, que no todos somos iguales.

Llevo varios días dándole vueltas al impacto del Covid y he encontrado motivos -objetivos y objetivables- para convocar huelgas, salir a la calle y exigir al Gobierno (de turno) que ayude al sector (que tercie) hasta Navidad. Eso sí, tendremos que repetir colores de pancartas y, probablemente, hasta lemas. Con los tipos por los suelos y el mercado inmobiliario en impasse, ni siquiera podemos replicar con aquello que aprendimos en el Monopoly de que labanca siempre gana. Quienes fabrican gel desinfectante y mascarillas no creo que se estén haciendo ricos (a la espera, eso sí, de las vacunas y el negocio de las farmacéuticas), habrá que estar atentos a quienes te prometen PCR en 24 horas y te obligan a pagar en efectivo y me niego a creer que las agresivas campañas de publicidad con que los de los seguros nos han prevenido (asustado) este verano de los okupas tengan otra razón distinta que la desesperación. Con estas dudosas excepciones, todos los demás podríamos disputarnos el calendario de movilizaciones. Incluidos los periodistas. Y decidir cómo repartirnos los 140.000 millones del fondo europeo, con sus 72.700 en ayudas directas. Y llegar a la evidente conclusión de que no nos daría ni para empezar...

El sector cultural, la industria de las artes en vivo, tomó este jueves las calles de Granada lanzando una alerta roja que se extendió por 27 ciudades de todo el país. Uniformados con sus mascarillas negras, sus pulseras de registro previo y sus emblemáticos flightcases, más de 600 profesionales reclamaban "medidas urgentes" para salvar un gremio que genera en España más de 770.000 puestos de trabajo y que no factura ni un 10% de los registros de hace un año. "¡Nos habéis dejado atrás!". Pues sí, parece contradictorio que vayamos apelotonados en el AVE, que rescatemos la fiesta de los toros y que sea una odisea -¿otra vez un privilegio de unos pocos?- ir a un concierto.

El viernes tocó a las aulas. Huelga en la enseñanza obligatoria por una #VueltaAlColeSegura que terminó en la habitual discrepancia sobre el nivel de seguimiento entre los convocantes -la mitad de los sindicatos se habían descolgado- y la Consejería de Educación. Para unos se cumplió expediente; para otros fue un rotundo fracaso.

Al margen de las cifras, hay dos realidades poco cuestionables que se enfrentan. Por un lado, que ha sido precipitado y hasta irresponsable recurrir a una medida de presión tan extrema como una huelga cuando el curso escolar más atípico y complejo de toda nuestra democracia no ha hecho nada más que empezar. Hay problemas, disfunciones y motivos de sobra para movilizarse, desde la improvisada planificación del curso hasta la patente falta de coordinación y la necesidad de contar con más personal y recursos, pero no son tiempos de hacerle el juego a los políticos desde las aulas (y mucho menos desde los hospitales y los centros de salud). Esta misma semana, ha logrado más el colegio de Pulianas con la dimisión en bloque de su equipo directivo que la deslucida ola de manifestantes; en horas, ya tienen el docente que les faltaba para desdoblar una clase de Primaria.

En la hostelería, mientras bares y restaurantes se apuntan a las rebajas (del 2x1 al consume ahora y paga después) para recuperar los meses del confinamiento, sus colegas de las discotecas ya han conseguido un levantamiento parcial del castigo por los rebrotes del verano con licencia provisional para reabrir como cafeterías. Y, desde los hoteles, desde el sector turístico, el relato se unifica pidiendo ayudas directas a medida que damos pasos atrás con el bloqueo de fronteras y la limitación de la movilidad. Porque Madrid sólo es el kilómetro cero de un efecto dominó de restricciones que volverá a salpicarnos (y perjudicarnos) a todos.

¿Huelga y barra libre de ayudas? Ojalá fuera tan fácil...

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