Tribuna de opinión

Cáncer y medicina pública

  • Cuando no hay más remedio que estar allí, sin ese clima que se debe sobre todo a los profesionales y a la compasión de las familias, el dolor sería insoportable

Cáncer y medicina pública

Cáncer y medicina pública

EL cáncer forma parte no sólo de la realidad, sino del imaginario social. Depende del grado de hipocondria el que su posibilidad ocupe más o menos, rondando la mente, como un aspecto inquietante de nuestra salud y de nuestro horizonte vital.

Entrar en su mundo como pacientes, es abrirse la vida entera a un escenario peculiar y que, pase lo que pase en el transcurso, marcará de una forma especial ya nuestro futuro. La salud pública atiende estas, y otras enfermedades tan graves como ella, con la diferencia sobre la privada de estar alejada del factor empresarial, y de ser la respuesta social que la historia ha ido dando a la reivindicación de un derecho humano. Yo explico a mis alumnos de Historia, que se trata de una conquista labrada por larguísimas luchas, y que su ausencia dejó generaciones enteras de gente humilde, en el mejor de los casos, a merced de la beneficencia, la caridad, o el espíritu humanitario individual de los médicos y de las enfermeras.

Acudir a ella, a la sanidad pública, esconde, el ejercicio de esta conquista histórica y un cierto grado de compromiso con esa causa y logro humanitarios. Aún persiste en nuestro país una cultura que sitúa a lo público por encima de lo privado en cuanto a salud. Ahora todo es más complicado, desde la crisis que paró el impulso al gasto social, y el triunfo del neoliberalismo, lo que obliga a un estrés de los profesionales por amor a su carrera y a la causa de su vocación. A las personas corrientes que entran en ese mundo les envuelven todas sus características, y comprueban directamente el esfuerzo, sometidas como están a la presión de sus problemas graves de salud.

La solidaridad que se respira en los hospitales es proverbial, y algo extraordinario. Cuando no hay más remedio que estar allí, sin ese clima que se debe sobre todo a los profesionales, pero en el que también participa la compasión de las familias, el dolor sería insoportable. Las salas de estas enfermedades graves y crueles, nos cambian para siempre. Apenas hace falta hablar allí, sólo con las miradas se sabe que vamos en un mismo barco, y dependemos de la tripulación y de nuestra capacidad de resistencia para la dura travesía. “El viaje del héroe”, te informa el doctor Emilio Alba, al mando de una flota de centros sanitarios y de investigación universitarios. Quien conoce un poco ese mundo –aunque venga de las letras–, sabe que es un mundo de varios frentes, a cada cual más complicado.

Unos medios siempre escasos, suplidos por la profesionalidad a prueba de esfuerzo

Quizá el que toca a los enfermos y enfermas, su seguimiento y tratamiento, tan pegados a la profesión y a la formación científica, sea lo que forme la marca de la casa natural. Pero en esta trinchera del frente de la medicina, está la investigación tan pegada a la práctica, y sus recursos y medios, y su gestión, tan relevantes, que ya no sólo depende de la organización de los servicios, sino de los medios disponibles y, aún mas allá, de la economía y de la política. Unos medios siempre escasos, suplidos por la profesionalidad a prueba de esfuerzo, que no se oculta ninguno a la mirada de quienes pasan por allí.

Un mundo pues, dependiente de algo más que ser jefes, médicos, enfermeras, celadores, limpiadoras y, no menos importante, de psicólogas altruistas, –los ángeles de la guarda (que forman parte indeleble de nuestra mente desde la infancia, de un país y una cultura católica y aprendida al pie de la cama de los niños contra el temor a la noche), sino de la suerte política que corra esta conquista de salud para todos sin distinción de clase. Subleva entonces más que nunca, la frivolidad del uso del concepto, de su conversión fácil en un ejemplo del derroche, de la impunidad de recortar sus presupuestos.

Ha tenido que venir un grave factor externo, y además sanitario, para que seamos conscientes de lo importantes que eran esas políticas a las que nos habíamos acostumbrado y, sobre todo, para cortar de raíz las falacias de una ideología neoliberal que se ha colado entre nosotros a base de una cultura impuesta por un discurso hegemónico en los medios. Una auténtica irresponsabilidad histórica que estamos pagando cara. Así que, de pronto, no sólo se está sometiendo a los profesionales a una presión insoportable y peligrosamente insostenible, sino que todos los frentes de excelencia de la investigación en las enfermedades graves, se están resintiendo, con el sufrimiento aumentado de sus pacientes. Porque las instituciones hospitalarias no dan abasto.

Y habrá que ver si todo esto tiene o no –como debería– un coste político para quienes tienen la responsabilidad del discurso insolidario de la sanidad. Y de paso, cuánto va a costar, en el caso de que eso ocurra, la recuperación del pulso de la buena medicina pública y de la investigación a partir de ahora. Porque no se si la sociedad reaccionará contra los enemigos de lo público. Lo que si sabemos ya es que los profesionales, hombres y mujeres, seguirán en las trincheras.

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