Coronavirus en Málaga

Las obras del Metro y otros paréntesis forzosos

  • El primer día bajo las nuevas restricciones por el estado de alarma no deja muchas incidencias en Málaga, salvo en lo referente al tráfico y a las actividades relacionadas con la construcción

Las obras del Metro en el entorno de El Corte Inglés, detenidas este lunes.

Las obras del Metro en el entorno de El Corte Inglés, detenidas este lunes. / Javier Albiñana (Málaga)

El empeño del Gobierno en convertir este lunes en una suerte de domingo sin actividad hostelera ha corrido en Málaga una suerte desigual. De manera general, las restricciones ampliadas a más actividades económicas no han favorecido un paisaje muy distinto del de cualquier otro día desde que comenzó la cuarentena por la epidemia del coronavirus, en parte porque la restricción ya era abultada y en parte, previsiblemente, por la moratoria de 24 horas concedida a las empresas. En la mañana de este lunes los barrios mostraban así su trasiego ya habitual, reducido a la mínima expresión y concentrado en las colas formadas para acceder a supermercados, farmacias, panaderías y otros establecimientos de alimentación; mientras tanto, el centro repetía su ya reconocible postal vacía, únicamente interrumpida por los coches de la Policía y por algún que otro repartidor de comida a domicilio. Cabe situar las mayores novedades desde la entrada en vigor de la restricción respecto a las jornadas previas en dos ámbitos. El primero, el tráfico: la hibernación forzosa se ha dejado notar con mucha menos densidad en enclaves donde la afluencia de vehículos todavía era notable en horas punta, como el cruce de la Avenida de Andalucía con Juan XXIII, así como en los accesos y salidas de la ciudad y otros enclaves donde los colapsos son habituales cuando no hay que lidiar con epidemias. El segundo tiene que ver con las obras de construcción, radicalmente detenidas, lo que sí se ha notado de manera bien sensible en el centro, donde el ir y venir de obreros seguía siendo constante hasta ahora: las actuaciones de mayor calado, como las del hotel de Moneo, así como las pequeñas reformas que algunos comerciantes habían decidido emprender para aprovechar el parón, amanecieron este lunes detenidas y así continuaron. Aunque la mayor impresión al respecto tenía que ver con las obras del Metro, que se habían intensificado en las últimas semanas y que ofrecen ahora una imagen que encajaría bien con el mayor relato distópico que se precie.

Transporte de maquinaria ahora detenida. Transporte de maquinaria ahora detenida.

Transporte de maquinaria ahora detenida. / Javier Albiñana (Málaga)

Así, la ausencia de personal en las obras del Metro en la Alameda era absoluta este lunes, mientras que en el entorno de El Corte Inglés sólo se percibían movimientos para la retirada de máquinas. Tan ingente actuación frenada en seco, como dejada a su suerte, deja por primera vez una imagen certera y completa de una ciudad parado, con el correspondiente desasosiego. Lo cierto es que la misma intensificación de las obras había multiplicado la presencia de personal en los últimos días, lo que se había convertido en objeto de críticas en pleno confinamiento por el coronavirus. Ahora que el Gobierno ha dado su brazo a torcer y no hay vuelta atrás para la restricción, la soledad y el vacío acampan también aquí, en los túneles y excavaciones convenientemente cerrados al paso del público. La primera consecuencia inmediata es el silencio: si el ruido de las máquinas parecía mantener la Alameda abstraída de la cuarentena, ahora, con todo parado y con mucho menos tráfico, el sonido que cabe percibir con mayor claridad es el de los pájaros, tal y como venía sucediendo en la Plaza de la Merced y la calle Alcazabilla. Sólo los autobuses de línea, prácticamente vacíos, quiebran esta quietud casi monacal que lleva a Málaga a una situación inédita en su Historia reciente. Observada desde lo alto, la extensión de la obra del Metro en la Avenida de Andalucía evoca la frialdad gris de una ciudad desierta, en la que todo el mundo ha tomado las de Villadiego. 

El empeño del Gobierno en convertir este lunes en una suerte de domingo ha corrido una suerte desigual, en parte porque las restricciones ya eran abultadas

Por lo demás, la vida sigue con sus paseadores de perros, los transeúntes que vuelven a casa con las compras del súper, la vigilancia policial (mucho más estricta, todavía, en el centro que en los barrios) y la presencia de otros invitados anómalos como el Ejército, cuya presencia es especialmente visible en Carranque con vistas a la anunciada instalación del hospital de campaña en la Ciudad Polideportiva. Este lunes, en la puerta de un supermercado, dos legionarios debidamente uniformados comparecían a las puertas de un supermercado cerca de Barcenillas donde los clientes guardaban religiosamente su puesto en la cola. Los soldados se dirigieron al guardia de seguridad que se cercioraba de que cada cliente se aplicara en las manos el gel desinfectante disponible en un dispensador situado en la entrada y le preguntaron si todo estaba en orden. "Sin novedad, todo bien", respondió el vigilante, no sin cuadrarse en una disposición casi militar. Los legionarios se despidieron llevando el dedo índice a la frente después de dar las gracias y de inmediato, claro, cundieron los comentarios entre quienes guardaban la cola. "Podemos pedirles que nos canten El novio de la muerte y ya tenemos Jueves Santo", suspiró por lo bajini una vecina que lucía una camiseta de David Bisbal a su cómplice, algo mayor, que respondió: "A mí me valdría". Con más o menos restricciones, Málaga sigue su curso. No hay más remedio, al cabo. 

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