Málaga

Emprender en plena pandemia en Málaga, cinco ejemplos de valentía

  • Cuando son muchos los que echan el cierre, otros han decidido seguir adelante con los proyectos que idearon antes del confinamiento y han abierto sus puertas en los últimos meses

Marta Guillaume en su tienda en Cerrado de Calderón.

Marta Guillaume en su tienda en Cerrado de Calderón. / Javier Albiñana (Málaga)

Lo feo, negativo y deprimente no entra en L’atelier de Marta. Pisar la entrada de esta tienda, con paredes de papel pintado y coquetos artículos de menaje y decoración, supone entrar en un espacio cálido y hermoso que no conoce de pandemias ni apocalipsis. Cuando son muchos los que cierran, Marta Guillaume se ha atrevido a abrir su proyecto más personal en el edificio Multicentro de Cerrado de Calderón.

Marta es historiadora del arte y estudió cerámica, vivió en Holanda, maneja el inglés a la perfección y trabajó durante una década en galerías de arte de Puerto Banús. Ha realizado tareas de traducción y ha estado contratada como directora de actividades culturales en una escuela de español para extranjeros. Todos los días pasaba por la puerta del local y se imaginaba abrir en él un taller de manualidades para niños y adultos.

“Conocía la zona, me apetecía hacer algo mío, tener un horario más controlado, más estabilidad”, relata. El 10 de febrero le dieron las llaves del local y el 16 de marzo tenía prevista la apertura. Tenía todo montado, los permisos conseguidos, las profesoras con las que iba a colaborar buscadas, las mesas y las sillas preparadas. “Y tuvimos que encerrarnos”, relata. Pero desde la gerencia del centro comercial le brindaron mucho apoyo y, pasado lo peor, la nueva normalidad llegaba para tener que tomar decisiones.

Decoración y regalos en L'atelier de Marta

“Pensé en volver al sector turístico, a la traducción, a Marbella, no sabía qué hacer, tenía muchas dudas, pero fuera el panorama era aún peor”, comenta Marta. No sabía cómo iba a evolucionar la pandemia, pero con buen criterio estimó que realizar talleres y actividades colectivas de cumpleaños no iba a ser viable. “Le di una vuelta, lo volví a replantear y vi que tenía que meter artículos y ampliar la parte de tienda”, explica.

Regalos infantiles, algunos de los muchos artículos de L'atelier de Marta. Regalos infantiles, algunos de los muchos artículos de L'atelier de Marta.

Regalos infantiles, algunos de los muchos artículos de L'atelier de Marta. / Javier Albiñana (Málaga)

Tazas, vajillas, lámparas, artículos de decoración, adornos navideños y un buen número de propuestas de hogar para regalar sin salir del barrio. Eso es L’atelier de Marta. “La gente ahora está en casa, se desplaza menos, y en la zona no había nada similar, esta es la tienda que yo como usuaria me gustaba tener en mi barrio”, agrega la empresaria. Y destaca que el Cerrado de Calderón, igual que otras zonas residenciales de Málaga, se está revitalizando en detrimento del centro.

“Están abriendo muchos restaurantes, los vecinos se quedan por aquí, están apoyando el comercio local, así que puedo decir que, en cierto modo, me ha favorecido la pandemia”, destaca. Solo lleva abierta desde octubre y el miedo y la cautela están ahí, pero las ventas van funcionando y quiere pensar que en la campaña de Navidad aumentarán.

En enero, si las circunstancias se lo permiten, volverá a programar talleres. También está contactando con artesanas para que puedan vender sus creaciones en la tienda, que solo vende productos españoles.

Dog Work, un espacio de coworking

En el edificio Galaxia, en la calle Compositor Lehmberg Ruiz, Victoriano Ramos está levantando su espacio de coworking después de tener que cerrar el que había inaugurado en Cristo de la Epidemia dos meses antes del confinamiento. Este emprendedor, que ha pasado buena parte de su vida laboral trabajando en el extranjero, que fue profesor en Estados Unidos y Malta, sintió la necesidad de echar raíces en su tierra y dar vida a algo propio.

Victoriano Ramos en su espacio de coworking Dog Work. Victoriano Ramos en su espacio de coworking Dog Work.

Victoriano Ramos en su espacio de coworking Dog Work. / Javier Albiñana (Málaga)

“Me picó el gusanillo de emprender, tenía la ilusión de montar algo por mi cuenta y me han apoyado mucho”, dice. “Vi que abrir un espacio de coworking era un negocio que podía tener futuro, el concepto de oficia abierta, de contacto entre profesionales y sinergias, era algo que me atraía mucho”, agrega Victoriano. Hizo un estudio de mercado y se lanzó para crear Dog Work.

Tiene una sala de puestos flexibles en el que los usuarios pueden estar lo que deseen, una hora un día suelto o acudir regularmente, escanear documentos, imprimir, trabajar en un entorno apropiado, con una buena conectividad y tomarse un café mientras lo hacen.

“Es mucho más barato que mantener una oficina y más cómodo que trabajar en una cafetería, hay silencio, buena iluminación, sillas adecuadas y una velocidad de internet potente”, añade. Solo cuesta 2,5 euros pasar una hora en este espacio. Los que busquen un puesto fijo, lo pueden tener desde 150 euros al mes. También dispone de salas de reuniones y de formación, de una pequeña biblioteca y un rincón para descansar.

El 1 de septiembre reabrió sus puertas en este nuevo local y asegura que “hasta ahora nos va mucho mejor que en el otro, donde el alquiler era más alto y el aparcamiento era muy complicado”, apunta el emprendedor. “El balance es positivo, estoy empezando a ver algo de luz, pero también estoy un poco asustado, no sabemos cuándo se va a pasar ese miedo a la proximidad, al acercamiento físico”, explica, algo fundamental en espacios que llaman a la convivencia.

“Tengo la esperanza de que el negocio puede funcionar porque supone trabajar de una forma más profesional sin tener que gastar un dineral en una oficina, las empresas podrían apostar por este tipo de espacios para sus trabajadores, más ahora cuando muchos están en casa o a distancia”, considera Victoriano.

Mosaico Vintage, la tienda de ropa de segunda mano recién inaugurada en la calle Esparteros. Mosaico Vintage, la tienda de ropa de segunda mano recién inaugurada en la calle Esparteros.

Mosaico Vintage, la tienda de ropa de segunda mano recién inaugurada en la calle Esparteros. / Javier Albiñana (Málaga)

Ropa de segunda mano en Mosaico Vintage 

Esta misma semana, en pleno centro, en la calle Esparteros, Belén Arias ha inaugurado Mosaico Vintage, una tienda de ropa vintage de segunda mano. La empresaria granadina ha abierto su segunda tienda en Málaga en plena pandemia. “Siempre he estado interesada en la sostenibilidad, además de que me encanta la ropa vintage por su calidad y su estilo, en ciudades del extranjero he visto tiendas muy bonitas y grandes especializada en estas prendas y pensé que en Andalucía faltaba algo así”, comenta.

Málaga, dice, “es una ciudad con muy buena atmósfera” para instalar en ella esta filosofía que contribuye a reducir la demanda de ropa rápida y, por tanto, “la emisión de gases de efecto invernadero que produce y tanto afecta a nuestro planeta”. Aunque la pandemia les frena a la hora de hacer previsiones de negocio, “el equipo seguimos positivos y llenos de energía, confiando que esta situación pronto mejorará y la normalidad llegará a nuestras vidas”.

En percheros separados por género, se puede encontrar abrigos, pantalones, chaquetas, vestidos o jerséis de los años 70, 80, 90 y 2000 de distintos estilos, así como complementos y calzado. Compran a distintos proveedores de Europa y seleccionan prenda por prenda.

“Es un proyecto a largo plazo y creemos que en la segunda mano hay espacio para todo el mundo, esta es nuestra pequeña revolución en el mundo de la moda y la ropa de segunda mano”, agrega Belén Arias. También confiesa que la acogida está siendo buena, que al público le gusta tanto la ropa como los precios.

Sergio Garrido y su restaurante Populus

El chef Segio Garrido dejó la cocina del Hotel Vincci Posada del Patio para aventurarse con su nuevo restaurante, Populus, en la calle Álamos, en los bajos del hotel Anahita. En las pasadas navidades ya le estaba dando forma a lo que sería una realidad a mediados de marzo.

Sergio Garrido, chef del restaurante Populus, en la calle Álamos. Sergio Garrido, chef del restaurante Populus, en la calle Álamos.

Sergio Garrido, chef del restaurante Populus, en la calle Álamos.

“El contrato de la luz nos lo dieron el 9 de marzo y cinco días después nos tuvimos que encerrar, me acuerdo que estaba comprando con el carro cargado para el restaurante cuando empezó a correrse la voz del confinamiento”, recuerda Garrido.

Su espíritu solidario le salvó del derrumbe emocional. Durante la etapa más dura de las restricciones se dedicó a la ONG del cocinero José Andrés, World Central Kitchen y montaron una cocina para servir 2.500 platos al día. Pero llegó la nueva normalidad y había que decidir entre seguir con el proyecto o dejarlo morir.

“En julio inauguramos, en octubre esta súper contento porque al tercer mes ya había un equilibro entre gastos e ingresos y eso es muy difícil, íbamos por un buen camino, pero este segundo golpe está siendo muy duro”, comenta.

“Es un restaurante más de noche, tiene un patio muy bonito y los viernes y sábado noche eran nuestro alivio, saber que se mantendrán las restricciones incluso más allá del puente de diciembre es muy difícil”, agrega el cocinero. “Diciembre es el mes que te ayuda a soportar un mal noviembre y un mal enero, así que se abre un abismo al pensar que este próximo mes no sea bueno”, lamenta Garrido.

Ahora mismo, afirma que la única solución es adaptarse, ser consciente de que el orgullo no paga las deudas y “hacerse pequeño para sobrevivir”. También dividir fuerzas, diversificarse y, además de cocinar, dar clases mientras levanta un proyecto de salsas. “Mis compañeros están igual, ninguno tenemos asegurada la permanencia”, dice y recuerda que Carlos Navarro abrió el Kurobi Sushi una semana antes del estado de alarma de marzo.

Una de las especialidades de Kurobi Sushi. Una de las especialidades de Kurobi Sushi.

Una de las especialidades de Kurobi Sushi.

Kurobi Sushi, salto de calidad para el delivery

Pero su proyecto , enfocado al reparto a domicilio, con una cocina “fantasma” en Booh! cuya sala está en internet, cobró una nueva vida. “En los primeros días no hubo mucho movimiento pero cuando se confirmó el confinamiento empezamos a duplicar las ventas semana tras semana”, explica Carlos Navarro. “Desde el punto de vista del negocio, la situación nos favoreció porque pedir a domicilio era de las pocas opciones que había para hacer algo diferente y a los restaurantes les pilló fuera de juego”, agrega el cocinero.

Para Navarro ha sido, confiesa, “una montaña rusa”. “Cuando se endureció el confinamiento pensamos que se acababa, pero nos dejaron como servicio esencial y pudimos seguir funcionando, aunque era una situación tan cambiante que no sabías si al día siguiente ibas a poder trabajar o no”, relata. Y cuenta que hasta le pusieron una multa de 600 euros el último día de confinamiento porque no creyeron que iba a trabajar.

José Cabello y Carlos Navarro en la cocina de Kurobi Sushi. José Cabello y Carlos Navarro en la cocina de Kurobi Sushi.

José Cabello y Carlos Navarro en la cocina de Kurobi Sushi. / Ester Mérida @comoymecuido

También fue difícil poder acceder a la materia prima, a los productos de calidad por los que apostaron desde el principio. Hasta comprar guantes fue una odisea, teníamos que conseguirlos “casi de extraperlo”. Con su socio José Cabello inició esta “aventura” que, por el momento, le ha salido bastante bien. Como formador su agenda se vació de repente. Pero esto le sirvió para dedicar su tiempo en exclusiva a Kurobi. Aún así, sabe que su sector está pasando por un mal momento.

Su amigo Sergio Garrido sabe que hasta dentro de unos meses no recuperará la alegría de la clientela, agobiada no solo por el miedo a la enfermedad sino también por la incertidumbre económica. Pero este amenazante invierno que ya llegó terminará para dar paso a una primavera más esperanzadora para todos. Seguro.

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