Territorio Comanche | Opinión

Gobernanza y cambio climático

Una imagen de Ronda, totalmente nevada tras Filomena.

Una imagen de Ronda, totalmente nevada tras Filomena. / Javier Flores

EL domingo pasado fue el día Internacional contra el Cambio Climático, y en los próximos días se celebrará en Glasgow, la Conferencia de las Naciones Unidas (COP26) o Cumbre del Clima. Varios días atrás, el presidente de la Diputación Provincial convocó una rueda de prensa para alertar sobre los riesgos derivados del cambio climático en la provincia de Málaga. Esa ya es una buena noticia, que un político cuyo ámbito de gestión es el territorial, informe con preocupación y trate de concienciar sobre algo cuyas consecuencias excederán sin duda la duración de su propio mandato. El cambio climático salió definitivamente de su inicial orbita científica, e incluso temática, para formar parte de la estrategia de gestión política territorial, en este caso, la provincia.

Aunque la información pudo haber sido mas exhaustiva y, seria bueno apoyarse también en muchos estudios que se están realizando desde ámbitos científicos, la realidad es que, según planteó, “ninguna de las conclusiones de cara a 2040 es buena”, de ahí la necesidad de adoptar medidas para reducir las emisiones de CO2, con todo el efecto multiplicador que supone, al plasmarse en diversos riesgos climáticos, que en nuestra provincia afectaría a hábitats específicos como la Sierra de las Nieves concretando su territorio solo a las cotas más altas, y por tanto, reduciendo la biodiversidad a menores alturas. 

Pero todo ha tenido su recorrido. Los que nos iniciamos en los años 80 en el análisis de los procesos geoambientales, erosión y desertificación, en el marco del Proyecto de Lucha contra la Desertificación en el Mediterráneo Español (Lucdeme), tuvimos oportunidad de conocer como a pesar de la lentitud y variabilidad de los procesos geomorfológicos, algunos se desarrollaban con una sorprendente aceleración.

Por aquellas fechas nadie hablaba de cambio climático…y sí de algunos aspectos vinculados a como determinadas practicas antrópicas, podían tener consecuencias negativas sobre la salud de nuestro planeta y, de alguna forma, que íbamos mal. La Cumbre de Rio en 1992 supuso el primer paso en la concienciación sobre una perversa dinámica climática. A partir de ahí empezaron a realizarse toda una serie de estudios basados en cada vez mejores bases de datos climáticos. El hombre siempre estaba presente en estos procesos.

El origen de lo que hemos dado en denominar “indicadores de cambio climático” reside en el concepto de anomalía, y la certidumbre en la significancia estadística. Una tromba de agua, un día de temperatura excesiva e incluso una ola de calor, no debe ni tiene por qué vincularse a cambio climático, y sí a lo que podríamos denominar mediterraneidad. O el mismísimo Filomena, con el que 2021 nos felicitó el año. Pero cuando en la ultima década, el numero de trombas de agua, de días con temperaturas extremas, o de olas de calor es superior al de la anterior, y el de esta al de la previa, ahí si podemos empezar a valorar una tendencia estadística, y sí vincular estas anomalías meteorológicas al cambio climático.

Ahí radica también parte de la complejidad y de la dificultad de cara a la concienciación, en la lentitud con la que se puede visualizar la tendencia del patrón climático, y por tanto, la recurrencia fácil al factor mediterraneidad por los cada vez mas escasos escépticos.

Por simplificar, la linealidad del proceso podría ser mas o menos esta: El efecto invernadero conduce a la modificación de la circulación general atmosférica, incluido el bloqueo anormal del anticiclón azores respecto a los vientos del oeste, y por tanto al recalentamiento del Mediterráneo, mayor continentalidad por vientos del norte o del sur, mayores olas de calor, mayor evaporación, mayor riesgo potencial de fuerte precipitación justo a final de verano, y como hay menos vegetación y el suelo está seco y desagregado, mayor erosión, mayor degradación del suelo, inicio procesos de desertificación, con lo que en las siguientes lluvias el suelo está mas compacto por perdida de materia orgánica, es menos infiltrador de agua, menos retenedor, con lo que se disparan los periodos xéricos anuales, o días consecutivos en los que no le suministra agua útil a la vegetación…y así una y otra vez hasta que pasamos de lo meteorológico a lo climático. Es difícil resumir mas en menos.

Aunque pareciera un proceso que nos es ajeno y dado que estamos todos involucrados en el mismo, al ser tanto agentes como víctimas, conviene también hacerlo como ciudadanos aportando experiencias en nuestro entorno inmediato, y es ahí donde la ciencia ciudadana, como herramienta de gobernanza, tiene también mucho que hacer en esta temática, puesto que desde nuestra calle a nuestro barrio, sí que podemos contribuir a la sostenibilidad de forma mas eficiente. Nadie conoce mejor nuestro entorno que nosotros.

Contaminación lumínica, odorífera o acústica, puntos de vertido, acumulación de residuos, punto de inundación recurrente, mantenimiento de infraestructuras verdes… son toda una serie de temas, entre otros, en los que se puede activar la gobernanza ciudadana. Creo que con ese fin la Diputación activa la plataforma participativa web www.malagamasviva.org a la que se debería sumar también el importante tejido asociativo. También puede ser un espejismo, y habremos perdido otra oportunidad. Veremos…

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