Málaga

Guillena despide al cabo Diego Díaz con honores de héroe

  • El guardia civil que murió cuando socorría a una familia será nombrado hijo adoptivo

  • El entierro, en Málaga

Guillena despide al cabo Diego Díaz con honores de héroe

Guillena despide al cabo Diego Díaz con honores de héroe / reportaje gráfico: juan carlos vázquez

El silencio sólo se rompió con la voz de ¡Firmes! y el tañido de las campanas. Un silencio que parecía una metáfora porque casi todos recuerdan a Diego Díaz Díaz como hombre de pocas palabras. "Pedía lo de siempre, media de jamón de york con aceite y un café manchadito para no ponerse nervioso. Se sentaba y no se escuchaba a nadie". De pocas palabras y de muchos hechos. "Se olvidó de sí mismo, desafió el peligro y prestó a la comunidad un servicio inestimable", dijo en su homilía Juan Luis García, capellán de la Comandancia de la Guardia Civil.

Las puertas del cuartel de Guillena, en la calle Ramón y Cajal, estaban ayer cerradas a cal y canto. Junto a la iglesia Nuestra Señora de la Granada, la plaza Carlos Sousa Valdivia se había llenado de tricornios. El día era primaveral y el arroyo Galapagar ofrecía un aspecto bucólico. La ausencia del agente era como un mentís a la llegada de la primavera. Todavía no ha brotado la flor del azahar en los naranjos de la plaza.

El cortejo fúnebre apareció por la Avenida de los Príncipes. Delante, seis guardias civiles con otras tantas coronas; detrás, ocho agentes, en dos filas de cuatro, portando el féretro con los restos de su compañero. Un noveno número de la Benemérita llevaba el tricornio de Diego. Antonia Díaz, su madre, rota de dolor, iba de la mano de un compañero de su hijo. Un equipo de psicólogas atendían a Pepe y Pepi, los hermanos del guardia civil.

Llevaba 17 años destinado en Guillena, ya formaba parte del paisaje. Llegó procedente de Vinuesa (Soria), un regreso machadiano a un pueblo donde todos se han cruzado con la estela del hombre que le daba más importancia a los hechos que a las palabras. En la plaza del Ayuntamiento, un grupo de profesores del instituto El Molinillo toman café en el recreo. "La semana pasada estuvo en el centro dando una charla sobre acoso escolar".

Francisco lo conocía hace muchos años pero la relación se consolidó cuando se hizo cargo del bar La Plaza, la Peña Sevillista donde Diego desayunaba muchas mañanas. A Francisco le dicen "el Clesa porque mi padre se tiró treinta años vendiendo yogures". No se ha hecho a la idea de su ausencia, como si estuviera de viaje, y lo imita "cuando terminaba la faena, se ponía de paisano, los botones cojos, los pantalones caídos, la camisa por fuera".

Era difícil encontrar sitio en la iglesia porque ya están colocados las imágenes para la Semana Santa. Los dados del paso del Niño Perdido, que procesiona el Domingo de Resurrección, con los que los romanos se jugaban los harapos de Jesús en la cruz, parecen simbolizar el infortunio de quien hizo lo que tenía que hacer.

Antes de independizarse, residió en la casa-cuartel, donde muchas veces se lo encontraba Antonio Silva, ya jubilado. "Un hijo mío está casado con la hija de un guardia civil y yo iba al cuartel a ver a mi nieto". Pepi Ciudad fue una de las voces femeninas que acompañaron la misa del funeral. "Me atendió de maravilla cuando me robaron el carnet de identidad". "Yo creo que en 17 años no ha puesto una sola denuncia en el pueblo", dice el Clesa, "si te veía sin casco te decía: a la segunda, te multo".

Hoy será enterrado en Málaga, ciudad cuyo Colegio de Abogados ha aprobado concederle la máxima distinción. Hace dos años terminó la carrera de Derecho. "Vivió muy de cerca mi separación", dice el encargado de la peña, "me dio su teléfono personal y me dijo que no hiciera ni un movimiento sin llamarlo".

"Ante el misterio de la muerte, sucumbe la razón humana", admitía en su homilía el capellán de la Guardia Civil. Como en el Evangelio de Mateo, también ellos se sienten "abandonados, tristes, angustiados", en la línea de la pregunta que estremece el Viernes Santo, "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" que resuenan en los cultos de cada Viernes Santo, día grande en Guillena con el Cristo de la Vera-Cruz y la Virgen de los Dolores, acompañados por las bandas de música con mejor reputación de toda Andalucía.

El ministro de Interior, Juan Ignacio Zoido, felicitó a la Policía Local. Susana Díaz intercambiaba gestos de afecto con la hermana de Diego. Juan Luis Malpartida, promotor de la reserva de animales Mundo Park, contó con su ayuda desinteresada cuando denunció el robo de siete titís de pincel. Se quedó con las ganas de llamarle para decirle que la tigresa blanca ha parido tres tigrecitos. Tres tristes tigres en días de desolación.

Rosana trabaja en la gasolinera a la entrada del pueblo, junto al arroyo Galapagar. Esta joven participó en el rescate del agente y señala el final de esta corriente de agua, "fue cerca de donde está el cementerio". Lo conocía de verlo muchas veces en la puerta del colegio. Un ángel de la guarda, un superhéroe que se escapó del catálogo de Marvel. "Tenías sangre de héroe", dijo en la iglesia el mando que lo tuvo a sus órdenes. El Guillena goleó a Los Corrales a domicilio. Cuando jugaba en casa, Diego Díaz solía ir al campo. Ayer lo echaban de menos en la peña del equipo local. El Ayuntamiento que preside Lorenzo Medina lo nombrará hijo adoptivo.

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