Málaga

Maestro y decano

  • Guadamuro es una anécdota, una risa compartida

Fue la respuesta con la que acabó aquella entrevista: "Retirarme no me hace ninguna ilusión. Llegará un momento en que deje de retransmitir, y ese día querré verla como lo hacía de joven, a pie de calle: A ver salidas, a ver un cruce… que ahora no puedo hacer". Era su pasión y no podía evitarlo, la Semana Santa formaba parte de su esencia al igual que su voz lo es para siempre de su sino. Hasta en las aulas -pocas, ya saben que la religiosidad popular es más de otros sectores- su nombre se escucha como referente. Incluso ahora que no estás.

Antonio Guadamuro nunca se jubiló ni se retiró de las ondas a las que, hace más de cincuenta años, llegó para quedarse. Era hombre de radio, por encima del tiempo y de los sacrificios que conlleva ser esclavo del directo. Durante años permaneció en Semana Santa y Feria en la plaza de la Constitución para llevar a través de Cope los sonidos y protagonistas de las dos fiestas. Todo desde la sencillez de saber que, en cualquier momento, aparecería un amigo por la tribuna o la caseta para darle recuerdos o algún regalo. La clave era su cercanía e interés en tener cerca su generación y otras tantas que vienen con fuerza por abajo, empujando, para terminar por alzar a los escolares a la categoría digna que debían ocupar como maestro que fue y creador del pregón infantil.

Una reverencia o tratamiento justo: de Su Eminencia Reverendísima hacia arriba. "De Don Antonio nada, 'Guada' y punto", decía serio para regalar una sonrisa después. Discreto, paciente como precisa un puro, su compañero de fatigas. La bendición de la simpatía de un practicante conocedor de las intrigas palaciegas, aquellas que guardó para sí porque podía compartir un anecdotario completo para 77 vidas. La mejor disposición cada viernes, como heredero de Cruz Guía, para meter el dedo en la llaga del cofrade cuando hiciese falta, pero sin hacer daño. Un pregón tardío que hizo justicia en el que la improvisación fue su compañera, santo y seña de su forma de hacer lo que más amaba.

Hoy ya forma parte de la leyenda, del legado, de la historia. Es Antonio Guadamuro un sentimiento, una anécdota, una risa compartida. Es la imagen de su espera en un banco de San Julián porque fue poco dado a los despachos. De su vida en la emisora con un periódico en la mano y un solo auricular puesto. Es la cabina desde donde otear la plaza de la Constitución. Es la narración deportiva, la malagueña, la cofradiera. Es el agradecimiento del saber que, durante años, pudimos compartir con el Maestro y decano. Gracias siempre.

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